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Los otros actores de la crisis

Sabado, 18 de septiembre de 2021 02:33

Las crisis son, por paradójico que pueda parecer, normales en la vida de las sociedades democráticas. Suele haberlas de naturaleza política, económica, social y también mixtas (obedecen a más de una causa).

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Las crisis son, por paradójico que pueda parecer, normales en la vida de las sociedades democráticas. Suele haberlas de naturaleza política, económica, social y también mixtas (obedecen a más de una causa).

Las democracias parlamentarias cuentan con mejores instituciones para abordar y resolver crisis. Herramientas como las mociones de confianza o de censura y la convocatoria anticipada a elecciones generales se han demostrado eficaces a la hora de construir soluciones.

En cambio, las democracias presidencialistas, como las de América, carecen de vías adecuadas y deben muchas veces improvisar soportando el agravamiento de las tensiones y luchas.

La situación por la que atraviesa la mayoría gobernante y, por ende, el Gobierno de la Nación es una crisis agravada por la debilidad institucional de los partidos políticos coaligados y por la ausencia de canales de conciliación y arbitraje dentro del Frente de Todos.

La Argentina presidencialista conoce, a lo largo de su historia reciente, muchas crisis políticas que afectaron al vértice del Poder Ejecutivo: discrepancias entre presidente y vicepresidente (fue el caso del conflicto Arturo Frondizi/Alejandro Gómez), rupturas entre el presidente y el partido gobernante (la padeció Fernando De la Rúa), ruptura entre quien gobierna (Héctor Cámpora) y quien detenta el poder (Juan D.Perón).

La misma historia muestra que el peronismo tradicional está en mejores condiciones de procesar crisis políticas (sobre todo las de carácter "interno"), merced al verticalismo unitario y a su natural tendencia a "cerrar filas".

Los pocos que se atrevieron a enfrentar al conductor (Augusto Vandor, desde la derecha sindical) y Mario Firmenich (desde el nacionalismo católico armado) fracasaron.

El actual e inédito diseño bipolar de la Argentina presidencialista hace especialmente difícil tramitar el grave conflicto surgido entre la vicepresidenta y su vicario, Alberto Fernández.

Si recurrimos nuevamente a la historia reciente, comprobamos que estos conflictos en el vértice pueden desencadenar nuevas e insospechadas coaliciones (fue el caso del consenso entre Raúl Alfonsín y Eduardo Duhalde), o ser resueltos preventivamente por el líder emergente (Néstor Kirchner) que se deshace -pronto- de su principal valedor (Eduardo Duhalde).

No parece que el abierto enfrentamiento entre la vicepresidenta y su presidente vaya a transcurrir por alguno de estos carriles conocidos.

Es probable que los actores acomoden las cargas pactando un empate y una suerte de reparto de espacios de poder que salve in extremis la coalición gobernante. El acuerdo pudiera incluir también aspectos que tienen que ver con el corto plazo económico (el largo plazo no entra en la agenda de ninguno de los líderes ocasionalmente enfrentados) y con determinados énfasis (ni Cristina ni Alberto piensan en reformas estructurales ni en giros estratégicos) en materia de política exterior y de asuntos sociales.

Ella y él están constreñidos por la esquiva necesidad de recuperar el terreno electoral perdido y, por lo tanto, de huir del abismo que significaría para ambos y sus aliados una nueva derrota en noviembre.

El problema es que esta crisis no tiene como actores solitarios o excluyentes a quienes comparten el vértice del poder del Estado y lideran el movimiento kirchnerista/peronista. Estamos ante una crisis que nació cuando millones de votantes abandonaron las filas de este movimiento y expresaron su disconformidad con el rumbo.

Los actores de la crisis son también los extenuados por la inflación, el desempleo, las exclusiones, los trabajadores en blanco y los no registrados, los jubilados, los hacinados, los que padecen violencias e inseguridades. Cuando los que sobreviven con subsidios y planes sociales comienzan a rechazar este penoso destino y a exigir cambios, la crisis sobrepasa los acuerdos de cúpula y plantea un desafío a todo el arco político y social.

 

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