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La Argentina ha llegado a un punto de no retorno

Domingo, 15 de mayo de 2022 02:23

Soy mayor; en mi adolescencia se compraban discos de vinilo. Fanático del rock progresivo, recuerdo uno en particular, el segundo disco de Kansas lanzado en 1977: "Punto de no retorno". En su tapa se ve una carabela sobre el borde del mundo en el instante preciso antes de caer. Inspirado en las creencias del medioevo, se imagina un borde del mundo más allá del cual se cae al abismo y ya no se puede volver a la "civilización". Los marineros de Colón temían alcanzar ese punto.

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Soy mayor; en mi adolescencia se compraban discos de vinilo. Fanático del rock progresivo, recuerdo uno en particular, el segundo disco de Kansas lanzado en 1977: "Punto de no retorno". En su tapa se ve una carabela sobre el borde del mundo en el instante preciso antes de caer. Inspirado en las creencias del medioevo, se imagina un borde del mundo más allá del cual se cae al abismo y ya no se puede volver a la "civilización". Los marineros de Colón temían alcanzar ese punto.

En la navegación espacial el punto de no retorno es el instante cuando, de seguir adelante, se quema el combustible necesario para poder volver. Hay infinidad de novelas que juegan con esta idea y, sin ir muy lejos, la última novela de Andy Weir, "Proyecto Hail Mary", se basa en ella.

Hoy se usa este término también en referencia al cambio climático; como el momento a partir del cual la civilización se encaminará de manera irrefrenable hacia su aniquilación y no se podrá hacer nada por evitarlo.

Lo importante es que hay un punto a partir del cual, una vez superado, no se puede volver atrás. ¿Argentina habrá alcanzado ese punto? ¿Lo hemos superado y nos encontramos cayendo al abismo y a nuestra aniquilación como país y como sociedad? ¿O queda algún mecanismo -alguna alternativa-, que nos permita restablecer la cordura vulnerada? ¿Podemos volver a ser un país normal, racional, con alguna posibilidad y con alguna clase de futuro mejor por delante?

Nobleza obliga, aclaro desde el inicio mi postura. Creo que hemos superado ese punto hace décadas y que no hay forma alguna de volver a ser un país normal. Ni racional ni democrático ni civilizado ni funcional. Por supuesto que es solo mi opinión; apenas una opinión más.

Arthur Schopenhauer, en su libro "El arte de tener siempre razón", expone treinta y ocho estratagemas para tener razón; para "ganar" una discusión usando tanto medios lícitos -fas- como ilícitos -nefas-. Es cierto que a muchos lo único que les importa es tener razón, sin importarles la verdad, la razonabilidad de los argumentos o de las conclusiones. Estúpida gloria; ganar un debate sin encontrar la verdad; provenga esta de donde sea. Yo no busco tener razón. Es más, de veras espero estar muy equivocado. Solo que no encuentro un solo argumento válido que me deje sentir la más mínima esperanza.

La calidad de todo

Analicemos cuál es hoy la calidad de la democracia. La calidad de sus instituciones, la presencia -real, no la declamada- del Estado; la calidad de la Justicia y de sus jueces; la calidad de la seguridad y la valoración por parte de la sociedad de sus custodios; la calidad de la educación y la de los educadores; la calidad de las organizaciones sindicales y la de sus sindicalistas; la calidad de la economía y la de los empresarios que la nutren; la calidad de todo el país: la de sus dirigentes y la calidad nuestra como ciudadanos.

Hagamos el ejercicio de verdad. Sin veleidades ni esnobismos. Sin ideología. Sin hacernos trampa jugando al solitario. Comparemos cómo se encontraba el país respecto a estas variables en 1910, en 1983, y cómo se encuentra hoy. ¿Por qué estos tres momentos? Porque en 1910 nos encontrábamos en plena construcción. Se había superado la ruptura que significó la Batalla de Caseros; se había logrado suscribir una Constitución en 1853, venían inmigrantes de todo el mundo como si esta fuera la tierra prometida y se iba consolidando una idea de país.

1983 por casi las mismas razones. Había caído la más siniestra dictadura, existía un estado de efervescencia democrática y de optimismo general y, otra vez, existía la idea de un futuro mejor.

Y hoy, bueno; hoy pareciera que no queda nada de eso. Que no queda nada. Ni efervescencia democrática, ni optimismo general ni idea de un futuro mejor. Hace poco un subnormal dijo "todas las variables económicas dan espectacular". No solo eso no es cierto; no encuentro una sola variable económica ni de ningún otro tipo que dé un resultado mejor comparada con 1910 o 1983.

Variable por variable

Empecemos por la educación; llave de todo futuro. En las últimas mediciones PISA y sobre 77 países, Argentina ocupó el lugar 65 en ciencias, el 63 en comprensión de lectura y el 71 en matemática. Un informe publicado por el Observatorio Argentinos por la Educación muestra que de cada 100 chicos que ingresan en la escuela primaria solo 53 terminan el ciclo en el tiempo regular y solo 16 lo hacen con una comprensión razonable de lo que leen y son capaces de realizar operaciones matemáticas simples. Hoy, los adolescentes no leen ni entienden lo que leen. Toyota no pudo cubrir vacantes laborales porque las personas que se presentaron a cubrir dichas posiciones no fueron capaces de mostrar que habían comprendido lo que les dieron a leer. Mientras tanto, el Consejo Federal de Educación de la Provincia de Entre Ríos considera que las calificaciones deberían ser entre "cuatro" y "diez" para evitar el impacto subjetivo que las notas menores podrían ocasionar -según ellos- en el alumno. En Formosa, los alumnos pueden pasar de año con 19 materias previas gracias a un decreto de Gildo Insfrán firmado por su ministro de Educación.

Esto no es incapacidad ni discapacidad. Tampoco es desidia. Es perversidad. Es algo hecho exprofeso: nos quieren brutos; nos quieren dóciles; nos quieren obedientes, dependientes y manejables.
No aplazamos a los chicos para no estigmatizarlos; no los hacemos repetir de grado por la misma razón; no les enseñamos nada nuevo porque los docentes y sus sindicatos no están preparados ni dispuestos a hacerlo. Se buscó agregar una hora a la enseñanza para recuperar parte del tiempo perdido y el sindicalismo se opuso. “La verdadera ignorancia no es la ausencia de conocimientos, sino el hecho de negarse a adquirirlos”; Karl Popper, filósofo austríaco, padre del racionalismo crítico. Sin querer adquirir conocimientos no hay posibilidad de país.
Sigamos por la Justicia. La opereta de los últimos meses sobre las discusiones en torno al Consejo de la Magistratura y a la ampliación de la Corte Suprema de Justicia han desnudado lo bizarro de una institución que protege a jueces procesados; a jueces militantes o a jueces corruptos. La Justicia está amenazada y acorralada por todos lados y asistimos con vergüenza a las declaraciones del presidente, que manifiesta “sentirse desalentado e impotente ante un poder judicial autónomo”. Parece que al señor profesor de derecho penal de la UBA no le explicaron que la base de una República es la separación absoluta de los poderes. En el último tramo de la opereta judicial asistimos al sobreseimiento de Amado Boudou por las coimas en Formosa, por sus documentos falsificados y, ahora, también al sobreseimiento de la señora vicepresidenta y de buena cantidad de empresarios implicados en la causa de los cuadernos. Sin duda también asistiremos a las brutales indemnizaciones que les iremos a pagar. Sin educación y sin justicia no hay posibilidad de país.
El poder político no representa a nadie y, hoy, tiene prensa alguien que es un claro ejemplo antisistema, fascista, lleno de propuestas falaces y potencialmente muy destructivas; ante la falta de cualquier otra alternativa que sea apenas algo más representativa y racional. Un poder político que, al igual que el judicial, también acuna y protege a políticos corruptos, venales, procesados y perversos. De la mano de todos ellos, hay un poder económico -empresarios genuinos y no genuinos- que siguen persiguiendo ganancias extraordinarias por encima de todo bienestar social y que han pervertido y cooptado la política.
La debilidad estructural profunda de nuestra economía; nuestra dependencia a las materias primas y recursos extractivos; una base industrial marginal, ineficiente y cara; la corrupción generalizada; un sindicalismo también corrupto, venal y cooptado; la infraestructura erosionada que encarece cualquier proyecto en las distancias que manejamos. La Argentina es poco viable en el corto plazo; es por completo inviable en el largo plazo sin reformas estructurales serias y profundas. De esas que implican consensos y acuerdos que duelen a todos y que nadie está dispuesto a hacer. Menos a sostener en el tiempo. Es fácil para todos hablar de la necesidad de “reformas estructurales profundas” pero sin explicar ni cuáles son ni cómo piensan instrumentarlas. Todos sabemos que no son posibles.
Así, hoy tenemos una república necrosada. Sin educación, sin justicia, sin una clase dirigente sana y sin ningún estadista de verdad, sin poder político, con un sindicalismo mafioso y con un sistema económico en estado de descomposición, no veo posibilidad de país.

 ¿Paralelismo casual?

“La burocracia estatal se guía por la desconfianza por el individuo libre y por la libre empresa. Un Estado fuerte y una burocracia fuerte no son la misma cosa. El primero es un instrumento que la sociedad necesita desarrollar para mantener el orden y fortalecer las instituciones democráticas. La segunda es algo en extremo peligroso”. Curiosas palabras de Dmitri Mevdeved, títere de Vladimir Putin; dichas en ocasión de su asunción en 2008. Pensándolo bien, ¿de veras resulta paradójico el paralelismo entre el desarrollo de Rusia y el nuestro entre el año 2000 a hoy? Quizás esta similitud explique la fascinación de nuestros dirigentes por Vladimir Putin y por el “proyecto” conjunto, explicitado por Nicolini cuando negociaba la provisión de las vacunas rusas.
Hay que preguntarse quiénes se benefician con la perpetuación de este sistema necrosado y corrupto, con la ineficiencia presupuestaria crónica, con la falta de educación, con la pobreza e informalidad crecientes, con estas tasas tan altas de inflación, de informalidad y de pobreza; en definitiva, con esta economía arrasada, expoliada y que sigue yendo para atrás.
Punto de no retorno. ¿Lo habremos superado o lo estamos por superar? ¿Quedará algo por hacer por evitarlo o ya estaremos más allá de cualquier posible salvación? 
“La ausencia de presencia”. Otra canción de Kansas.
¿Habrán compuesto sus temas y dibujado sus tapas pensando en nuestro país?
 
 

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