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Nuevo recital de la Sinfónica en el Teatro Provincial

La presentación será este jueves, as las 21, bajo la dirección de Eduardo Alonso Crespo.
Miércoles, 07 de diciembre de 2022 20:47


Luego de las presentaciones ofrecidas en el marco del concurso para el cargo de director titular de la agrupación; la orquesta se reencontrará con su público para compartir un nuevo concierto, en esta ocasión bajo la batuta del Mtro. Eduardo Alonso Crespo como director invitado. Se interpretará Scheherazade, Op. 35 de Nikolái Rimsky-Kórsakov, y Sinfonía Nro. 2 de Eduardo Alonso Crespo.

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Luego de las presentaciones ofrecidas en el marco del concurso para el cargo de director titular de la agrupación; la orquesta se reencontrará con su público para compartir un nuevo concierto, en esta ocasión bajo la batuta del Mtro. Eduardo Alonso Crespo como director invitado. Se interpretará Scheherazade, Op. 35 de Nikolái Rimsky-Kórsakov, y Sinfonía Nro. 2 de Eduardo Alonso Crespo.

Nikolai Rimsky-Korsakov nació en 1840 y estrenó Scheherazade en 1888. En esta obra idealizó la exuberante música romántica de inspiración orientalista, basándose en elementos musicales considerados exóticos por la mayor parte de Europa en ese momento. Se sintió atraído por la colección medieval Las mil y una noches, una serie compilada durante siglos por innumerables autores en todo el Medio Oriente, particularmente árabes y persas. Las historias siguen a figuras legendarias como Simbad, Aladino y Alí Babá. Aunque existen muchas versiones de estas historias, todas comparten una estructura enmarcada: una historia dentro de una historia. Ahí es donde entra el personaje de Scheherazade.  La historia comienza con un poderoso sultán. Mata a su primera esposa, declarándola infiel. Su tiranía es tan amplia que se queda sin mujeres elegibles para casarse, salvo una: la hija de su visir, Scheherazade.

En su noche de bodas, Scheherazade le cuenta una historia al sultán. Mantiene su historia hasta el amanecer, deteniéndose en un momento crucial de suspenso. Cautivado, el sultán le pide que continúe la historia la noche siguiente. Mantiene este patrón durante 1001 noches. Para entonces, el sultán está enamorado y Scheherazade se convierte en reina.

Rimsky-Korsakov fue intencionalmente vago con esta suite sinfónica, y se abstuvo de crear un programa musical estricto para coincidir con una historia. Los títulos de los movimientos están ampliamente relacionados con los cuentos, pero no se basan en ninguna versión individual. Rimsky-Korsakov nos da dos señales en la apertura de la obra: el tema agresivo y descarado del sultán en los trombones y el tema hipnótico de Scheherazade en el solo de violín. Las variaciones sobre estos temas vuelven a lo largo de la obra.

 


La Sinfonía Nro. 2 de Eduardo Alonso Crespo comienza presentando en su Adagio inicial el material melódico que encadenará los tres movimientos. Se trata de un material melódico mínimo, una segunda que asciende y desciende, probablemente el material melódico más sencillo posible, cosa razonable para una obra que - en principio - quiere concentrarse en el movimiento antes que en los grandes intervalos líricos. Le sigue sin interrupción un Allegro basado en ese material mínimo, pero esta vez declamando con claridad el impulso cinético que caracterizará al resto de la sinfonía. El segundo movimiento, una passacaglia, continúa esta tendencia motórica a pesar de tratarse de un movimiento lento. Se trata de un amplio fresco que sugiere aquella rueda gigantesca girando lentamente mientras define el cosmos. Un círculo de fuego en lento y eterno movimiento acumulando estratos de la más variada información. Por último, en una sinfonía donde el concepto omnipresente es el del movimiento, el Scherzo - el número cinético por excelencia de una sinfonía - resultaría redundante. De allí que el tercer movimiento funda en una sola entidad el tradicional Scherzo con el Finale, llevando la sinfonía a su conclusión.

Los antiguos hindúes tuvieron una manera muy poética y plástica para describir la relación entre Dios y su Creación. En Occidente es muy conocida la imagen del Nataraja en las esculturas creadas por la dinastía Chola en el siglo décimo y que se vienen imitando desde entonces en bronce, piedra o madera. En esa representación, Nataraja (literalmente, el Señor de la Danza) es la imagen del dios Shiva como el Bailarín Supremo, el Dios que Danza, y que, al hacerlo, danza la Creación.

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