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Los orígenes de Cerrillos y los avatares de San José

La devoción por San José tuvo mucho que ver con el nacimiento espontáneo del pueblo, hace unos 230 años.
Domingo, 27 de marzo de 2022 01:19

A fines del siglo XVIII, donde hoy está Cerrillos, don José Iradis erigió una capilla en honor a San José. A esas tierras las había comprado a los Hidalgo de Montemayor, feudatarios de la zona desde que los Jesuitas, en 1767, habían sido expulsados de América. Con el tiempo, la capilla se transformó en uno de los elementos que dieron lugar en forma espontanea al nacimiento del pueblo de Cerrillos. Los otros factores fueron el acueducto construido por los jesuitas y el camino real. 

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A fines del siglo XVIII, donde hoy está Cerrillos, don José Iradis erigió una capilla en honor a San José. A esas tierras las había comprado a los Hidalgo de Montemayor, feudatarios de la zona desde que los Jesuitas, en 1767, habían sido expulsados de América. Con el tiempo, la capilla se transformó en uno de los elementos que dieron lugar en forma espontanea al nacimiento del pueblo de Cerrillos. Los otros factores fueron el acueducto construido por los jesuitas y el camino real. 

A la muerte de don José Iradis, a fines del siglo XVIII, su esposa doña Isabel Díaz Zambrano vendió la propiedad a don Antonio de Agueda. Pero por mandato de su extinto esposo, reservó la fracción de terreno que ocupaba su casona, la capilla y algunas construcciones de los alrededores. Parte de esa reserva y también por mandato de su esposo, fue donada a San José, acto que la viuda consumó en la parroquia de Rosario de los Cerrillos, hoy Rosario de Lerma. De esta forma y con el paso del tiempo, la capilla de San José, del siglo XVIII, se convirtió en viceparroquia.

Estos datos documentados permiten deducir que la capilla original de San José de los Cerrillos se erigió entre los años 1767 y 1800. Fue entonces cuando comenzaron los cultos a San José, es decir aproximadamente unos 230 años atrás. Con anterioridad, los Jesuitas honraban en la capilla de la Hacienda de los Cerrillos a San Miguel, de ahí el nombre de la finca y el cerro aledaño al predio del INTA Cerrillos. Un culto que conservaron los sucesivos propietarios del fundo hasta fines de los años 50 del siglo pasado, entre ellos Tejadas, Cánepa y Patrón Costas.

Hasta principios de los años 60 del siglo pasado, en Cerrillos se celebraba el “Patrocinio de San José”. La recordación religiosa se hacía el tercer domingo posterior a la Pascua de Resurrección. De ahí que el 15 de abril de 1951, día del Patrocinio de San José, se haya instalado en la Gruta del cerro homónimo, la imagen del Santo carpintero, previa procesión de antorchas.

Recordemos que patrocinio viene del latín “patrocinium” que significa auxilio, amparo o protección, justamente lo que autoridades civiles y eclesiástica de 1951 pidieron a San José para el pueblo de Cerrillos. Fue lo mismo que don José Iradis había pedido unos 160 años antes cuando casi pierde la vida en la cordillera.

Según la tradición oral transmitida por el fallecido sacerdote y expárroco del pueblo, don Angel Peralta, y por la licenciada Angela Ruiz también fallecida, don José Iradis era un fuerte mercader de Los Cerrillos que cada tanto viajaba a Chile. Trasponía la cordillera arreando recuas de equinos cargueros que ida y vuelta transportaban mercancías. Según el relato, Iradis marchaba con baquianos pues también a veces llevaba vacunos para el lado de Chile. Y así fue que una vez cruzando la cordillera con su caravana, lo sorprendió el terrible viento blanco. Como buen conocedor de la cordillera, don José siempre tomaba la precaución de seguir los pasos por donde los cerros, en casos de tormentas de nieve, le podían ofrecer refugio. Pero esta vez, la sorpresiva tempestad no le dio tiempo para nada. De un momento a otro la caravana se vio envuelta por una tiniebla blanca que le impedía marchar mientras la nieve rápidamente se acumulaba amenazando sepultarlo todo. Fue en esa instancia que Iradis, patrón de la tropa, atinó a encomendarse al santo de su nombre de pila, San José, para pedirle auxilio y protección para él y su gente, prometiendo que si lograba salvar el pellejo, al regresar a Los Cerrillos, erigiría una capilla en su honor. Y mientras la tormenta de nieve y viento arreciaba y cada vez con más fuerza, don José y su gente echaron mano al instinto y a la experiencia, y así fue que a ciegas y a tientas a poco encontraron uno de los cobijos que la cordillera ofrece al caminante. Gracias a ese socavón los hombres extraviados en una oscuridad blanca, salvaron sus vidas, considerando que ello no había sido fruto de la casualidad, sino un milagro de San José. Y así fue que cuando regresaron sanos y salvo a Cerrillos, Iradis y sus hombres cumplieron la promesa levantando la capilla en el mismo sitio donde hoy se encuentra la tercera o cuarta iglesia del pueblo.

San José saludador

La vida que los santos llevan en los pueblos a veces no es tan tranquila como se cree y mucho menos en Cerrillos. Es el caso de San José que una vez se quemó a horas de tener que salir en procesión. Fue para el Patrocinio de 1937, cuando después de la misa solemne de yunta y media (tres sacerdotes), el párroco Angel Peralta dejó el templo para ocuparse del tradicional asado que se ofrecía a los fieles más pobres en nombre de San José en la cancha de Atlético Cerrillos. En esa tarea estaba cuando un propio le avisó que se había prendido fuego el Santo y que estaba en llamas hasta la coronilla. En un santiamén el cura llegó a la iglesia y a los ponchazos apagó el fuego iniciado por la vela de un creyente, aunque más bien parecía trabajo del incendiario Mandinga.

Otro hecho en Cerrillos: la Guerra del Campanario

Ocurrió también durante los años que el P. Peralta era párroco.

Un domingo a la mañana, bien temprano, el campanero de la iglesia despertó al sacerdote diciendo que no podía acceder al campanario porque un alambrado colocado por la noche le impedía ingresar para tocar las campanas. Escándalo en puerta.
¿Qué había pasado? Que la familia Lérida, entonces propietaria de la casona de José Iradis, sostenía que el predio donde estaba el campanario también era parte de su propiedad. El cura alegó que era de San José según donación de la viuda de Iradis, pero los alambradores, en son de burla, le respondieron que entonces debía acudir ante la justicia del cielo. Esto indignó al cura que sin decir nada se retiró del lugar. Pero no solo el párroco se indignó sino también los cerrillanos que ardían de furia. Pero lo que más confundió a los vecinos fue que en semejante circunstancia el sacerdote desapareciera de los lugares que solía frecuentar, pues era cuando más se lo necesitaba. Y así paso el día, sin cura ni campanas hasta que al anochecer el pueblo se vio invadido por cientos de gauchos a caballos con el cura Peralta a la cabeza. Ingresaron por la calle larga a los alaridos y blandiendo lazos. Ya en la iglesia, se dieron a la tarea de enlazar los postes del alambrado hasta desenterrar a todos. Y mientras los gauchos seguían gritando, iban armando pilas de postes que luego prendieron fuego frente a la plaza del pueblo. Y así, en menos que canta un gallo, el terreno del campanario quedó despejado, mientras los “ocupas” se tomaron las de Villadiego. 

Poco después, Peralta consiguió que el Ejército le donara juegos infantiles que instaló en ese predio de San José, evitando así, futuras tentaciones ocupacionales. 

Quizás en otro Relatos de Salta contemos más aventuras de don San José, ya que tiene varias en su haber. 

La donación

Pero el agradecimiento de Iradis a San José, no solo lo llevó a cumplir su promesa sino que además, dejó un mandato a su esposa, doña Isabel, para que donara al Santo las tierras donde hoy sería el casco histórico del pueblo. 

La plaza

En esa propiedad, luego se trazó la plaza, se levantaron sucesivas iglesias, la Casa Parroquial, la Casa Municipal, la Comisaría y el primer cementerio, donde según historiadores, se habría sepultado el Dr. Joseph Redhead, médico de Güemes y Belgrano. 

Y en el extremo oeste de esas construcciones, estaba la sala o casona de don José Iradis, de fines del siglo XVIII y demolida a mediados de los años 60 del siglo pasado, cuando la familia Lérida era su propietaria. Fue sin duda una casa histórica por haber pertenecido a quien impulsó el nacimiento del pueblo. 

La escuela

Años después, entre los siglos XIX y XX alojó la primera escuela del pueblo (hoy “Gobernador Manuel Solá”), y más tarde, entre los años 40 y 50, esa inmensa casona sirvió para que el griego don Aristóteles Onasis acopiara tabaco para exportar a Grecia.

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