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Alberto honró el pacto, como le exigió Cristina 

Sabado, 18 de septiembre de 2021 02:33

Es probable que pocas veces antes se haya visto una crisis de poder debida al descalabro interno de un gobierno, como la que estamos presenciando desde el domingo en la Argentina. En lo que parece una pausa en la crisis, Alberto Fernández “honró el pacto” con Cristina Kirchner, que lo depositó en la presidencia.

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Es probable que pocas veces antes se haya visto una crisis de poder debida al descalabro interno de un gobierno, como la que estamos presenciando desde el domingo en la Argentina. En lo que parece una pausa en la crisis, Alberto Fernández “honró el pacto” con Cristina Kirchner, que lo depositó en la presidencia.

El arcón de los recuerdos

Anoche, a última hora, se anunció oficialmente el cambio de figuras. El Presidente cedió a su secretario de más confianza, Pablo Biondi, y más tarde a su jefe de Gabinete. El gobernador de Tucumán y exministro de Cristina, Juan Manzur, reemplaza a Santiago Cafiero, otro de los “intocables”. Lo curioso es que este hombre, denostado por la Vicepresidenta y sin trayectoria, fue nombrado canciller, un cargo que exige de enorme experiencia y visión del mundo; reemplaza a Felipe Solá, cuya gestión fue tan opaca como la de la mayoría de los cancilleres de las últimas dos décadas. Nuevamente, las Relaciones Exteriores, lejos de ocupar un lugar estratégico para un país que necesita fortalecer sus vínculos, vuelven a funcionar como premio consuelo.
La designación de Aníbal Fernández en Seguridad eclipsa, en alguna medida, el desprestigio de Sabina Frederic. La antropóloga decía que “Suiza es más segura, pero más aburrida”. Aníbal Fernández, dentro de un currículum rebosante de sospechas, acuñó frases como “Julio López debe estar tomando el té con una tía”, cuando el testigo en los juicios por el genocidio fue secuestrado y desaparecido en 2006. Desde ninguno de sus cargos esclareció los crímenes mafiosos en torno del negocio de la efedrina. En enero de 2015 fue el responsable de la campaña para desacreditar la imagen de Alberto Nisman cuando su muerte arrojaba sospechas sobre el gobierno de Cristina. Y hace poco, para salvar a Alberto del escándalo por el cumpleaños de Fabiola, no tuvo mejor idea que decir: “¿Y que querían que haga? ¿Que la cague a trompadas?”. 
Curiosamente, Aníbal compartirá gabinete con Julián Domínguez, exministro de Cristina y expresidente de la Cámara de Diputados. Pero también, exprecandidato en las PASO bonaerenses de aquel 2015, en las que fue derrotado por el postulado de la actual vice, justamente, Aníbal Fernández; el resultado fue la mejor noticia que ese día recibió Mauricio Macri; la más dolorosa para Daniel Scioli.
 Como si el acuerdo entre Alberto y Cristina hubiera exigido hurgar en el arcón del pasado, vuelve al Gabinete, después de varias derrotas electorales en el distrito porteño, siempre contra Macri, Daniel Filmus. El exministro de Néstor Kirchner, autor de valiosas leyes de Educación distorsionadas en el tiempo, no vuelve a esa cartera, sino a Ciencia y Tecnología. En reemplazo de Nicolás Trotta, a Educación va Jaime Perzyck, profesor de Educación Física, emergente de las universidades bonaerenses de innegable sello K. Eduardo de Pedro sigue como ministro del Interior, a pesar de haber presentado su renuncia al cargo por escrito. Y con él, permanecen todos los cristinistas que renunciaron por las redes.

 ¿Y el Presidente?

Nadie sabe cómo será la convivencia de Alberto Fernández con los recién llegados. No por cuestiones de simpatía o de personalidades, sino porque lo que ocurrió esta semana es una virtual intervención al Poder Ejecutivo por parte de la presidenta del Senado. Este dato no es menor. Por más pacto secreto que hubiera entre ellos, la atribución para nombrar ministros es del Presidente. El cargo de vice no reviste a quien lo ocupe de facultades para decidir en el Gobierno. 
Esa fragilidad presidencial no disimula la debilidad de Cristina. Ella necesitó de Fernández porque si encabezaba la fórmula, el resultado hubiera sido la derrota. Cristina, Kicillof, La Cámpora tienen un techo electoral que solo pudo ser franqueado con la alquimia de la fórmula engañosa. El domingo, los que ganaron en 2019 perdieron en todas partes. 
¿Podrán recuperar espacio y revertir la elección exponiendo a Aníbal, a Filmus, o a Manzur como “las caras nuevas”?

 La cerrazón que nos espera

Queda en claro ahora porqué vivimos en la bruma. No hay plan porque no hay acuerdos básicos elementales entre el presidente y su vice, y porque, además, quien debería ejercer el Poder Ejecutivo no tiene poder real frente a la persona que, en estos días, les recordó a todos que ella lo eligió para encabezar la fórmula. 
Hubo un pacto, anticonstitucional, secreto e indefendible. Cristina lo expresó en su carta del jueves y Albertó lo “honró” plenamente anoche.
En esa carta admonitoria, ella no le reprochó a Alberto Fernández la mala gestión global, ni los 115.000 muertos y la falta de vacunas contra la COVID-19: le pidió que tire la casa por la ventana y salga a repartir plata para que la gente vaya a votar y los vote a ellos. Le pidió que “rompa el chanchito” a un presidente que, para financiar la caída de la actividad económica, emitió ocho billones de pesos (cerca de US$ 80.000.000.000, casi el doble de la deuda con el FMI); una forma de endeudamiento real en títulos y en circulante sin respaldo.
La carta de Cristina cuestiona la subejecución del presupuesto 2021 en distintos ministerios, cuando en realidad, ese presupuesto fue de ciencia ficción: proyectaba una inflación del 29%. El planteo no es de estrategia económica ni de responsabilidad cívica, sino, simplemente, de desesperación ante la derrota. 

 La otra cara del pacto

Ese estado de ánimo no debería impedirle ver, a ella y a los suyos, que era muy difícil que el electorado bonaerense se entusiasmara con una lista encabezada por Daniel Gollán, el ministro que hizo campaña pública por esa vacuna Sputnik que no llegó en tiempo y forma; que fue impulsor del cierre de escuelas, por capricho o mala información; que encabezó una campaña sanitaria absolutamente politizada, con vacunadores ataviados con las chaquetas de La Cámpora y queriendo hacer creer a la gente que la vacuna era fruto de la magnanimidad kirchnerista.
El divorcio de la sociedad con el Gobierno nacional, pero también con el de la provincia de Buenos Aires se debe a un desencanto explicable con solo mirar el aumento de la pobreza, el desempleo y la violencia social.
Cristina pide “romper el chanchito” porque tiene un miedo indisimulable a perder la mayoría en el Senado y retroceder en Diputados. Y si eso sucede, los dos años que siguen serán de penurias para ella, ya que por la pérdida de poder se podría complicar seriamente su situación judicial.
Ella nombró a un pretendido profesor en Derecho Penal (y es lobbista) para que limpiaran sus causas y ella quedara absuelta ante la historia. 
Lo primero no ocurrió. Lo segundo, la construcción del mito, parece difícil incluso ahora. La historia, con mayúscula, no construye mitos. Estos son creencias, más emocionales que otra cosa y la realidad, que es intransigente, muestra que solo un 30 % de los argentinos estaría dispuesto a ubicarla en ese Panteón. Por ahora.

Los interrogantes

La maquinita de emitir circulante, la estrategia que crea sensaciones de poder adquisitivo, la seducción por creer que la economía se resuelve con voluntad o con magia, pierden a los gobiernos.
La vicepresidenta logró que desplazaran a los “funcionarios que no funcionaban”, según ella. En realidad, lo que no funcionó nunca fue el gobierno que asumió en 2019. 
Ahora quedan las preguntas: ¿Rifarán la economía? Por lo pronto, Martín Guzmán aún no se fue. Pero el pedido fue categórico: sin plata, nadie gana elecciones. Y, hagan lo que hagan, ¿gobernarán mejor en lo que les queda? ¿O cada vez peor?
 

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