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Como siempre, los equivocados somos nosotros

Jueves, 08 de diciembre de 2022 01:28

"Realmente no hubo ningún vacunado que no le correspondiera", dijo el exministro de Salud de la Nación Ginés González García, con esa mirada entre extraviada y adormilada que lo caracteriza, al salir de un homenaje a su trayectoria -para el gobierno, brillante-, realizado en Casa Rosada.

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"Realmente no hubo ningún vacunado que no le correspondiera", dijo el exministro de Salud de la Nación Ginés González García, con esa mirada entre extraviada y adormilada que lo caracteriza, al salir de un homenaje a su trayectoria -para el gobierno, brillante-, realizado en Casa Rosada.

Parece normal que nos tomen por estúpidos en este país que nos tiene acostumbrados a la mentira flagrante y constante. Aun así, la insensibilidad duele. La falta de empatía también. "No hubo ningún vacunado que no le correspondiera". Se olvida, por ejemplo, que se vacunó a Eduardo Duhalde, a Hilda "Chiche" de Duhalde y a sus hijas, en su domicilio. O, por ejemplo, que los padres de la hoy todavía ministro, Carla Vizzotti, fueron vacunados el día anterior a que estallara el escándalo del vacunatorio VIP. Todo esto mientras otras personas de la misma edad y situación inmunológica no recibían sus vacunas y fallecían.

"No hubo ningún vacunado que no le correspondiera" dijo el ex ministro como si pudiéramos olvidarnos de la canallada de la vacuna a Horacio Verbitsky quien, aun cuando tenía la edad para ser vacunado, no estaba en ninguna lista de personal esencial que le permitiera acceder a ella en ese momento. Tampoco podemos olvidarnos del cinismo de Carlos Zannini cuando le dijo a Verbitsky que no sólo no debía arrepentirse, sino que, si hubiera sido por él, se hubiera sacado una foto orgulloso de ese momento. Recordemos que fraguó su condición de personal esencial de la salud para ser vacunado. González García, Vizzotti, Zannini y Verbitsky son apenas un puñado de individuos que superan toda cota de idiotismo moral imaginable. Pero que son ratificados y reconocidos. Y ahora, también homenajeados.

Se olvida que, mientras el señor presidente de la Nación nos acusaba y nos gritaba enajenado diciendo que la "Argentina de los vivos" se había acabado; ese mismo presidente asistía a una fiesta impúdica en Olivos. Mientras tanto, afuera de Olivos, la otra gente fallecía. Fallecía sola porque el dedo inmoral del presidente nos prohibía acompañarlos. Nos prohibía asistirlos en la muerte. Nos obligaba a dejarlos solos mientras él levantaba su copa en una reunión amoral. La falta fue resarcida sólo de manera pecuniaria; la deuda moral jamás podrá ser saldada. Menos cuando jamás reconocieron haber cometido un error; ni pidieron perdón alguno.

Hay que decirlo una y otra vez. Faltaban vacunas por una gestión lamentable, negligente; quizás criminal; quizás hasta genocida. Por una politización del tema que revistió de épica y de epopeya el traer unas pocas vacunas rusas de dudosa eficacia y de escaso nivel de testeo, en desmedro de vacunas mejores de otras fuentes. Que acusó a los países productores de esas otras vacunas de cosas tan inverosímiles como solicitar glaciares, montañas o la misma Antártida como garantía para proveerlas. Que mintió sobre la situación en otros países; lo cual era desenmascarado y desmentido por cada embajador de cada país afectado.

Pareciera que el señor ex ministro se olvida de esa falta criminal de vacunas cuando ellos privilegiaron un proyecto que pretendía instalar a Argentina como puerta de entrada de Rusia a América del Sur. "Nuestro proyecto", en palabras de Cecilia Nicolini. Todo fue un gran relato; una mentira. "Nuestro proyecto" -el proyecto ruso, de Nicolini, de Alberto Fernández y del kirchnerismo-, se impuso por sobre la necesidad de vacunas y por sobre la muerte de los ciudadanos argentinos. Hoy necesitan imponer un manto de confidencialidad sobre el tema ante el pedido de la Auditoría General de la Nación para que no estalle un nuevo escándalo.

"No hubo ningún vacunado que no le correspondiera" dijo el homenajeado por su servicio a la salud pública. Alguien que fue echado de su cargo por la existencia de esos vacunatorios VIP sobre los que, aún hoy, dice: "No hubo vacunatorios VIP. De ninguna manera, eso no fue así. Eso fue un hallazgo periodístico que significó mucho más que un problema con la Justicia, sino un problema mediático".

Es cierto. El hallazgo fue de dos periodistas de Clarín. También es cierto que tuvo mucha mayor repercusión en los medios que en la justicia. Porque la justicia es la cómplice silenciosa de esta inmoralidad con vocación genocida. La justicia acomodaticia y perversa que termina siendo funcional por anodina; por silente; por lenta; por ser, a veces, más canalla que los propios canallas de los que debería resarcirnos.

"Lo importante es que a la Argentina le fue menos mal de lo que le podía haber ido", dijo, para rematar, en el colmo de la falta total de empatía y sentido común. No sólo viven desconectados de la realidad de todos los argentinos; también viven desconectados de nuestras emociones. Ellos nos quieren hacer creer que los equivocados somos nosotros. Paradójico como suena, esta vez, están en lo cierto. Los equivocados somos nosotros; que los seguimos votando.

He cerrado las últimas editoriales diciendo: "Argentina es un país que lastima. Que hace doler cada día. Que no da respiro. Que nos asfixia con su incesante e insensata insensibilidad. Que nos atropella día a día con la irracionalidad y la más absoluta falta de empatía y de visión de país tanto de sus gobernantes como de sus aspirantes a gobernarlo". Me faltó agregar: "Pero los equivocados, como siempre, somos nosotros; que debemos inclinarnos y rendir homenaje a aquellos que nos roban, día a día, la vida y la esperanza".

 

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