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VIDEO El chofer de colectivo que se volvió viral por cantar las paradas y alegrar el día

Rogelio López, chofer de la línea 152 (que une La Boca con Olivos), se hizo conocido a partir de un tuit de una pasajera agradecida con su estilo y modales. “Al principio lo hacía con vergüenza, pero empecé a ver que ayudaba a los usuarios”, dice.
Viernes, 04 de febrero de 2022 09:05

Rogelio López nació en Formosa hace 54 años, es chofer de colectivo hace 31 y anuncia las paradas cantando hace ocho. Sin embargo, su historia se hizo conocida recién en los últimos días a partir del comentario, en Twitter, de una pasajera agradecida con su estilo y sus modales.

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Rogelio López nació en Formosa hace 54 años, es chofer de colectivo hace 31 y anuncia las paradas cantando hace ocho. Sin embargo, su historia se hizo conocida recién en los últimos días a partir del comentario, en Twitter, de una pasajera agradecida con su estilo y sus modales.

“Hace tiempo que lo hago, pero las redes sociales lo llevaron a un lugar que no me esperaba. Hace un ratito terminé mi jornada y no te puedo contar la cantidad de pasajeros que me reconocieron. Ah, ¿usted es el que canta?, me decían. Otros me saludaban directamente”, contó el hombre en charla con Todo Noticias.

En 1998, López ingresó a la línea 152, que une el barrio de La Boca con Olivos. Todos los días completa el recorrido ida y vuelta con una práctica que cautiva a los usuarios. “Vamos por Cabildo y si la siguiente parada es entre Jorge Newbery y Maure, la digo cantando”, cuenta.

Y revela el porqué del hábito: “Empecé a ver a la gente más distraída, más preocupada o lo que fuere, pero pensando en otra cosa. Muchos se pasaban de parada, me pedían bajar en otro lado y no se puede”.

“Entonces me pregunté cómo ayudar a los pasajeros para que pudieran viajar tranquilos y, al mismo tiempo, quedarme tranquilo yo. Y empecé a hacer esto. Al principio lo hacía con vergüenza, pero empecé a ver que realmente servía. Y se me fue haciendo costumbre”, amplía.

La historia de Rogelio se hizo conocida a partir del comentario de una usuaria. “Si sos el chofer del interno 46 de la línea 152, necesito que sepas que la gente te ama. Y que hiciste muy feliz a mi hija hoy. Gracias”, tuiteó @NoEsCordura, y acompañó la publicación con capturas de WhatsApp de la charla donde la joven le describía a su mamá lo placentero que había sido el viaje, e incluso compartió una imagen de los ojos encendidos de su hija y su sonrisa tapada por el barbijo.

El tuit parecía destinado a ubicar al chofer y la gestión tuvo un éxito inmediato: Pablo, hijo de Rogelio, lo leyó y respondió con una foto junto a su papá. Y su cuenta empezó a llenarse de mensajes.

“Tu viejo es un fenómeno. Muchas veces lo tomé desde Bermúdez y Avenida Maipú”, comentó un usuario. “Tu papi es lo más”, agregó otro. “Mis felicitaciones y agradecimiento a tu viejo. Se merece muchas cosas buenas”, se sumó la usuaria del tuit viral. Hasta apareció un tuit publicado en septiembre de 2018 que exhibía un video donde Rogelio López saludaba animadamente a los pasajeros que subían al colectivo.

Pablo, entonces, dio un paso más: le abrió a Rogelio una cuenta de Instagram y otra de TikTok. El círculo terminó de cerrarse y la historia tuvo un empujón adicional hacia la popularidad. “Mi hijo está feliz. Y yo siento permanentemente el cariño y el apoyo de mi familia”, señala el chofer. Y cuenta que sus compañeros bromean con la historia: “‘Ahí viene el famoso’, me dicen”.

Quería ser docente y se enamoró del colectivo

López nació en Palma Sola, un pueblito de apenas 200 habitantes perteneciente al departamento Pilcomayo, y se crió en el campo junto a sus ocho hermanos. “Mis padres, Don Justo y Doña Elvira, me educaron desde chico en el respeto y los valores”, contó orgulloso.

A fines de los 80, poco después de afincarse en Buenos Aires, López se imaginaba trabajando como docente. Le gustaban la biología y la educación física, hasta que se subió al colectivo que manejaba su hermano Martín, un 1114 de la línea 68, “con esas luces lilas y verdes. La gente subía y subía. Para mí era algo mágico”, recuerda y lanza una sentencia: “Ahí me enamoré del trabajo”.

Había un problema: aquel joven formoseño no sabía manejar. “Hasta ese momento solamente había andado en bicicleta. Hacía 15 kilómetros todos los días para ir a la escuela”, detalla.

“Quiero trabajar en esto. Por favor, enseñame, le dije. Lo hizo durante un año. Él me enseñó a ser un profesional, después hice unas prácticas con otro chofer y luego me largué con la gente”, cuenta. Más de 30 años después, el romance sigue intacto: “Me hace feliz el transporte y me hace feliz la gente. En el transporte público, los pasajeros son los protagonistas. Y yo trato de dar lo mejor para que se sientan contentos”.

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