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El “Negro” Toro y el adiós a un eterno buscador de la poesía

Falleció a los 82 años uno de los últimos poetas salteños de la denominada generación literaria del 60. Sus letras conforman un aporte excepcional para el patrimonio cultural de la provincia. 
Miércoles, 09 de junio de 2021 11:33

La muerte se lleva todo, menos el olvido: es lo único que no puede arrancarnos desde la perpetuidad de la memoria que queda y que recuerda. En lo que el ser humano deja como legado inmaterial, está la clave de ese desafío que a diario confronta la existencia y que pone de rodillas a la inmortalidad frente a lo efímero de la vida.
A veces el hombre siente que la muerte “lo ahoga con su propia saliva” y es entonces cuando se hace más sabio, cuando se hace más hombre, cuando empieza a trascender.
Así es que hoy nos toca despedir a un amigo que se fue a buscar la rima perfecta del soneto que aún no se ha escrito. Benjamín Toro, nuestro querido “Negro”, partió a las estrellas, despacio, serenamente, como anunciando su ausencia y sin hacer mucha bulla, porque ese era su estilo.
El “Negro” tenía 82 años. El almanaque le recordaba a cada instante que había nacido un 17 de enero de 1939 y que la Villa Cristina le había adosado la pobreza, pero también la magia de la poesía que con el tiempo fue volcando en coplas, cuentos, sonetos y elegías que componen una fuente inagotable de la cultura popular y que forman parte del patrimonio cultural de Salta.
Fue periodista de diario El Tribuno, director de la Biblioteca Provincial, fundador del grupo Presencia, impulsor de bibliotecas populares como la de Villa Cristina, director de Ediciones Sol Alto.
 

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La muerte se lleva todo, menos el olvido: es lo único que no puede arrancarnos desde la perpetuidad de la memoria que queda y que recuerda. En lo que el ser humano deja como legado inmaterial, está la clave de ese desafío que a diario confronta la existencia y que pone de rodillas a la inmortalidad frente a lo efímero de la vida.
A veces el hombre siente que la muerte “lo ahoga con su propia saliva” y es entonces cuando se hace más sabio, cuando se hace más hombre, cuando empieza a trascender.
Así es que hoy nos toca despedir a un amigo que se fue a buscar la rima perfecta del soneto que aún no se ha escrito. Benjamín Toro, nuestro querido “Negro”, partió a las estrellas, despacio, serenamente, como anunciando su ausencia y sin hacer mucha bulla, porque ese era su estilo.
El “Negro” tenía 82 años. El almanaque le recordaba a cada instante que había nacido un 17 de enero de 1939 y que la Villa Cristina le había adosado la pobreza, pero también la magia de la poesía que con el tiempo fue volcando en coplas, cuentos, sonetos y elegías que componen una fuente inagotable de la cultura popular y que forman parte del patrimonio cultural de Salta.
Fue periodista de diario El Tribuno, director de la Biblioteca Provincial, fundador del grupo Presencia, impulsor de bibliotecas populares como la de Villa Cristina, director de Ediciones Sol Alto.
 

Benjamín Toro inmortalizado en una caricatura de José Serrudo.

 

En el año 1983 recibió la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE). En 1999 fue nombrado Personalidad Destacada por el Concejo Deliberante de la ciudad de Salta. En el año 2000 recibió el Premio Persona y en el 2011 la Pluma de Plata como escritor del año.
Formó parte de la ilustre generación literaria del 60, junto a poetas y escritores como Miguel Ángel Pérez, Holver Martínez Borelli, Walter Adet, Jacobo Regen, Carlos Hugo Aparicio, Luis Andolfi, Teresa Leonardi Herrán, Santiago Sylvester, Hugo Ovalle y Leopoldo Castilla, entre otros.
Entre su obra édita figuran la antología poética “17 jóvenes poetas de Salta” (1964), “Excedido cielo” (poesía, 1972), “La mariposa negra” (cuentos, 1979), “El otoño y sus rostros” (poema, 1983), “Paula y las ciegas” (cuentos, 1989) y “Cauce y remolino” (poesía, 2000), “De Orilla a Orilla” (poemas 2010) y su última creación, “Sorbos de la Memoria” (Poemas, 2021) que fue presentado en familia y con algunos amigos en su hogar, el pasado 17 de enero, día de su cumpleaños.
Sobre esta última obra Raúl Rojas dijo: “Benjamín Toro, en este libro, parece que se va, pero anda recogiendo sus retazos para volver a armarlos como un rompecabezas de su vida. Se muestra así, tan simple como el agua y tan complejo como su materia. Un hombre con todo el amor a cuestas”.
Es que el “Negro” Toro era así de simple y transparente, como el agua cristalina de aquellas acequias de la Villa, cuando, a falta de juguetes, sabía andar con una rana en el bolsillo.
“Una vez mi tata me llevó una rana de regalo, pero un día el gato se la comió. Y yo lo acogotaba al gato para que vomite la rana, pero nada. Mi tata era albañil y pintor de brocha gorda, al mismo tiempo que un hombre de los mil oficios”, recordaba Benjamín en una entrevista de hace unos años atrás sobre su infancia, cuna de su humildad y sencillez.
Esa infancia lo fue forjando desde la alegría del mate cocido con bollo y la ruedita con un palo o un viejo trompo, en la esquina de Islas Malvinas y San Luis, con el canal de la Esteco como cómplice de aventuras, cuando “Pinguera” les contaba a los changos sobre supuestas proezas sexuales.
Amante del boxeo, hay quienes aseguran que el “Negro” alguna vez se calzó los guantes en un improvisado ring, pero que fue descalificado por “usar la cabeza”.
Hincha de River, sin ser fanático, le gustaba el fútbol un poco menos que la pesca, en el río y con “el agua al pupo”.
Uno de los recuerdos más preciados de su juventud es una foto junto a los actores Yul Brinner y Tony Curtis, cuando en el año 1962 filmaron en Salta la película Taras Bulba, donde obtuvo un papel de extra. Pero sin dudas el papel más importante para él fue su familia: Raquel, su esposa, y sus hijos Tupac, Daniela, Holber y Carla.
Coplas con rigor; sonetos con métrica y rimas precisas, para el “Negro” Toro la poesía era la búsqueda constante y el motivo para un inconformismo permanente. “Sí, estoy en la búsqueda de algo que todavía no conseguí y por eso la poesía aún no está conjugada como uno la siente o quiere decir. Tiene que ver un poco con esto de tener miedo de morir, pero mucha bronca de seguir viviendo. La vida es un camino que no tiene sentido y la búsqueda sería tratar de encontrarle sentido a la vida. A lo mejor la poesía está para eso”, explicaba en aquel inolvidable reportaje.
Enterado de su deceso, su amigo y compadre, Miguel Angel Cáseres, escribió:
Las calles,/ amigas de tantas madrugadas,/ vistieron su mejor gala y dieron despedida sin palabras.
Su vieja lapicera,/ confidente enamorada,/ sin el calor de su mano/ se suicidó esta mañana.
Cómo un réquiem y tal vez presintiendo su destino, Benjamín Toro había juntado a su familia y a un puñado de amigos en su casa para presentar “Sorbos de la Memoria”, una antología de su obra con poemas nuevos. “Yo soy el Carnaval y voraceo, cuando baja el verano a las acequias”, recitó a los presentes y fue como una comunión entre sus amigos, con el vino y el pan de su buen humor.
Se fue el Negro y, como presintiendo, nos dejó su copla perfecta:
“Dentro de la vida queda
la ausencia de quien se va,
cuando uno quiere olvidarlo,
lo recuerda un poco más”.

Hasta siempre Negro. Ya nos volveremos a juntar para hablar de poesía.

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