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Gigantismo en el pasado geológico

Lunes, 31 de octubre de 2022 02:14

Durante cientos de millones de años la evolución animal y vegetal dio formas que en algunos casos alcanzaron tamaños gigantescos. Desde la primigenia bacteria original LUCA, los tapices algales estromatolíticos se extendieron y cubrieron con su manto los mares del Arcaico y Proterozoico. Antes del comienzo de la neovida del eón Fanerozoico, formas globosas gigantes, quizá unicelulares, llenaron los mares ediacarianos, unos 600 millones de años atrás, luego del periodo de enfriamiento global Criogénico.

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Durante cientos de millones de años la evolución animal y vegetal dio formas que en algunos casos alcanzaron tamaños gigantescos. Desde la primigenia bacteria original LUCA, los tapices algales estromatolíticos se extendieron y cubrieron con su manto los mares del Arcaico y Proterozoico. Antes del comienzo de la neovida del eón Fanerozoico, formas globosas gigantes, quizá unicelulares, llenaron los mares ediacarianos, unos 600 millones de años atrás, luego del periodo de enfriamiento global Criogénico.

Hace 541 millones de años se extinguieron las formas ediacarianas o vendobiontas y comenzó el eón Fanerozoico. Se sucedieron diferentes líneas filogenéticas en el mundo de los invertebrados, los vertebrados y las plantas. Desde tamaños microscópicos y milimétricos hasta alcanzar decenas de metros de longitud. Pensemos en los grandes dinosaurios del Jurásico y el Cretácico, tanto herbívoros como carnívoros. Y las preguntas que surgen naturalmente al imaginar esos edificios de carne y hueso hollando en el geopaisaje antiguo. Entre ellas cómo bombeaban sangre hasta la cabeza y la punta de la cola, cómo hacían esos enormes huesos para no colapsar por el propio peso, cómo hacían esos gigantes para no quedar empantanados y morir en el intento de liberarse o cuántas toneladas de comida eran necesarias para mantener vivas a esas portentosas máquinas biológicas.

 

Las huellas del pasado biológico (SYBT)

La República Argentina es poseedora de algunos de los dinosaurios más grandes del mundo como el Argentinosaurus y el Patagotitán entre los herbívoros y el Giganotosaurus entre los carnívoros. De ellos se encontraron restos óseos sueltos que permitieron reconstruirlos. Pero también han quedado huellas de pisadas gigantes, entre ellas una en Salta de un carnívoro con un metro de longitud, la que se descubrió en la Formación Lecho, Cretácico superior, en el Valle de El Tonco.

El sentido común parecería indicar que la fauna y la flora fueron aumentando de tamaño con el tiempo geológico. Desde pequeños invertebrados a grandes vertebrados y plantas. Hasta llegar a los gigantes de la actualidad como la ballena azul y el elefante entre los mamíferos, o las sequoias californianas entre las plantas. Pero en verdad cada etapa de la vida en la Tierra tuvo sus formas gigantes. Incluso antes de la explosión de la neovida y sus “shelly faunas” unos 541 millones de años atrás, se desarrolló la fauna de Ediacara donde algunas formas globosas que vivían adheridas a los sustratos bacterianos o tapices algales del fondo oceánico superaron el metro de diámetro (Dickinsonia).

Pensemos en los anomalocaris, unos artrópodos gigantes que habitaron en los mares cámbricos en los inicios del eón Fanerozoico. Los peces dominaron en los mares del Devónico y entre ellos resaltan algunos gigantes como los dunklosteus que alcanzaron los 6 m de largo. Y así mientras esos peces gigantes cazaban en los mares devónicos, en la tierra firme se levantaban unos “troncos” piramidales de 8 metros de altura, que ¡oh sorpresa!, eran hongos gigantescos: los prototaxites. Un mundo irreal, casi de película de ficción.

El periodo Carbonífero dio lugar a una intensa vegetación y a los grandes yacimientos de carbón. En aquellos bosques umbríos, con helechos arbóreos y colas de caballo altísimas, vivieron insectos gigantes como cucarachas, arañas y libélulas, entre estas últimas la meganeura con 70 cm de envergadura de las alas. En los mares pérmicos vivió un pez cartilaginoso que tenía una extraña mandíbula en forma de motosierra y alcanzaba los 10 m de largo. Se lo llamó helicoprion y sus restos se encontraron especialmente en la Formación Phosphoria de los Estados Unidos. A fines del Pérmico vino la gran extinción que borró el 80% de la vida sobre la faz del planeta y cuya causa es aún un misterio. Ese evento puso fin al Paleozoico y dio inicio al Mesozoico, el reino de los dinosaurios.

El Jurásico norteamericano y el Cretácico patagónico van a alumbrar algunas formas extraordinariamente gigantes. Pensemos en los brontosaurios y diplodocus norteamericanos que dieron origen a una “guerra de los huesos” entre los paleontólogos Cope y Marsh. Cada descubrimiento era presentado entonces como el hallazgo del “dinosaurio más grande de todos los tiempos”. Uno de ellos, el Diplodocus carnegie, fue bautizado en homenaje al magnate del acero y mecenas Andrew Carnegie. Éste, fascinado, mandó a hacer copias de su dinosaurio para donarlas a los grandes museos del mundo. El Museo de La Plata recibió una de ellas y aún la luce allí por su valor histórico y atractivo turístico.

 

El sueño de Ameghino (SUBT)

El gigantismo de los dinosaurios y su concepción icónica de poder –pensemos en el Tyranosaurus rex-, fue derrotada por los extraordinarios hallazgos en la Patagonia argentina. ¡El sueño de Ameghino!

Nuestra Patagonia fue alumbrando dinosaurios carnívoros gigantes como el Giganotosaurus o el reciente Meraxes, un enorme carcharondontosaurio. También herbívoros gigantes como los antes mencionados Argentinosaurus y Patagotitán. Se han encontrado decenas de otros dinosaurios herbívoros gigantescos cuyos nombres no son tan afamados tales como Puertasaurus, Notocolosus, Lognkosauria, Mendozasaurus, Futalognkosaurus, Quetecsaurus, Drusilasaura, Saltasaurus, etcétera, que no van tan a la saga de los anteriores. El gigantismo de los dinosaurios cretácicos de Patagonia es un tema de permanente debate. A la sazón, Fernando Novas, se preguntaba: ¿Cuáles fueron las condiciones ambientales o ecológicas que habrían contribuido a que estos animales crecieran tanto? ¿Cuáles fueron las estrategias de crecimiento de estos súper-dinosaurios para que alcanzaran semejantes tamaños? ¿Por qué es en la Argentina, y en especial la Patagonia, el lugar del planeta Tierra en donde se descubren de manera reiterada los restos de estas enormes criaturas?

Además, como ya se dijo, hay que sumar a ello algunas pisadas que quedaron de dinosaurios, que alcanzan el metro de longitud y de las cuales solo se sabe que fueron carnívoros o herbívoros por el tipo de huellas fósiles. También para esa época hay que destacar árboles gigantescos como las araucarias cuyos troncos se encontraron fosilizados en la Patagonia. Pensemos en las toneladas de vegetación que consumían los grandes dinosaurios herbívoros. Y no solo las tierras estuvieron pobladas de gigantes sino también los cielos y océanos. Pensemos en los grandes pterosaurios, como el Quetzalcoatlus, un gigante volador de 12 metros de envergadura o el argentino Thanatosdrakon, con membranas de 9 m de envergadura y descubierto en Mendoza.

 

El asteroide y sus interrogantes (SUBT)

Hace 66 millones de años un asteroide terminó con la vida de los dinosaurios y otros reptiles marinos y voladores, dando fin a la era mesozoica. Allí comenzaría el Cenozoico o la “vida nueva”, con el dominio de los mamíferos y entre ellos el hombre. Si ese asteroide hubiese seguido de largo otro habría sido el destino del planeta. Esos reptiles podrían haber evolucionado, haber desarrollado tecnología y haber navegado hacia las estrellas.

El Cenozoico va a alumbrar el gigantismo de los mamíferos y de las aves. Entre las aves se destacan unas especies de chuñas gigantes, los fororrácidos, conocidas como “aves del terror”, por ser mortíferas a la hora de atacar a sus presas. También hubo grandes aves voladoras como el Argentavis, una planeadora gigante en los cielos argentinos del Mioceno. Y hablando de argentinos, pensemos en los megaterios, unos perezosos gigantescos que habitaron en el continente hasta su extinción unos 10 mil años atrás.

Uno de ellos fue encontrado en Salta, en la estancia El Rey y dado a conocer por el profesor Rodolfo Parodi Bustos. Casi duplicaba en tamaño a los megaterios pampeanos. En la pampa bonaerense se encontraron otros gigantes como el ciervo antífer, con una cornamenta de un par de metros y el oso Arctotherium, una bestia carnívora gigantesca.

No hay que olvidarse de los grandes tiburones, como el Megalodon, con dientes de hasta 20 cm de largo, que dejan como enanos a cualquiera de los tiburones conocidos actualmente.

La vida se las ingenió para ocupar todos los nichos ecológicos y disparó algunas formas gigantescas y misteriosas que son motivo de severos estudios científicos. 

 

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