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El fuego no permite esperar a la burocracia nacional

Domingo, 13 de noviembre de 2022 01:25

Los incendios de bosques, serranías y pastizales registrados en Salta este año alcanzan ya las 50 mil hectáreas; la destrucción equivale a los daños causados por el fuego durante toda la década anterior. Frente a esta realidad, nuestra provincia debe organizar con todo el Norte Grande un sistema profesional, a cargo de personal entrenado, para prever, detectar y disponer de reservas de agua, cisternas, aviones y helicópteros que permitan una reacción inmediata al declararse el fuego.

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Los incendios de bosques, serranías y pastizales registrados en Salta este año alcanzan ya las 50 mil hectáreas; la destrucción equivale a los daños causados por el fuego durante toda la década anterior. Frente a esta realidad, nuestra provincia debe organizar con todo el Norte Grande un sistema profesional, a cargo de personal entrenado, para prever, detectar y disponer de reservas de agua, cisternas, aviones y helicópteros que permitan una reacción inmediata al declararse el fuego.

Cuando estalla un incendio en un área rural es necesario neutralizarlo lo antes posible, para que no se vuelva incontrolable. Pero para eso hace falta planificación estratégica. A lo largo de 2022 todo el país ha sufrido las consecuencias de una de las sequías más dramáticas en un siglo. Son dos años consecutivos con un bajísimo nivel de lluvias, cuya consecuencia necesaria es la desaparición por completo de la humedad en la tierra, lo que hace imposible el desarrollo de la agricultura y de cualquier forma de vida vegetal. Más de la mitad del territorio continental argentino (160 millones de hectáreas) está en una situación agobiante.

Los incendios más impactantes, y muy ilustrativos sobre la realidad de la sequía, se produjeron en Orán y en los cerros del Valle de Lerma. Pero todo el país este año fue un infierno.

Durante el verano el fuego arrasó Corrientes y destruyó gran parte de los esteros del Iberá, pero en los meses siguientes se extendió por todo el Litoral hasta el delta del Paraná, mientras que aparecían focos en Córdoba, Chaco, Jujuy, Catamarca, en la región pampeana y la Patagonia.

En todo el planeta, en las áreas boscosas o en los grandes pastizales, las sequías generan incendios que duran hasta que llegan las lluvias torrenciales, apagan el fuego y le devuelven la humedad a la tierra.

El Servicio Nacional del Fuego, que funciona dentro del área del Ministerio de Ambiente, muestra en los hechos que también prefieren que la lluvia se haga cargo. Es muy nociva para las provincias esa burocrática carencia operativa. El actual gobierno sacó al sistema del área de Seguridad y lo dejó en manos del ministro Juan Cabandié, quien, sin respuestas para el problema y sin un diagnóstico serio, prefirió responsabilizar a los propietarios de los campos por los incendios. Suponer que alguien destruye su propio campo es desconocer los múltiples orígenes de los incendios y, sobre todo, la naturaleza misma de la actividad productiva. Además, un relato ideológico para encubrir la propia capacidad e impotencia.

El federalismo requiere de las provincias una enorme capacidad de iniciativa, porque depender de la buena voluntad de funcionarios aislados en la oxidada burocracia que solo viajan al interior para sacarse fotos en un helicóptero equivale a quedar librados a la arbitrariedad y las circunstancias.

Salta no puede esperar que lleguen las lluvias para que apague el fuego, porque todos los pronósticos anticipan que la sequía empezará a retroceder recién en febrero de 2023.

Los incendios masivos eran absolutamente previsibles desde hace dos años. Los gobiernos de los tres niveles, nacional, provincial y municipal, tienen la responsabilidad de escuchar las advertencias de los productores agropecuarios y la población de las áreas rurales y forestales para tomar precauciones.

Esas precauciones consisten en asegurar la disponibilidad de agua y de extintores de fuego para una respuesta inmediata, con agentes idóneos para manejarlo. Además, tener a disposición aviones hidrantes y fumigadores, de los que hay una flota importante en la provincia.

La ayuda no vendrá del cielo ni de gobiernos hipercentralistas.

El deterioro del funcionamiento del Estado nacional está a la vista, en este caso y en todas las áreas estratégicas, como salud, educación y seguridad. Si las provincias no toman la iniciativa y siguen esperando las soluciones de la ayuda que pueda venir desde el poder central seguirán atadas a los caprichos del clima, de la burocracia o de la suerte.

 

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