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“Atiendo a cada persona como si fuera de mi familia”

Gustavo Montero, enfermero profesional
Sabado, 16 de abril de 2022 12:04
Fotografía: Javier Corbalán.

Gustavo Montero tiene tantas historias que se podría viajar hasta Tierra del Fuego, por tierra, mientras él va contando todos los detalles de sus aventuras sin ningún tipo de escrúpulos. Sin embargo, acá sólo contaremos las vinculadas a lo laboral, que también son divertidas y variadas porque resulta que Gustavo trabajó de muchas cosas antes de ser un trabajador de la sanidad. “Yo ya era grande cuando comencé a ser enfermero”, dice siempre.

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Gustavo Montero tiene tantas historias que se podría viajar hasta Tierra del Fuego, por tierra, mientras él va contando todos los detalles de sus aventuras sin ningún tipo de escrúpulos. Sin embargo, acá sólo contaremos las vinculadas a lo laboral, que también son divertidas y variadas porque resulta que Gustavo trabajó de muchas cosas antes de ser un trabajador de la sanidad. “Yo ya era grande cuando comencé a ser enfermero”, dice siempre.

Lo cierto es que el trabajador de esta semana, que hoy tiene 54 años, comenzó siendo cadete del Boliche Balderrama a los 15 años. Su papá era amigo de Juan y Celestino y rápidamente lo metió por las vacaciones y luego porque le gustaba tener su dinero. Su padre se llamaba Hugo Alejandro y su mamá Delia Lidia Cabral. Hugo habló con Juan y con Celestino y Gustavo debutó llevando las viandas a los domicilios. “Por esos tiempos los viejitos que vivían solos le pedían comida a los Balderrama y yo les llevaba en bicicleta. Casi todos era de la zona así que no tenía problemas”, dijo Gustavo entrevistado en la casa de sus padres de barrio Campo Caseros. Mira el patio, la galería y el ejercicio de recordar lo deja callado por un momento. 

Fue un adelantado en el servicio de entrega de comida a domicilio. Quizás ese recorrido lo llevó luego a su oficio definitivo, pero falta mucho camino.

“Yo iba y venía en bicicleta con las viandas y además podía estudiar porque trabajaba de 10 a 14 y se ganaba bien porque los Balderrama me pagaban bien”, declaró.

“Cuando ya tenía 18 años entré a trabajar en una empresa de máquinas impresoras, tintas y serigrafía. Ahí también hice de cadete llevando café, en la limpieza, yendo a pagar boletas, trayendo documentos, papeles; todas esas cosa”, recordó.

Antes de cumplir 19 hay un hecho que lo marca, una aventura, algo que lo va definiendo ya en su futura forma de ser: un “picaflor”. “Yo había comenzado a intercambiar epístolas con una joven de Rosario de Santa Fe. Los hacíamos a través del Correo Sentimental de la revista Semanario. Ya había pasado un buen tiempo y decidí viajar a Rosario y aún no había cumplido los 19 años. Me tomé el tren en Salta, a las 8, una mañana de viernes y llegué el sábado, a las 20. Yo llevé una caja de alfajores para ella y unas botellas de vino regional para su familia. Estuve allí 3 o cuatro meses conviviendo con su familia. Pero eran tiempos feos y no había trabajo. Yo quería tener mi dinero y me volví. Su familia tenía buen pasar, pero yo no quería depender de eso así que regresé a Salta. Tengo un gran recuerdo de todos ellos”, relató.

Así son sus historias: sorprendentes.

Cuando volvió a Salta ya tenía 19 años y entró a trabajar con Martín, el fletero de la Ayacucho y Yapeyú, que llevaba y traía mercadería entre el Cofruthos y el mercado San Miguel en una vieja camioneta. “A mí me daban una libreta con pedidos. Iba, los buscaba, los cargaba y los llevaba. Era un trabajo simple y la paga también”, recordó.

“Al tiempo le llevé un cayote a una vecina de una novia que yo tenía por la zona de mi casa y de charlar ella me dijo que andaban buscando personal en una clínica privada en donde su hermana era jefa de Enfermería. Me habrá visto con el cayote y pensó que yo tenía otros potenciales de trabajo; no lo sé pero me presenté. Había que trabajar con hemodiálisis, con las manos en sangre y yo no estaba acostumbrado y me dejaron un mes de prueba. Yo primero no quería saber nada de seguir, pero cuando cobré la mensualidad me cambió toda la perspectiva. Ganaba más de 10 veces lo que hacía con el flete y la entrega de cayote”, dice con mucha gracia sin reír, por más que todos estén a las carcajadas.

En esa clínica privada trabajó casi 18 años y en el trayecto comenzaron a pedirle que estudie Enfermería. Así lo hizo, y cursó 2 años en la Cruz Roja y luego se pasó al Ramón Carrillo, pero como no había un sistema de equivalencia de materia tuvo que estar otros dos años más. Se recibió en el 2007 y renunció al año siguiente de la clínica porque quería trabajar de manera independiente.

“Yo me senté con mi hermana en el patio de esta casa (paterna) y le dije que lo mejor era comenzar a trabajar de enfermero de manera independiente. Ir a las casas de aquellos pacientes que necesitaban atención y no pueden salir. Que tenía que hablar con las obras sociales para eso. Así fue que fui primero a las oficinas del IPSS (Instituto Provincia de Salud Salta) de la Mitre y Belgrano, entré y pedí hablar con alguien que me oriente sobre el servicio que quería dar y con sorpresa me dijeron que ya existía, pero que había una sola profesional como prestadora de ese servicio. Yo me anoté y esa mujer luego se borró del servicio así que quedé yo y hoy puedo decir que soy el primer prestador de Enfermería a Domicilio del IPS”, dice con orgullo. De llevar la comida puerta a puerta, luego los cayotes, ahora llevaba toda su profesionalidad a las casas de los enfermos. Estamos hablando del 2008. No había prestadores y hoy es normal la atención de enfermos en sus respectivos domicilios.

“Yo tenía disponibilidad horaria para ese trabajo de enfermero a domicilio. Entonces yo llego a una casa, veo al paciente, analizo la situación y tomo medidas. De alguna manera uno comienza a conocer su vida, a su familia, a la cotidianeidad de cada núcleo familiar y uno le tiene que dar la tranquilidad de que la persona está bien cuidada y tratada. Es por eso que yo a cada paciente lo atiendo como si fuera de mi familia. Sólo así, el resto de la familia se siente seguro con mi presencia”, dijo el hombre.
En plena pandemia fue convocado para participar del Programa “IPS Cerca Tuyo” que recorre la pueblos del interior de Salta. 
“Es un trabajo fascinante porque conocemos realidades de todos los rincones de la provincia en donde muchos nos dicen que nunca vieron a un médico”, dijo Montero.

Fotografía Gentileza Prensa IPS.

El trabajo de salir por toda la provincia

El Programa ‘IPS Cerca Tuyo” lleva recorridos más de 8000 km y 7600 atenciones en el interior provincial y tiene la finalidad de favorecer la accesibilidad de los afiliados del interior de la provincia a las diversas especialidades médicas para la prevención, diagnóstico y seguimiento de patologías crónicas. 
“Quizás el lugar que más me impactó fue Iruya. Por su paisaje y por su gente. Muchos caminaron varias horas para poder llegar a la atención médica. En muchos otros lugares nunca vieron a un médico especialista. Primero es duro porque todos piensan que llegamos a hacer politiquería. Luego se dan cuenta que somos serios y comienzan a venir con confianza, que es por la seriedad y porque saben que volveremos para ver cómo siguen cada paciente”, definió.

 

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