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¿Por qué persiste el populismo?

Viernes, 20 de agosto de 2021 02:44

Ideas y regímenes. Keynes decía que las ideas son más importantes que los intereses, y tal vez tenía razón. En efecto, en los treinta del Siglo XX, a pesar de la formidable retracción mundial generada por la crisis de 1929, Gran Bretaña y otras democracias seguían aferradas al "laissez-faire" (dejar hacer), que era la concepción dominante en economía. Sin embargo, algunos países no eran tan entusiastas de este "dejar hacer", y ante las crisis económicas recurrentes que caracterizaban a las economías de mercado, reaccionaron con alternativas como el comunismo en la Rusia soviética y posteriormente el fascismo de la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler, economías en las que las alternativas propuestas se basaban en opciones "populares" tales como el protagonismo del proletariado (declamado pero nunca puesto en práctica) y el "liderazgo del pueblo contra la asfixia de los judíos" u otros enemigos similares e igualmente inexistentes, pero muy apropiados para ejercer el poder con mano de hierro.

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Ideas y regímenes. Keynes decía que las ideas son más importantes que los intereses, y tal vez tenía razón. En efecto, en los treinta del Siglo XX, a pesar de la formidable retracción mundial generada por la crisis de 1929, Gran Bretaña y otras democracias seguían aferradas al "laissez-faire" (dejar hacer), que era la concepción dominante en economía. Sin embargo, algunos países no eran tan entusiastas de este "dejar hacer", y ante las crisis económicas recurrentes que caracterizaban a las economías de mercado, reaccionaron con alternativas como el comunismo en la Rusia soviética y posteriormente el fascismo de la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler, economías en las que las alternativas propuestas se basaban en opciones "populares" tales como el protagonismo del proletariado (declamado pero nunca puesto en práctica) y el "liderazgo del pueblo contra la asfixia de los judíos" u otros enemigos similares e igualmente inexistentes, pero muy apropiados para ejercer el poder con mano de hierro.

 

Como es sabido, la Segunda Guerra Mundial acabó con el fascismo en Alemania, Italia y otros países, a la vez que las contradicciones internas del comunismo provocaron su implosión en China, Rusia y otros países que intentaron practicarlo años después, imponiéndose nuevamente la economía de mercado en todos estos países, si bien con marcos institucionales que bloqueaban los contrapesos que estas economías tienen ante desvíos varios, tales como el desempleo y la corrupción por ejemplo, contrapesos consistentes en las amplias libertades en todos los terrenos junto a una sólida distribución del poder en distintos estamentos (ejecutivo, legislativo y judicial) y un respeto irrestricto a la libertad de prensa.

Crecimiento en libertad

Las dificultades experimentadas por las economías de mercado, principalmente las grandes crisis económicas con sus secuelas de desempleo e inestabilidad laboral y social, fueron resueltas con el "fuego cruzado" de las propuestas teóricas de alternativa de Keynes enfrentando el "laisez-faire" que se había mostrado frágil e incompetente para resolver las crisis, por un lado, y las iniciativas de política económica que, por otro lado, proponían que si las economías estaban sobresaturadas de recursos ociosos (mano de obra y capital) y al mismo tiempo estaban estancadas, "un empujoncito" del Estado las ayudaría a recuperar la producción y el empleo, como dramáticamente lo demostró justamente la Segunda Guerra con el masivo rearme de las potencias aliadas, Estados Unidos y el Reino Unido.

Como se ha planteado desde estas líneas, Keynes también abogó, junto a sus colegas estadounidenses, por la descolonización y la ayuda a las economías emergentes (además de las devastadas por la guerra) con institutos ad-hoc, tales como el Banco Mundial, que precisamente proporcionaba créditos para el desarrollo económico, y el FMI, que ayudaba a las economías con problemas en su sector externo brindándoles créditos a bajas tasas de interés junto a un programa de estabilización y saneamiento, programa este último que no siempre era bien recibido por las economías endeudadas, como bien lo evidenció reiteradas veces la Argentina.

Con todos sus errores e imperfecciones, ambos institutos consiguieron no obstante que emergieran muchas nuevas economías que se integraron a las ya desarrolladas, al mismo tiempo que todas las antiguas colonias, no sin algunos casos de violentas luchas con sus metrópolis, como Argelia e Indochina por ejemplo, se constituyeran en naciones independientes consiguiendo también un rápido crecimiento y elevados niveles de ingreso por habitante en la mayoría de los casos.

África y América Latina, la excepción

No obstante el gran despegue de muchas economías al amparo del "nuevo orden", África y América Latina quedaron en alguna medida al margen de este "boom", o, cuanto menos, lo aprovecharon mucho menos que otros países, con la posible excepción de Brasil.

Por cierto, no es el propósito de esta nota adentrarse en las causas de la falta de acompañamiento de estos dos continentes en la gran expansión mundial de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, pudiéndose encontrar, en parte, una explicación en la Guerra Fría entre Estados Unidos y otras potencias occidentales por un lado y la Unión Soviética por el otro, o sea, del lado de la "cortina de hierro", como bautizó Churchill a las naciones pro-soviéticas de Europa.

El fin de la edad de oro

Desafortunadamente, por varias razones, en parte analizadas en otras notas (tales como el surgimiento de la inflación a escala mundial), el diseño económico posterior a la Segunda Guerra Mundial entró en crisis y fue reemplazado por el Consenso de Washington, que logró reducir la inflación, pero a costa de una elevación del desempleo y la aparición de la brecha de desigualdad, a la vez que se presentó la enorme crisis mundial de las "sub-primes" (los activos basados en hipotecas), que significó a su vez una nueva crisis de proporciones similares (aunque no tan extrema) a la de 1929.

Enfrentada a este desafío, la Academia se encontró sin un libreto consistente, porque existía un fuerte rechazo de una parte de los economistas hacia las ideas de Keynes (no del todo respetadas por sus exégetas).

Por otra parte, los enfoques basados en las ideas prístinas de Keynes requerían nuevos desarrollos adaptados a las también nuevas circunstancias, desarrollos que los “keynesianos” no habían intentado.

Aparece el populismo

Joan Robinson, una economista contemporánea de Keynes y seguidora de sus ideas, decía que las crisis son propicias para la aparición de chiflados famosos, y a los que se enfrenta ahora el mundo, son nada menos que los voceros de los populismos, los que, ante los problemas que la economía, y consecuentemente, los políticos, no pueden resolver (el desempleo, la brecha de desigualdad) tienen piedra libre para ofrecer sus propuestas desopilantes que son aceptadas ante los fracasos de las políticas “serias”.
Urge, entonces, reclamar la recomposición de la política, para que esta exija a la Academia respuestas contundentes frente a los problemas que agobian a las sociedades. 
No debe olvidarse que el “mirar para el costado” originó, no sólo la enorme crisis de 1929 y otras crisis previas, sino las respuestas “populistas” de entonces que se han mencionado al principio: la aparición del comunismo y el fascismo en Alemania e Italia.
Los errores del populismo, en tanto este no se convierta en dictaduras que impiden los recambios electorales, si bien son respondidos con propuestas alternativas y enfoques más racionales por el “no-populismo”, al no contar con un “libreto” claro de cómo encarar las transformaciones que la Academia no aborda derivan en fracasos, y entonces estas alternativas dejan abiertos los espacios para que el populismo nuevamente se encarame en el poder en otro recambio, como lo ha evidenciado la Argentina (y no sólo la Argentina) desde el retorno de la democracia en 1983.
Es hora de que la falta de respuestas y el agravamiento de los problemas que genera el populismo en el poder no sea ya respondida con la repetición de errores pasados por los partidos políticos que se le oponen, porque señalar las equivocaciones de este último no equivale resolver los agudos problemas que el populismo ha generado. 
El desafío, a no dudarlo, es inmenso, pero es no obstante imperativo.
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