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Nueva guerra fría: Oriente vs. Occidente

Jueves, 15 de julio de 2021 02:34

La llegada de Joe Biden a la Casa Blanca aceleró un drástico reacomodamiento en el tablero geopolítico mundial, signado por la competencia por el liderazgo entre Estados Unidos y China.

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La llegada de Joe Biden a la Casa Blanca aceleró un drástico reacomodamiento en el tablero geopolítico mundial, signado por la competencia por el liderazgo entre Estados Unidos y China.

La decisión de Biden de impulsar la creación de una "alianza de las democracias", con la participación de los socios de la OTAN y los países amigos de Washington en los cinco continentes, fortaleció la determinación de China y Rusia de forjar una alianza estratégica, en principio de carácter defensivo, para contener lo que definen como una ofensiva norteamericana contra sus respectivos regímenes políticos.

Ya en su primera conferencia de prensa sobre política exterior Biden planteó con total claridad su visión sobre la existencia de una competencia geopolítica entre dos modelos de gobernabilidad. En ese sentido, comparó al presidente chino Xi Jinping, con su colega ruso, Vladimir Putin, "que piensa que la ola del futuro es la autocracia y que la democracia no funciona en un mundo cada vez más complejo". Calificó este desafío como "una batalla entre la utilidad de las democracias en el siglo XXI y las autocracias".

La respuesta llegó apenas días más tarde cuando el canciller chino, Wang Yi, y su par ruso, Sergei Lavrov, acusaron a Estados Unidos de interferir en sus asuntos internos y reclamaron a Washington "que reflexione sobre el daño que le ha causado a la paz y el desarrollo globales en los últimos años".

 

Desde entonces, Beijing y Moscú multiplicaron sus contactos y publicitaron un acercamiento que había comenzado cautelosamente hace ya varios años, cuando Xi Jinping y Putin decidieron dejar atrás una larga historia de rivalidad para ensayar un camino de cooperación recíproca. En lo económico, el vínculo entre ambos países viene aumentando sensiblemente. Las sanciones económicas occidentales ayudaron a incrementar esa relación. China es hoy el segundo mercado para las exportaciones rusas, después de la Unión Europea. Rusia se ha convertido en un importante proveedor de petróleo y gas para el coloso asiático.

Pero el signo más elocuente de la nueva alianza se expresa en tres decisiones estratégicas:

* La realización de ejercicios militares conjuntos.

* La intensificación de la cooperación nuclear entre ambos países, que implica la instalación de una red de reactores nucleares con tecnología rusa en territorio chino.

* El acuerdo para trabajar conjuntamente en la creación de una estación interespacial en la Luna, que estaría operable en 2035. Es imposible exagerar el impacto mundial de estos acuerdos en marcha.

Pasado y presente

En 2016, el año anterior a su muerte, Zbigniew Brzezinski, uno de los dos principales arquitectos de la política exterior estadounidense en las últimas décadas, advirtió que "el escenario más peligroso sería una gran coalición entre China y Rusia, unidas no por ideología sino por reclamos complementarios".

En alusión a la experiencia de la guerra fría, expresaba que esa alianza "sería una reminiscencia de la escala y el alcance del desafío planteado una vez por el bloque chino-soviético, aunque esta vez China probablemente sea el líder y Rusia el seguidor".

Al mismo tiempo, Henry Kissinger, el otro gran artífice de la estrategia de Washington, aconsejaba al gobierno republicano de Donald Trump la conveniencia de una aproximación con Rusia para reducir el espacio de influencia chino. La propuesta de Kissinger era una variante similar, aunque inversa, a la que había protagonizado en 1972 como asesor de seguridad nacional durante otra administración republicana, encabezada por Richard Nixon, cuando impulsó una relación especial con la China de Mao para fracturar la brecha abierta entre Beijing y Moscú, en una audaz jugada diplomática que alteró el devenir de la guerra fría.

Para dos naciones memoriosas y orgullosas de sus largas tradiciones históricas, esta convergencia es también una revancha histórica frente a esa maniobra orquestada exitosamente hace medio siglo. Cuando Xi Jinping asumió su mandato su primer viaje al exterior tuvo como destino Moscú. Al otorgarle a Putin la "medalla de la amistad", el mandatario chino afirmó que su colega ruso era "su mejor amigo, el más íntimo". En retribución, Putin destacó que Xi Jinping era el único jefe de Estado del mundo con quien había celebrado su cumpleaños.

Mientras los documentos oficiales de seguridad nacional de Estados Unidos designan a China y Rusia como "competidores estratégicos", China y Rusia proclaman la existencia de una "alianza estratégica integral". Xi Jinping afirma que es "la relación bilateral más importante del mundo y la mejor relación entre los grandes países". Putin, obligado a conciliar el acérrimo nacionalismo ruso con su situación de inferioridad en relación a China, explica que "la lucha principal, que ahora está en marcha, es la del liderazgo mundial y no vamos a enfrentar a China en esto".

Beijing-Moscú-Teherán

Un factor disruptivo en este escenario es la presencia de Irán, una potencia mediana pero provista de una enorme capacidad potencial de daño, decidida a alinearse con China y Rusia en un frente común contra lo que califica de "amenaza estadounidense".

El régimen chiíta pretende resguardarse bajo el paraguas sino-ruso para amortiguar los efectos de las sanciones económicas occidentales dictadas en respuesta al plan nuclear iraní.

Beijing y Moscú incrementaron fuertemente sus lazos económicos y políticos con Teherán, aunque se cuidan de alinearse abiertamente en el conflicto entre Teherán y Washington. No obstante, el poder de veto de ambas potencias en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas es una salvaguarda para los iraníes. 
Las maniobras navales conjuntas realizadas este año por los tres países en el océano Índico constituyeron un episodio inédito. 
Este incipiente eje Beijing-Moscú- Teherán es gigantesco demográficamente, ya que los tres países suman más de 1.600 millones de habitantes, lo que equivale al 21% de la población mundial, y también inmenso geográficamente, con una superficie de 29 millones de kilómetros cuadrados. 
En términos económicos, representa el 22% del producto bruto mundial.
Esta triple alianza se fortaleció durante la guerra civil en Siria. Los tres países evitaron que la coalición de las potencias occidentales y sus socios de las monarquías petroleras árabes derrocara al régimen de Bashar al-Ássad y aprovecharon la oportunidad para consolidar una base de operaciones militares situada estratégicamente cerca de Irán, al sur de Rusia y al oeste de China. 
Simultáneamente, por separado pero en una sugestiva sincronía, China, Rusia e Irán aumentaron su presencia económica y política en América Latina, en claro desafío a la tradicional hegemonía estadounidense en la región.

Democracia o autoritarismo

El bloque occidental, liderado por Estados Unidos, y el bloque oriental, encabezado por China, compiten por la hegemonía en un escenario signado por la globalización económica, que genera un entramado de intereses compartidos que funciona como un contrapeso a la exacerbación de los conflictos. 
En este nuevo juego global, Estados Unidos y sus aliados occidentales enarbolan las banderas de la democracia y la defensa de los derechos humanos frente al avance de los regímenes autoritarios, mientras que China y sus socios de Oriente, que no están en condiciones de proponer un modelo alternativo a las democracias occidentales, reivindican los principios de la soberanía nacional irrestricta y de no intervención en los asuntos internos de los estados. Guste o no, este es el mundo en que nos toca vivir.
 * Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico

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