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Bordado en bastidor, una técnica en auge que se aproxima al arte

Permite plasmar de forma minuciosa, en relieve y muy estética los más diversos dibujos. La artista Cecilia Toconás se dedica a elaborar y enseñar a hacer diversos productos.
Sabado, 03 de julio de 2021 15:03

Dicen en el sitio bordadosconpaciencia.blogspot.com que el bordado en bastidor, “como todo lo hecho a mano, ha vuelto, en gloria y majestad”. También que “ya no hay que tener edad de abuelita para dedicarse a cosas lindas realizadas con nuestras manos”. En los últimos dos años se han multiplicado las páginas -como esa- que ofrecen cursos para aprender esta técnica que da como resultado dibujos en relieve, sumamente estéticos, una alternativa para vestir las paredes que es tendencia y puede suplir, o combinarse, con cuadros al óleo y platos. 
Recorriendo estas webs que promocionan patrones, materiales, videos tutoriales y recomendaciones, el internauta sale animado a convertirse en principiante de este arte, porque lo presentan como una actividad de fácil acceso, en la que se emplean materiales económicos y cuyas técnicas abarcan un espectro amplio, entre básicas, intermedias y avanzadas.
Dicen en bordadosconpaciencia.blogspot.com, que bastan “telas, agujas e hijos... El resto es imaginación”. Pero el requisito indispensable, sin dudas, es contar con un bastidor. Este instrumento se usa como soporte y marco del bordado, e incluso una vez finalizada la pieza no se la saca de él, sino que se la cuelga directamente con él. Refiere la web de Torrico inspira tu creatividad que el momento exacto de cómo y dónde se origina el bastidor “es un misterio, aunque existe evidencia de que comenzó (a emplearse) por el siglo XVIII. Se dice que se usó en la creación de encaje de tambor y que se le otorgó el nombre de marco de tambor”.
La herramienta consiste en un par de bastidores concéntricos, uno encajado dentro del otro, y a su vez uno de los dos marcos es mayor que el otro y viene con un tornillo para apretar el dispositivo, y ha llegado a nuestros días con la misma función de ayudar a mantener la tela bien estirada para que se pueda bordar sobre ella. 
“Haz que un simple bastidor desde ahora en adelante sea tu mejor amigo”, pregonan desde Torrico inspira tu creatividad y El Tribuno encontró en Facebook un caso que podría ajustarse a esta máxima, en el que el bastidor paso de presencia grata a oficio que le cambió la vida a una persona. 
Cecilia Toconás es jujeña, pero vive en Salta hace trece años. Llegó para estudiar el Profesorado de Letras en la Universidad Nacional de Salta, donde cursó dos años y luego se pasó al Profesorado de Lengua y Literatura del Instituto de Educación Superior Nº 6040, de Vaqueros, cambio que le permitió trabajar durante el día en una biblioteca comunitaria y cursar en el turno vespertino. 
“Mis comienzos con el bordado están marcados por el inicio de una crisis personal. Estaba mal anímicamente con mi pareja de ese momento y cargando mucha frustración. Decidí hacer algo que me quitara mentalmente de donde estaba y le pedí a mi mamá que me enseñe a bordar. Así comenzó un camino de ida en el bordado”, se sincera. Justamente los beneficios terapéuticos del bordado están bien descriptos en Bordandoarte.com: “Sacas la aguja, insertas la aguja, vuelves a sacar la aguja y vuelves a insertarla. La naturaleza rítmica y repetitiva de bordar es reconfortante, calmante y contemplativa”. 
Cecilia lo confirma, “el bordado pasó de terapia, de que lo usara como un escape a, luego de que me separé, una salida laboral. Y hoy es parte de mi vida como una pieza fundamental”. También se inmiscuye en este génesis o renacimiento la empatía femenina y ancestral de su mamá, Francisca Méndez (62), profesora de Letras que le enseñó a Cecilia a bordar. 
“Desde que yo era pequeña mi mamá sabía que mi camino era el arte. Primero la escritura de poemas, luego costuras sencillas para finalmente dejar todo para dedicarme profesionalmente como bordadora”, relata suavemente este gesto anticipatorio que todas las madres suelen sentir como corazonadas en el pecho y que se cumplen con la fuerza de una profecía milenaria. 
“Mi mamá cosía para darnos de comer durante los 90. Ella trabajaba ad honorem en un hospital con la esperanza de que un día le saliera un contrato. Cosía sobre todo para los y las médicas del hospital. Mientras tanto seguía estudiando el profesorado. De día trabajaba en el hospital, luego cosiendo ropa, remendándola, y muchas veces me sentaba con ella, de curiosa”, describe. Añade que así aprendió, “viendo y preguntando”. “Mi mamá casi siempre me daba tareas para mantenerme entretenida”, sintetiza. “Hoy tengo aún una muñeca de trapo que ella me hizo para mi noveno cumpleaños. Tiene su carita bordada y es mi tesoro”, cuenta. 
Cecilia es la menor de tres hermanas. De Noelia (38), profesora de Música, y Verónica (36), enfermera, comenta que “son mi apoyo y sostén diario. Ellas siempre me dicen: ‘No entendemos de arte, pero nos emociona leerte o ver tus bordados’”.

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Dicen en el sitio bordadosconpaciencia.blogspot.com que el bordado en bastidor, “como todo lo hecho a mano, ha vuelto, en gloria y majestad”. También que “ya no hay que tener edad de abuelita para dedicarse a cosas lindas realizadas con nuestras manos”. En los últimos dos años se han multiplicado las páginas -como esa- que ofrecen cursos para aprender esta técnica que da como resultado dibujos en relieve, sumamente estéticos, una alternativa para vestir las paredes que es tendencia y puede suplir, o combinarse, con cuadros al óleo y platos. 
Recorriendo estas webs que promocionan patrones, materiales, videos tutoriales y recomendaciones, el internauta sale animado a convertirse en principiante de este arte, porque lo presentan como una actividad de fácil acceso, en la que se emplean materiales económicos y cuyas técnicas abarcan un espectro amplio, entre básicas, intermedias y avanzadas.
Dicen en bordadosconpaciencia.blogspot.com, que bastan “telas, agujas e hijos... El resto es imaginación”. Pero el requisito indispensable, sin dudas, es contar con un bastidor. Este instrumento se usa como soporte y marco del bordado, e incluso una vez finalizada la pieza no se la saca de él, sino que se la cuelga directamente con él. Refiere la web de Torrico inspira tu creatividad que el momento exacto de cómo y dónde se origina el bastidor “es un misterio, aunque existe evidencia de que comenzó (a emplearse) por el siglo XVIII. Se dice que se usó en la creación de encaje de tambor y que se le otorgó el nombre de marco de tambor”.
La herramienta consiste en un par de bastidores concéntricos, uno encajado dentro del otro, y a su vez uno de los dos marcos es mayor que el otro y viene con un tornillo para apretar el dispositivo, y ha llegado a nuestros días con la misma función de ayudar a mantener la tela bien estirada para que se pueda bordar sobre ella. 
“Haz que un simple bastidor desde ahora en adelante sea tu mejor amigo”, pregonan desde Torrico inspira tu creatividad y El Tribuno encontró en Facebook un caso que podría ajustarse a esta máxima, en el que el bastidor paso de presencia grata a oficio que le cambió la vida a una persona. 
Cecilia Toconás es jujeña, pero vive en Salta hace trece años. Llegó para estudiar el Profesorado de Letras en la Universidad Nacional de Salta, donde cursó dos años y luego se pasó al Profesorado de Lengua y Literatura del Instituto de Educación Superior Nº 6040, de Vaqueros, cambio que le permitió trabajar durante el día en una biblioteca comunitaria y cursar en el turno vespertino. 
“Mis comienzos con el bordado están marcados por el inicio de una crisis personal. Estaba mal anímicamente con mi pareja de ese momento y cargando mucha frustración. Decidí hacer algo que me quitara mentalmente de donde estaba y le pedí a mi mamá que me enseñe a bordar. Así comenzó un camino de ida en el bordado”, se sincera. Justamente los beneficios terapéuticos del bordado están bien descriptos en Bordandoarte.com: “Sacas la aguja, insertas la aguja, vuelves a sacar la aguja y vuelves a insertarla. La naturaleza rítmica y repetitiva de bordar es reconfortante, calmante y contemplativa”. 
Cecilia lo confirma, “el bordado pasó de terapia, de que lo usara como un escape a, luego de que me separé, una salida laboral. Y hoy es parte de mi vida como una pieza fundamental”. También se inmiscuye en este génesis o renacimiento la empatía femenina y ancestral de su mamá, Francisca Méndez (62), profesora de Letras que le enseñó a Cecilia a bordar. 
“Desde que yo era pequeña mi mamá sabía que mi camino era el arte. Primero la escritura de poemas, luego costuras sencillas para finalmente dejar todo para dedicarme profesionalmente como bordadora”, relata suavemente este gesto anticipatorio que todas las madres suelen sentir como corazonadas en el pecho y que se cumplen con la fuerza de una profecía milenaria. 
“Mi mamá cosía para darnos de comer durante los 90. Ella trabajaba ad honorem en un hospital con la esperanza de que un día le saliera un contrato. Cosía sobre todo para los y las médicas del hospital. Mientras tanto seguía estudiando el profesorado. De día trabajaba en el hospital, luego cosiendo ropa, remendándola, y muchas veces me sentaba con ella, de curiosa”, describe. Añade que así aprendió, “viendo y preguntando”. “Mi mamá casi siempre me daba tareas para mantenerme entretenida”, sintetiza. “Hoy tengo aún una muñeca de trapo que ella me hizo para mi noveno cumpleaños. Tiene su carita bordada y es mi tesoro”, cuenta. 
Cecilia es la menor de tres hermanas. De Noelia (38), profesora de Música, y Verónica (36), enfermera, comenta que “son mi apoyo y sostén diario. Ellas siempre me dicen: ‘No entendemos de arte, pero nos emociona leerte o ver tus bordados’”.

Foto Pablo Yapura

La COVID-19 fue el viento en las alas de Cecilia Toconás

Cecilia es una poeta. Que etimológicamente la palabra texto provenga del latín “textus”, y este a su vez proceda de “textere” “tejer, trenzar”, es para quien cabalga entre tejidos de palabras una afortunada metáfora. Así para Cecilia, el vínculo entre los hilos bordados y las letras “está en la creación”. “En este momento estoy escribiendo muy poca poesía y un día hablaba con una amiga poeta, y le decía que estoy escribiendo poco o casi nada, casi como un autorreproche. Me contestó: ‘¡Pero claro! ¡Si estás creando tus bordados! ¡Estás escribiendo, pero con hilos!’. Me sentí comprendida”, expresa.

Puesta a entrelazar sus actividades salidas del alma, detalla: “Siento que hago poesía en algunos bordados, sobre todo aquellos que no tienen dueño, que son míos o son de nadie y que son inacabados, donde juego con los colores y con las formas. Ahí no suelo ni siquiera tener un patrón o dibujo para rellenar, sino que dejo que la aguja me guíe así como hacía la lapicera cuando escribía”, afirma.

La irrupción de la pandemia también le mostró su cariz de oportunidad entre tanta crisis. “Me encerré a bordar y bordar. Una persona me pregunto por qué no vendía y abrí una tienda on line. Empecé a hacer fotos de los bordados y luego comencé a coser barbijos”, agrega.

Particularmente los tapabocas “fueron un trampolín para conocer gente, pero sobre todo a mujeres maravillosas. Había pocas personas cosiendo barbijos, y yo comencé a tomar pedidos. Los hacía con o sin bordados. Esto me sostuvo todo 2020 económicamente. Hoy siento que mis barbijos crecieron, los veo en la calle y los reconozco y me siento orgullosa de ese producto”, dice. Aunque aclara que el momento de bordar en su caso se caracteriza por la soledad, inició el dictado de talleres para crear un espacio de bordado colectivo. “Bordar acompañadas, charlando o en silencio pero cómodas entre compañeras. Hablo sobre todo en femenino porque he tenido y aun tengo afortunadamente muchas bordadoras mujeres, pero también algunos hombres.

Mi primer alumno varón fue en un merendero de zona norte. Él estaba tratando de salir de las drogas, así es que su puntada era lenta y muy prolija”, recuerda. Para estas capacitaciones usó su experiencia ganada en 2019 cuando daba talleres para el Ministerio de Primera Infancia en bibliotecas populares, merenderos o centros vecinales.

“A veces lo recuerdo y siento que ellos me enseñaron más de lo que yo les di. Hoy doy talleres de bordado mensuales así es que ya no bordo tan sola. Un día a la semana durante dos horas enseño y aprendo bordado”, comenta, humilde. Mirando hacia el futuro, su mirada es clara, e igualmente noble: “Deseo tantas cosas para mí y mi emprendimiento, pero voy a tratar de enumerarlas: desearía ser una proveedora de insumos para bordado a precios accesibles.

Para eso tengo planes, algún día, de pedir un préstamo para emprendedoras y dar ese salto, hasta la mercería especializada en bordado no paro. Un sueño más terrenal es poner hermosa mi casa taller para dar las clases de bordado aquí, rodeada de mis cuadros bordados y flores. Ahora que estamos en invierno estoy haciendo gorritos bordados y siento que mutaré a algo diferente: colgantes bordados, kit de bordado, custom de ropa”.

En redes
Soy Bordando es la cuenta de Instagram de Cecilia Toconás y Cecilia Toconás es su cuenta de Facebook. Ella muestra allí sus trabajos y comparte hermosas reflexiones sobre su vida de bordadora. 

 


 

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