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Cambio en Afganistán: sale EEUU, entra China

Se avizoran cambios geopolíticos en Asia tras la salida de las tropas de EEUU.
Domingo, 08 de agosto de 2021 02:06

Mientras Estados Unidos abandona Afganistán, los talibanes reanudan sus antiguos vínculos con China y desarrollan una diplomacia regional orientada a materializar un cambio geopolítico en el continente asiático.

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Mientras Estados Unidos abandona Afganistán, los talibanes reanudan sus antiguos vínculos con China y desarrollan una diplomacia regional orientada a materializar un cambio geopolítico en el continente asiático.

En un dramático mensaje, el presidente afgano, Ashraf Ghani, reconoció que "vivimos una situación inesperada hace tres meses" a raíz de "la repentina decisión de retirar las tropas internacionales" y convocó a la población a colaborar con las Fuerzas Armadas en el esfuerzo de contener el avance de las tropas rebeldes que rodean las principales ciudades, controlan casi todos los puestos fronterizos y multiplican sus atentados terroristas en Kabul.

El traumático recuerdo de la derrota de Vietnam amenaza con proyectarse nuevamente en la opinión pública estadounidense, en lo que podría constituir una inesperada contribución de la administración demócrata de Joe Biden a la resurrección política de Donald Trump.

Si algo faltaba para evocar esas imágenes de pánico vividas en 1975 en Saigón, en los caóticos días previos a la retirada norteamericana, inmortalizadas por tantas célebres películas de Hollywood, el Departamento de Estado anunció que "a la luz del incremento de la violencia talibán, el gobierno de Estados Unidos trabaja para proveer a algunos afganos, incluidos los que trabajaron con Estados Unidos, la oportunidad de refugiarse en Estados Unidos".

Desde que el Ejército norteamericano comenzó la evacuación que culminará el 31 de agosto, los talibanes lanzaron una ofensiva militar sobre Kabul, que según algunos analistas militares podría caer en sus manos antes de fin de año.

Las tropas rebeldes, estimadas entre 60.000 y 80.000 combatientes, enfrentan exitosamente a los 300.000 efectivos del desmoralizado Ejército afgano. En la ciudad de Kanduz, 500 rebeldes derrotaron a 3.000 soldados y policías que se rindieron casi sin luchar. En la provincia de Helmand, unos 1.800 talibanes pusieron en fuga a 4.500 soldados.

En algunas ocasiones, las tropas gubernamentales huyen sin ofrecer resistencia y abandonan sus vehículos blindados y armamentos, que los guerrilleros exhiben como trofeos de guerra en videos que suben a internet.

En ese contexto, una delegación de los talibanes, encabezada por el mullá Abdul Ghani Baradar, fue recibida oficialmente en Tianjin, una ciudad costera del noreste chino, por el canciller Wang Yi, con quien mantuvieron dos días de conversaciones.

En un comunicado oficial, Beijing afirmó que los visitantes "desempeñarán un papel importante en el proceso de reconciliación pacífica y reconstrucción" de su país.

Wang caracterizó los guerrilleros fundamentalistas como una "fuerza militar y política fundamental", aunque les solicitó "mantener en alto la bandera de las conversaciones de paz" con el gobierno de Kabul.

El diálogo representó el espaldarazo diplomático más significativo recibido por los talibanes durante los veinte años transcurridos desde diciembre de 2001, cuando en réplica a los atentados perpetrados por Al Qaeda en Nueva York y Washington el mandatario norteamericano George W. Bush, decidido a erradicar al grupo terrorista encabezado por Bin Laden de su santuario en territorio afgano, ordenó una invasión que dio origen al conflicto militar más prolongado en toda la historia estadounidense. Precisamente la retirada norteamericana está justificada por el hecho de que en 2020, durante el mandato de Trump, la Casa Blanca negoció con los talibanes, sin la participación del gobierno de Kabul, un acuerdo que implicó el compromiso de quitarle protección a los terroristas de Al Qaeda y de ISIS.

Occidente afuera

El encuentro de Tianjin implicó también la reanudación oficial de la relación bilateral que China había mantenido con los talibanes mientras éstos estaban en el poder entre 1996 y 2001.

En realidad, Beijing intenta desempeñar un rol más activo en Afganistán. Para ello, tiene destacado en Kabul a Yue Xiaoyong, un experto diplomático que mantiene simultáneamente relaciones oficiales con el gobierno de Ghani y contactos reservados con los rebeldes.

Antes de la reunión de Tianjin, el presidente Xi Jinping habló con su colega Ghani y también recomendó a su gobierno encontrar una solución al conflicto "dirigida por los afganos y con soberanía afgana".

Beijing prefiere un entendimiento entre el gobierno pro-

occidental de Kabul y los talibanes. Barnett R. Rubin, asesor de las Naciones Unidas sobre Afganistán, interpreta el diálogo de Tianjin "más que como un apoyo a los talibanes, un esfuerzo por utilizar la influencia china para persuadir a los talibanes de que no busquen una victoria militar, sino que negocien seriamente un acuerdo político inclusivo".

China tiene muchos intereses que proteger en Afganistán. En Tianjin, el portavoz de los talibanes, Mohammed Naeem, declaró que "la delegación aseguró a China que no permitirá que nadie use territorio afgano para atacar a ese país".

A semejanza de lo acordado con Estados Unidos respecto a Al Qaeda e ISIS, los rebeldes se comprometieron con los chinos a impedir las actividades del Movimiento Islámico de Turquestán Oriental (ETIM), una organización armada de la minoría musulmana uigur a la que Beijing acusa de cometer actos terroristas para lograr la independencia de la provincia de Xinjiang. El comunicado chino consignó que el ETIM es "una amenaza directa a la seguridad nacional china".

Objetivo estratégico

El objetivo estratégico de Beijing es integrar a Afganistán en su iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda, esa gigantesca red de obras de infraestructura con la que China busca comunicarse con todo el mundo. Ingenieros chinos ya están construyendo una autopista entre Peshawar, en la frontera de Pakistán, y Kandahar, en el sur afgano, para comunicar a Kabul con el Corredor Económico China-Pakistán y abrirse una vía de acceso terrestre a Irán, Turkestán, Uzbekistán y las otras antiguas repúblicas soviéticas de mayoría musulmana de Asia Central.

El problema es que para que los chinos puedan avanzar en sus planes se requiere un clima de pacificación que ni los antecedentes históricos ni las circunstancias actuales auguran sencillo de materializar.

Los talibanes, pertenecientes a la etnia patchun, que nuclea a más de la mitad de la población, no vacilan en perpetrar crímenes contra la población civil de las ciudades que ocupan.

Las minorías étnicas (hazaras, tayikos y uzbekos) desarrollan entonces una feroz resistencia, encarnada por milicias lideradas por los "señores de la guerra", personajes que controlan el poder en pequeños territorios y crean las condiciones propicias para la propagación de la anarquía.

Este peligro de propagación afecta no sólo a China sino también a la estabilidad de los otros cinco países fronterizos con Afganistán (Pakistán, Irán, Tajikistán, Uzbekistán y Turkmenistán), a los que las circunstancias involucran como partes del conflicto.

La diplomacia de Beijing trabaja sigilosamente en la preparación de una conferencia internacional para abordar colectivamente la situación.

La novedad es que en esas conversaciones no participan ni Estados Unidos ni sus aliados de la OTAN, definitivamente desalojados de una región en la que Occidente ha quedado fuera de juego.

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