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El Mercosur ante una de las pruebas más duras de su historia

La decisión uruguaya de “sacarse lastre” es el síntoma del progresivo deterioro que inhibe indispensables acuerdos estratégico
Domingo, 11 de julio de 2021 02:20

La decisión del Gobierno uruguayo de iniciar tratativas bilaterales con países ajenos al Mercosur no constituye de por sí una actitud rupturista pero pone de manifiesto una crisis en el bloque regional que asoma desde hace varios años y que nace de problemas estructurales de la economía regional. Esos problemas son la explicación, también de la creciente irrelevancia del bloque y de Sudamérica en el contexto de la economía mundial.

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La decisión del Gobierno uruguayo de iniciar tratativas bilaterales con países ajenos al Mercosur no constituye de por sí una actitud rupturista pero pone de manifiesto una crisis en el bloque regional que asoma desde hace varios años y que nace de problemas estructurales de la economía regional. Esos problemas son la explicación, también de la creciente irrelevancia del bloque y de Sudamérica en el contexto de la economía mundial.

La controversia actual gira en torno del Arancel Externo Común (AEC) al que los países se obligan como socios y que constituye un medio de proteger la industria "intrabloque". Ese arancel, que promedia un 14%, casi triplica el promedio de los aranceles vigentes en el mundo. Al poner un arancel alto, se encarece la importación de productos con valor agregado con la idea de facilitar la industrialización en unas economías donde prevalecen las exportaciones con escaso valor incorporado. Esa barrera proteccionista tiene otro efecto, y es que, al cerrar la economía, se limitan demasiado la competencia interna y los estímulos para la modernización tecnológica de estos países.

Es decir, se trata de una ecuación donde las incógnitas son muy complejas. Tan complejas, que Fernando Henrique Cardoso y Lula, históricos adversarios brasileños, coinciden en llamar a la reflexión al entusiasmo aperturista de Jair Bolsonaro y su ministro Paulo Guedes. El economista Héctor Rubini calificó en un reciente artículo las declaraciones Guedes como "un nuevo bidón de nafta al fuego". El ministro brasileño había dicho que "o modernizamos el Mercosur o tendremos un problema. Los ministros de Uruguay y Paraguay están con nosotros".

La cita muestra un aislamiento de la Argentina que acaba de entregar la presidencia a tempore del Mercosur a Brasil. Sin embargo, el conservador y moderado expresidente Julio M. Sanguinetti denuncia falta de una visión y definición estratégica de su país: "Qué queremos. ¿Vender tapabocas a Singapur?".

Problemas en el timón

Sin embargo, los cambios de gobiernos producidos a partir de 2015 en la región colocaron al Mercosur en un estado de inmovilidad del que no se ve la posibilidad inmediata de recuperación. Por una parte, la ideologización del bloque es una bomba de tiempo, porque no hay una sino dos miradas sobre el continente y su futuro. Por otra, la economía regional no ayuda para nada.

En marzo, Fernández y Lacalle se cruzaron exactamente por esta cuestión: el presidente uruguayo dijo que el bloque no debería ser un lastre y su par argentino, con su discutible estilo diplomático le respondió que "el que sienta que somos un lastre, que se tome otro barco". La pregunta es si Uruguay y también Brasil no están pensando seriamente esa posibilidad.

La metáfora náutica fue retomada en un artículo del economista Dante Sica y el politólogo Andrés Malamud: "Ulises se ató al mástil: así pudo navegar por el estrecho de las sirenas sin ceder a la tentación de su canto. El truco funcionó porque el barco no se hundió: atarse al mástil sirve cuando la embarcación flota. En caso contrario, no conviene".

¿Se está hundiendo el Mercosur? ¿Ha ingresado en un proceso de disolución? No es momento para pronósticos. Lo que es cierto y verificable es el deterioro económico de todo Sudamérica y la enorme impotencia regional para frenar la pobreza y construir empleo genuino. La región sufre las consecuencias de tres frustraciones: el fin de la ilusión de la industrialización para sustituir importaciones y los sueños de primer mundo que crearon un marco propicio para las políticas de apertura y desregulación de los años '90. La revolución bolivariana que emergió de la crisis de principios de siglo, efectivamente, naufragó: el la demolición de Venezuela es un caso extremo, pero en distinto grado, ningún país del subcontinente tiene hoy certezas de futuro. Y los "cantos de sirena", como ocurría en la Odisea, conducen a la catástrofe.

Un mundo difícil

La nueva ilusión es ahora China. Pero nada indica que no sea otra cosa que una ilusión y una subordinación regional mucho más contraproducente que ninguna anterior.

El Mercosur, en tanto pierde espacio. Según el economista Marcelo Elizondo, el bloque representa apenas el 2,9% del producto bruto mundial y el 1,4% de las exportaciones totales a nivel global. El intercambio internacional, del que participa se circunscribe al comercio de bienes. A China, ¿le interesará otra cosa que nuestros alimentos, nuestra energía y nuestra posición geopolítica?

Sudamérica y el Mercosur están en posición de debilidad. Dentro del Bloque, el crecimiento es asimétrico las ventajas de Brasil dejan muy atrás a la Argentina. Fernández puede invitar a todos a "tomarse el barco", pero, ¿puede salir indemne? El Mercosur es el primer destino de exportación del país y primer origen de importaciones. La crisis regional pone a cada país en situación de vulnerabilidad. El peso de las ideologías creó, distorsionó y destruyó muchos intentos para construir una estrategia común, que es la única forma de ganar relevancia y afrontar un nuevo orden mundial donde China se muestra hoy con un aura mesiánica poco creíble para el análisis político.

 

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