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Tres frentes abiertos, y una incógnita

La pandemia, la crisis macroeconómica y la negociación con el FMI ponen en juego la política exterior y la solidez de la coalición gobernante.
Viernes, 04 de junio de 2021 01:31

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En contagios, en muertes, en capacidad hospitalaria, hartazgo social y épica política. Intentar organizar la respuesta a la crisis más grande y multidimensional de nuestra historia reciente mientras confirmamos la Copa América (suspendida desde afuera por la Conmebol).

La audacia del liderazgo contemporáneo en nuestro país alcanza niveles de incredulidad. Cuando un virus termina por derrotar la ambivalencia y la no - toma de decisiones, y su urgencia define el momento político que une a quienes viven en las grietas, decidimos una vez más patear para adelante lo que ocurre al frente nuestro: la realidad.

La gravedad del asunto también convive en la incapacidad de ver las dificultades sanitarias como sanitarias y las políticas como tales.

Confrontación todoterreno

Si bien desde la táctica y la estrategia política todo escenario es digno de plataforma de confrontación, la realidad termina ordenando prioridades y dejando en claro que el gran problema de nuestro país reside en sus personajes, nuestra cultura de confrontación absurda y la gran falta de encuentros.

Que la pandemia tiende a comportarse en olas que se agravan con cepas nuevas, no debería ser noticia para nadie.

Viendo la película en cámara lenta desde lo que pasa en Europa, la Argentina tuvo 3 momentos claves. El primero de reacción, el segundo de relajación y el tercero de emergencia.

En ningún momento, un respiro para el aprendizaje, para volcar lo vivido en políticas públicas y procesos dignos de esta crisis.

Dos ejemplos: la falta de testeos masivos que es el mejor termómetro del problema, y el segundo: navegar un grave problema multidimensional sin un encuadre normativo consolidado.

Superpoderes

Sobre este punto vale la pena hacer un análisis en detalle. Los llamados superpoderes sanitarios que el presidente intenta lograr en el Congreso podrán tener varias áreas para mejorar, pero lo importante es no perder de vista la capacidad de dotar a la administración nacional y subnacional de un marco general de actuación.

Ahora, ¿esto no es algo que se podía prever antes y durante el último año de pandemia?

Para los que les gusta la política internacional comparada, seguramente saben que lo que el gobierno nacional intenta con la ley de encuadre es algo que le costó a Merkel su alianza con los conservadores bávaros, y a Boris Johnson un desmadre en Irlanda del Norte y el interminable brexit. Es decir, siempre habrá espacios antagónicos a los poderes de emergencia que rigen más allá de las facultades establecidas en momentos de calma.

Pero, esto no quita el problema: sin un sistema de consensos políticos informales que logre revertir un debate parlamentario de apoyos y esgrimas, es muy difícil gobernar en la Argentina, y también en Alemania.

Aun así, el costo de dejar para el futuro las urgencias del presente puede ser tan caro como planificar la respuesta a una pandemia en medio de un partido de la Copa América.

El otro frente

La pandemia no es el único frente récord que tenemos como país, pero sí describe tal cual el mismo síntoma de fiebre incansable: la inflación y el desmadre macroeconómico. Claramente, esta columna no puede definir en pocas líneas lo que los economistas más ilustres no logran explicar en libros, y millones de podcasts.

¿Será que el problema de la inflación se asemeja más a una pregunta de la sociología que de la política económica?

Lo que sí está claro es la incapacidad de normalizar, o "calmar" como diría el ministro de economía, a las variables macro de nuestro país. Sí es cierto que en algunos sectores la recuperación en pandemia es leve. También queda claro que la acumulación de reservas frente a un precio elevado de la soja también amortigua el tipo de cambio y provee de estabilidad a corto plazo.

Ahora bien, mientras el presidente giraba por Europa vendiendo un país normal, a los días de volver al país, su mismo gobierno implementó el cese de exportaciones a la carne. Seguramente de ambos lados de la absurda grieta que vivimos, economistas top me dirán las variopintas razones por las cuales se toma tal política pública. Seguramente, como en todo, en algo tienen razón en cada lado del argumento.

Lo que sí no podría discutirse (espero) es la disonancia total y absoluta en un cúmulo de días entre un país ordenado y un país que cambia reglamentaciones de manera repentina.

Un escenario: reunión del presidente y la titular del Fondo Monetario Internacional por la deuda (el tercer frente abierto) en Roma.

Queda claro que la falta de divisas es parte del problema de pago de la Argentina al programa más grande de la historia del Fondo. Bien, para lograr divisas hay que exportar. Para exportar hay que potenciar sectores competitivos de la economía. Entre ellos la ganadería y la producción de carne donde los índices de exportación mundial ponen al país entre el quinto o sexto lugar en cantidad de producción exportada.

Entonces, ¿es justo renegar de nuestros acreedores internacionales cuando confundimos nuestro propio mensaje dos veces en una semana?

Aún más, viendo la evolución de la misma política pública entre el 2009 y el 2016 demuestra que el único resultado fue la contracción de la capacidad y cantidad de exportación. Ahora bien: ¿debería el Gobierno implementar políticas para contener la inflación? Sí, absolutamente. Y agregaría: la diversificación a industrias que colaboren con la transición ecológica es tan urgente como la inflación.

Lo que no queda claro es el porqué de recetas que no traen resultados esperados y donde la información empírica adelanta esa conclusión mucho antes de que ocurra por segunda vez. Por eso, las discusiones multicausales de la inflación van atadas del gran problema del país: la falta de encuentros. 
En otras palabras, volver a plantear el problema como uno de tinte sociológico más que económico.

Los consensos

El tercer frente abierto también se viste como problema económico pero es más bien político. Urge la necesidad de resolver el tema de la sostenibilidad de la deuda con el fondo monetario y otros organismos multilaterales. 

La clave de la negociación tiene un punto de coincidencia con los otros dos frentes: necesita de consensos básicos a largo plazo para estabilizar la macroeconomía con variables dentro de las posibilidades del país. No es un dilema entre la nacionalización del aparato productivo o la liberalización de la economía; más bien es un debate mucho más finito. Es la capacidad de poner en marcha un plan de creación de riqueza, y su debida redistribución, de manera concertada por los frentes políticos antagónicos que copan los programas de televisión y no tanto los momentos de encuentro. 

Otra parte del problema es netamente de geopolítica. Si algo dejó en claro la gira por Europa del presidente es que la Argentina todavía tiene embajadores dispuestos a jugar por su país. Hablo del mismísimo papa Francisco. Su agenda con el país es de acercamiento con Estados Unidos, y los popes de la economía mundial. Pero las amistades internacionales no siempre salen gratis. Argentina, en la negociación con el fondo, deberá ceder en otros temas.

Quizás implique un cambio de política con respecto a la emergencia humanitaria y política en Venezuela, quizás sea con otro episodio fallido de rever la relación con Irán, Rusia y nuestro socio comercial más estratégico: China. Ante este panorama sería muy difícil que partes de la coalición gobernante terminen por rescindir sus pasiones hacia una hegemonía poscapitalista. Por eso, la negociación con el fondo es más que un problema económico, y puede ser un puente o preludio hacia rupturas internas en el frente gobernante que terminen detonando los consensos básicos que requiere un país en deuda. Un país en deuda con su pueblo, con sus enfermeras y docentes.

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