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Medidas de alto riesgo por la urgencia electoralista

Domingo, 26 de septiembre de 2021 01:48

La derrota del Frente de Todos, hace dos semanas, tomó por sorpresa al Gobierno y a la dirigencia oficialista, que ahora enfrenta el riesgo de tener que gobernar, a partir de diciembre, sin mayoría en ninguna de las dos Cámaras del Congreso hasta 2023.

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La derrota del Frente de Todos, hace dos semanas, tomó por sorpresa al Gobierno y a la dirigencia oficialista, que ahora enfrenta el riesgo de tener que gobernar, a partir de diciembre, sin mayoría en ninguna de las dos Cámaras del Congreso hasta 2023.

La reacción inmediata fue el desconcierto, y una gravísima crisis en el seno del Gobierno que puso en jaque el equilibrio institucional. El reemplazo de algunos ministros parece el recurso extremo para intentar la recuperación de votos en el breve plazo de dos meses.

En ese contexto, anunciar sorpresivamente el fin de la obligatoriedad del uso de barbijos, así como la reapertura compulsiva de todas las actividades prohibidas durante la larga e improvisada cuarentena parecen dar por terminada la pandemia sin que haya un análisis científico que así lo indique. Improvisaciones que no se inspiran en ninguna razón sanitaria, sino en el desconcierto.

Resulta evidente que el oficialismo subestimó el efecto demoledor que han tenido las políticas aplicadas desde diciembre de 2019 en la vida de las familias. La inflación y la destrucción del empleo -un proceso que ya lleva dos décadas- se profundizaron hasta niveles dramáticos. Al mismo tiempo, la cuarentena obligó a cambiar los hábitos, limitó los encuentros familiares, el velatorio de los seres queridos y, sobre todo, destruyó un ciclo lectivo completo con un cierre de escuelas y una digitalización improvisada que profundizaron la fractura que atraviesa a la sociedad argentina.

Además, la evidencia de privilegios para la elite gobernante, por una parte, y el reconocimiento público del pacto a oscuras entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner produjeron un quiebre de credibilidad que será muy difícil suturar.

El Gobierno está hoy más debilitado que el 12 de setiembre.

La designación en la Jefatura de Gabinete del gobernador de Tucumán, Juan Manzur -quien tomó licencia, sin renunciar al cargo- lo pone al frente de una campaña basada en la estrategia de brindar buenas noticias, anuncios y la creación de una sensación de prosperidad en una sociedad descreída.

El tiempo dirá si Manzur, con su impronta de activismo, logrará mejorar la imagen del Gobierno o, simplemente, desnudará la impericia y la falta de proactividad que lo caracterizan hasta ahora.

Tampoco parece que Aníbal Fernández pueda brindar ahora transparencia y confianza en un país que observa con demasiadas dudas a la dirigencia política. Es una figura muy conocida y de muy escaso prestigio como para contribuir a una recuperación de las expectati vas.

El ministro de Educación, Jaime Perzcyk, apenas asumió anunció la presencialidad plena en las escuelas, algo que amplios sectores de la sociedad reclamaban y que la obstinación del Gobierno llevó a confrontaciones absurdas.

Es muy probable que el voto adverso y el ausentismo electoral revelen algo más que desencanto: queda la impresión de que la dirigencia política hubiera perdido sensibilidad ante la realidad de más de veinte millones de pobres y cinco millones de indigentes.

El exministro bonaerense David Gollan dijo que "con un poco más de platita en el bolsillo, la foto de Olivos no hubiese molestado tanto". La frase, que frivoliza la indignación popular, indica que, para el ahora candidato, la voluntad ciudadana se compra con prebendas o limosnas.

Lo cierto es que el Gobierno prepara un despliegue enorme de dinero del Estado para recuperar los votos. La "platita" que falta en el bolsillo de la gente es demasiada. El ajuste fiscal realizado congelando sueldos y jubilaciones, pero incrementando el gasto y la emisión de moneda son un recurso desgastado en un país que no logra resolver la cuestión de fondo: construir una economía que estimule la inversión, la producción y la generación de empleo genuino, en blanco y bien pagado.

Con dos meses de gasto sin límites no se corregirá el daño provocado en la gente por las políticas aplicadas hasta ahora, en las que ya el gasto excedió, por mucho, a los ingresos. No es fácil anticipar lo que pasará en las elecciones legislativas, pero lo seguro es que las heridas causadas en la credibilidad ciudada na serán muy difíciles de restañar.

 

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