Por Federico Toledo,
Responsable de la Licenciatura en Psicología de UADE
Son millones los casos en todo el mundo de personas que han sufrido COVID-19 desde el inicio de la pandemia. Pero más allá de los daños físicos de la enfermedad, muchos continúan afrontando las consecuencias psicológicas del virus.
Un estudio publicado en febrero del 2021 por la Revista de la Asociación Médica Estadounidense de Psiquiatría indicó que el 30% de los recuperados de COVID-19 experimentaron Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT), un conjunto de síntomas a las que deben hacer frente aquellas personas que sienten haber estado ante una amenaza de vida. Los síntomas del TEPT pueden perdurar por un tiempo prolongado, incluso durante años, y si esta aflicción no es tratada por un profesional de la salud, puede condicionar completamente la vida de la persona que lo sufre, al punto de convertirse una pesadilla permanente.
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Por Federico Toledo,
Responsable de la Licenciatura en Psicología de UADE
Son millones los casos en todo el mundo de personas que han sufrido COVID-19 desde el inicio de la pandemia. Pero más allá de los daños físicos de la enfermedad, muchos continúan afrontando las consecuencias psicológicas del virus.
Un estudio publicado en febrero del 2021 por la Revista de la Asociación Médica Estadounidense de Psiquiatría indicó que el 30% de los recuperados de COVID-19 experimentaron Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT), un conjunto de síntomas a las que deben hacer frente aquellas personas que sienten haber estado ante una amenaza de vida. Los síntomas del TEPT pueden perdurar por un tiempo prolongado, incluso durante años, y si esta aflicción no es tratada por un profesional de la salud, puede condicionar completamente la vida de la persona que lo sufre, al punto de convertirse una pesadilla permanente.
¿Qué es un Trastorno de Estrés Postraumático?
Es una condición clínica caracterizada por la presencia de pensamientos, ideas o pesadillas que son abordadas sorpresivamente por el paciente y que lo posicionan nuevamente en el momento del trauma. El volver a experimentar esos recuerdos provoca ataques de pánico y dificultades para conciliar el sueño. Asimismo, este trastorno lleva a los individuos a evitar situaciones asociadas con el trauma, para no afrontar el malestar que conlleva.
Las conductas evasivas del conflicto pueden desembocar en una interrupción de la vida cotidiana del paciente, poniendo en riesgo su estabilidad personal, laboral y emocional. Los pensamientos incontrolables sobre la experiencia condicionan la capacidad para afrontar nuevos desafíos y generar nuevas amistades. Además, las pesadillas y los recuerdos repentinos pueden convertirse en una carga que prive de la sensación de libertad y de autocontrol al sujeto sobre su propia vida.
Abordar las dificultades
Este trastorno puede manifestarse en cualquier persona a lo largo de la vida, y la psicoeducación suele ser un recurso constructivo importante para ofrecer información al paciente y a sus familiares sobre la naturaleza de los síntomas. El tratamiento psicoterapéutico facilita el intercambio y la posibilidad de realizar catarsis mediante redes de apoyo. La posibilidad de poder exteriorizar las emociones y sentimientos asociados al episodio traumático, y la oportunidad de manifestar algo que se percibía como individual y que al compartirlo se transforma en un sufrir colectivo, son fundamentales para la recuperación del paciente.
Como destaca Carl Jung, médico psiquiatra y psicólogo suizo, no es posible lograr un cambio sino tenemos la voluntad para hacerlo. Para ello, el psicólogo forma una parte fundamental del proceso de recuperación y pronóstico.
Más allá de que aún queda mucho por conocer sobre el TEPT, el camino hacia la aceptación de nosotros mismos es un compromiso mutuo, entre el paciente y el terapeuta en la búsqueda de una mejora en el bienestar personal. Aceptarnos con nuestros miedos, enfrentando y reconociendo nuestros pequeños vicios.