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La batalla de Castañares

Miércoles, 18 de mayo de 2022 02:19

 En una época en que el país había comenzado a dividirse inexorablemente y las luchas fratricidas llegaron a su paroxismo, un episodio olvidado nos vuelve cada tanto de las nieblas del tiempo, tal como es la Batalla de Castañares. Ese suceso tuvo como consecuencia la escisión de Jujuy de la provincia de Salta, lo cual marcó el fin de la vieja pretensión autonómica jujeña, que se había iniciado a la par de la Revolución de mayo, en 1810 e incluso se agudizó con la elección de Martín Miguel de Güemes como gobernador intendente, el 6 de mayo de 1815. La aceptación de Jujuy a Güemes como gobernador no fue fácil. Por el contrario, fue objeto de arduas negociaciones que demandaron cerca de tres meses. El combate ocurrió un 13 de diciembre de 1834, período aciago en turbulencias políticas que ensombrecieron nuestra historia. 
Era el año de 1834 cuando José María Fascio, nacido el 4 de julio de 1787 en el puerto español de Sanlúcar de Barrameda en España, e instalado en las Provincias Unidas del Río de la Plata un poco antes de 1825, gobernaba interinamente el municipio de San Salvador de Jujuy. Varias reyertas habían sucedido entra Salta y Jujuy desde 1810 hasta 1834. La última de ellas ocurrió cuando Jujuy sostuvo que Salta le había arrebatado los territorios de Iruya, San Andrés y Santa Victoria. Y así fue que la Sala Consistorial, donde funcionaba el Cuerpo Municipal decidió por aclamación declarar la autonomía jujeña. Consecuentemente Fascio fue ungido gobernador de Jujuy. Es decir que, paradójicamente, un español, afincado un poco más de una década atrás fue el primer mandatario de la Jujuy autonómica. El primer gobernador jujeño había contraído matrimonio con la jujeña Trinidad Alvarado.

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 En una época en que el país había comenzado a dividirse inexorablemente y las luchas fratricidas llegaron a su paroxismo, un episodio olvidado nos vuelve cada tanto de las nieblas del tiempo, tal como es la Batalla de Castañares. Ese suceso tuvo como consecuencia la escisión de Jujuy de la provincia de Salta, lo cual marcó el fin de la vieja pretensión autonómica jujeña, que se había iniciado a la par de la Revolución de mayo, en 1810 e incluso se agudizó con la elección de Martín Miguel de Güemes como gobernador intendente, el 6 de mayo de 1815. La aceptación de Jujuy a Güemes como gobernador no fue fácil. Por el contrario, fue objeto de arduas negociaciones que demandaron cerca de tres meses. El combate ocurrió un 13 de diciembre de 1834, período aciago en turbulencias políticas que ensombrecieron nuestra historia. 
Era el año de 1834 cuando José María Fascio, nacido el 4 de julio de 1787 en el puerto español de Sanlúcar de Barrameda en España, e instalado en las Provincias Unidas del Río de la Plata un poco antes de 1825, gobernaba interinamente el municipio de San Salvador de Jujuy. Varias reyertas habían sucedido entra Salta y Jujuy desde 1810 hasta 1834. La última de ellas ocurrió cuando Jujuy sostuvo que Salta le había arrebatado los territorios de Iruya, San Andrés y Santa Victoria. Y así fue que la Sala Consistorial, donde funcionaba el Cuerpo Municipal decidió por aclamación declarar la autonomía jujeña. Consecuentemente Fascio fue ungido gobernador de Jujuy. Es decir que, paradójicamente, un español, afincado un poco más de una década atrás fue el primer mandatario de la Jujuy autonómica. El primer gobernador jujeño había contraído matrimonio con la jujeña Trinidad Alvarado.


Por aquellos tormentosos años, Alejandro y Felipe Heredia, otrora fieles a Güemes, se habían hecho fuertes en Tucumán desde donde ejercían el poder. Salta estaba gobernada, a su vez por don Pablo de la Torre, popularmente apocopado como Pablo Latorre. Y, curiosamente, todos los protagonistas adherían al Partido Federal. Es decir que en esta puja tan particular, no hubo un enfrentamiento entre unitarios y federales. Latorre, por su parte, había nombrado teniente de gobernador interino de Jujuy a Fascio el 23 de enero de 1833. El titular era Juan Manuel Quiroz que se había ausentado de la ciudad. Aupado en el sitial que le permitía enfrentarse a Salta, Fascio formó una milicia de alrededor de mil soldados, se dirigió a esta ciudad, y obtuvo un rotundo triunfo ante Latorre, a quien tomó prisionero. Latorre resultó herido. Los jujeños tuvieron un solo muerto, mientras que los salteños cincuenta. A continuación Fascio comunicó a todas las provincias que Jujuy se había declarado independiente de Salta y asumió en plenitud su cargo como gobernador de la nueva provincia de Jujuy.
Sin embargo el drama fratricida fue mayor. Una partida de milicianos colombianos que años atrás había servido a las órdenes del libertador Simón Bolivar, había llegado a estas tierras al mando de Domingo López de Matute, el cual tomó decidido partido por la causa jujeña. Si bien Matute no formó parte de la Batalla de Castañares, quien sí lo hizo fue un lugarteniente suyo llamado Miguel Vázquez Valladares, jefe de un escuadrón denominado “San Martín”. Fue este oficial colombiano quien decidió fusilar al gobernador Pablo Latorre y al comandante José María Aguilar, el 30 de diciembre de 1834. Valladares había quedado como jefe de la custodia del Cabildo de Salta, que por aquel entonces oficiaba también de presidio, cuando Fascio retornó a Jujuy. Paralelamente, Latorre estaba enfrentado al gobernador de Tucumán Alejandro Heredia, porque éste último consideraba que albergaba y favorecía a sus enemigos. El enfrentamiento con Heredia también había tenido una sostenida escalada, al punto que cuando se produjo la Batalla de Castañares, Heredia se había dispuesto invadir Salta desde el sur. Ante estos acontecimientos y viéndose acorralado política y militarmente, Latorre le había solicitado su mediación al caudillo riojano Facundo Quiroga, quien no pudo llegar a tiempo para evitar la contienda, ni los luctuosos acontecimientos posteriores que terminaran por segar la vida del gobernador de Salta. Quiroga también tendría un destino trágico al poco tiempo, pues sería asesinado por Santos Pérez por orden de los hermanos Reinafé en Barranca Yaco, en la provincia de Córdoba, el 16 de febrero de 1835.
A su vez, Alejandro Heredia, quien se había casado con la hija de la patriota salteña Gertrudis Medeiros, había sido amonestado por Juan Manuel de Rosas, en su carácter de líder del Partido Federal, por cuanto consideraba que el derrocamiento y muerte de Latorre la habían ocasionado “salvajes unitarios”, que en realidad no lo eran, pues en el interior existían caudillos federales que no aceptaban la figura de Rosas. Incluso de la muerte de Quiroga, quien buscaba una organización constitucional del país, se dijo que se debió a que tampoco compartía plenamente el liderazgo del caudillo federal porteño por la concentración del poder que había obtenido en torno suyo. Lo cierto es que Heredia, so pretexto de que el movimiento autonómico de Jujuy era unitario, ungió como gobernadores a su hermano Felipe Heredia en Salta y a Pablo Alemán en Jujuy, lo cual le significó reivindicarse con Rosas, quien luego lo nombraría general en jefe del Ejército Argentino y director de la guerra contra Bolivia. 
Todos estos episodios transcurrieron en el curso de pocos años y sus orígenes se abrevan en una infausta decisión que tomó el 8 octubre de 1814 el entonces director supremo Gervasio Antonio Posadas a instancias de su sobrino Carlos María de Alvear, uno de los líderes de la Logia Lautaro, cuando intempestivamente decidió dividir la provincia de Salta del Tucumán en plena guerra de la independencia. Catamarca, a excepción de la ciudad de Santa María, Santiago del Estero y Tucumán, pasaron a formar parte de otra provincia y Jujuy vio frustrado su anhelo. La escisión de Jujuy, igualmente pudo haber ocurrido, pero de un modo diferente, sobre todo cuando transcurridos los años, se observa que las decisiones geopolíticas impensadas impactan directamente en el desarrollo de los pueblos y en la organización armónica de los países.
     * Miembro de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas

 

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