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Ortega, el heredero de Somoza

Martes, 08 de junio de 2021 02:21

Con la detención de Cristiana Chamorro, principal candidata opositora para las elecciones presidenciales del 7 de noviembre, acusada de lavado de dinero a través de una fundación que administraba, el gobierno de Daniel Ortega cruzó el delgado límite que lo separaba del régimen de Anastasio Somoza, heredero de la dinastía que gobernó Nicaragua desde 1934 hasta 1979, cuando fue derrocado por la guerrilla del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), cuya continuidad histórica reivindica el actual mandatario.

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Con la detención de Cristiana Chamorro, principal candidata opositora para las elecciones presidenciales del 7 de noviembre, acusada de lavado de dinero a través de una fundación que administraba, el gobierno de Daniel Ortega cruzó el delgado límite que lo separaba del régimen de Anastasio Somoza, heredero de la dinastía que gobernó Nicaragua desde 1934 hasta 1979, cuando fue derrocado por la guerrilla del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), cuya continuidad histórica reivindica el actual mandatario.

La reacción negativa de la opinión pública ante la detención de la candidata opositora revela que el régimen "sandinista" teme perder las elecciones y no vacila en profundizar sus métodos represivos que incluyen la acción de bandas paramilitares encargadas de intimidar a los opositores y acusadas de perpetrar graves violaciones a los derechos humanos.

Ortega ya demostró saber sobrevivir a la adversidad. Gobernó once años, durante la fase ascendente del "sandinismo", con el apoyo de Cuba y de la Unión Soviética. En ese lapso, derrotó a la rebelión armada de la "contra", alentada por Washington. En 1990, el desgaste le hizo perder las elecciones presidenciales y, tras algunas vacilaciones, entregó pacíficamente el mando.

En aquella oportunidad fue electa Violeta Chamorro, madre de Cristiana y esposa de Pedro Chamorro, exdirector del diario La Prensa y cabeza de una tradicional familia nicaragüense, cuyo asesinato, perpetrado en 1978 por un comando paraestatal, generó una conmoción que catapultó a su viuda hacia el estrellato político y aceleró la caída del "somocismo".

La admisión de la derrota electoral le evitó a Ortega un final sangriento. En su decisión incidió entonces el cambio en el escenario mundial, signado por la debacle de la Unión Soviética y la presión de la Casa Blanca. Pero antes de transferir el mando forzó la firma de un "Pacto de Transición", que incluía la inmunidad procesal a los funcionarios del gobierno saliente y la preservación de la cúpula militar.

El acuerdo estipuló un singular proceso de regularización y legalización de la propiedad, conocido como la "piñata", que implicó la devolución de las propiedades confiscadas a los empresarios nicaraguenses exiliados en Estados Unidos y, en compensación, la transferencia de cuantiosos activos económicos, desde títulos financieros hasta lujosas viviendas y empresas rurales y comerciales, a la cúpula del FSLN, encabezada por Ortega.

Con una estructura económica basada en esa "nueva burguesía" y el sólido aparato político construido desde el poder, el líder "sandinista" sobrellevó su pasaje al llano. Tras perder las elecciones presidenciales de 1997 y 2002, en 2006 (dieciséis años después de su salida) logró triunfar y volvió al gobierno, con la firme intención de perpetuarse. En esta segunda etapa, que ya lleva quince años, el respaldo de Moscú fue sustituido por la ayuda de Venezuela.

Pero el escenario mundial volvió a cambiar y Ortega sufre sus consecuencias. La crisis de la economía venezolana le quitó a Nicaragua el abastecimiento de petróleo barato indispensable para el funcionamiento de su aparato productivo y la colocó en una situación semejante a la de 1990. En este contexto, el manotón de ahogado de Ortega fue apostar a la "carta china".

El gobierno suscribió un convenio con un consorcio empresario chino para la construcción de un canal interoceánico capaz de competir con el canal de Panamá. El proyecto, denunciado por la oposición como un gran negociado de la familia presidencial, quedó trunco. Beijing negoció un tratado con Panamá y se desentendió del tema.

Cambio de dinastía

Desde su retorno al poder, Ortega cogobierna con su esposa, Rosario Murillo, actual vicepresidenta, una poetisa que en la década del 70 fue combatiente guerrillera y luego escaló posiciones hasta convertirse primero en pareja y después en socia de su marido. Su influencia hace que Ortega haya proclamado que "en la presidencia, la Rosario es 50% y Daniel 50%".

En los círculos opositores, Murillo es comparada con Elena Ceausescu, la mujer del exlíder comunista rumano Nicolae Ceausescu, quien en la práctica funcionaba como primera ministra y terminó fusilada junto a su esposo. Sus detractores la comparan también con una figura mediática más conocida: Claire Underwood, la ambiciosa esposa de Francis Underwood, el personaje central de "House of Cards", la popular serie de Neflix.

A semejanza de lo que ocurría con el clan Somoza, los siete hijos de la pareja presidencial ocupan cargos directivos en organismos públicos, entre ellos en la Distribuidora Nacional de Petróleo y Pro-Nicaragua (el ente encargado del frustrado proyecto de canal interocéanico), y en numerosas empresas de su propiedad, que incluyen canales de televisión privados y emisoras radiales.

A diferencia de la etapa anterior, la gestión de Ortega fue menos ideológica y más pragmática.

Mostró una notable muñeca política para reclutar a viejos adversarios, como el expresidente Arnoldo Alemán (1997-2002), o disidentes del "sandinismo" como Edén Pastora, el mítico "Comandante Cero", que fue uno de los líderes de la guerrilla contra Somoza y luego el jefe de la Columna Sur de la "contra", quienes aceptaron ocupar cargos en el gobierno.

 En ese giro, Ortega anudó una alianza con un sector del empresariado local, basada en la distribución de prebendas estatales. Pero ese acuerdo, análogo al que sostuvo durante décadas en el poder a la dinastía Somoza, se rompió por los mismos motivos que aquél. El clan Ortega quiso avanzar sobre los negocios de los grupos económicos tradicionales. El resultado fue que el Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep) se erigió en ariete de la ofensiva opositora.
Ortega buscó asimismo un acercamiento con la jerarquía eclesiástica, históricamente hostil al “sandinismo”. Como prenda de paz, su gobierno se plantó contra la despenalización del aborto. En 2005, la pareja presidencial se casó por iglesia, en una ceremonia oficiada por el cardenal Miguel Ovando y Bravo, antiguo contrincante del régimen. Ortega pidió perdón por las viejas ofensas. El idilio finalizó cuando la Conferencia Episcopal condenó la represión a las movilizaciones que en 2019 acorralaron al régimen. Desde entonces, el desprestigio gubernamental llegó al punto que el Movimiento de Renovación Sandinista, una corriente disidente que desde 1995 reivindicaba el ideario originario del levantamiento contra Somoza, decidió cambiar su denominación por la de Unidad Democrática Renovadora. La razón fue que el término “sandinismo” había sido prostituido por Ortega, cuyo régimen presenta más semejanzas con la dictadura “somocista” que con el romanticismo revolucionario que animaba a aquella rebelión triunfante. Ese mismo punto de inflexión marcó en 1990 la derrota de Ortega a manos de Violeta Chamorro, que había integrado la primera junta de gobierno tras la caída de Somoza y pudo plantarse no como una restauración del antiguo régimen sino como una expresión de la “revolución traicionada”. Cristiana reasume ese mandato familiar. Ortega atraviesa una encrucijada: O negocia una retirada o corre el riesgo de repetir el trágico final de Somoza, ya en el exilio, fue asesinado en Asunción por un comando “sandinista” encabezado por el argentino Enrique Gorriarán Merlo, antiguo jefe del ERP.

* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico

 

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