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El golpe brutal de la realidad

Martes, 24 de mayo de 2022 02:46

La disputa política alrededor del poder está instalada en el interior del peronismo. Algunos lo presentan como debate, otros como guerra. Seguramente no es una guerra, pero está muy lejos de ser un amable debate. Por lo pronto, lo que se observa en la superficie son las imágenes más complacientes del conflicto. Los líderes en estas circunstancias suelen ser diplomáticos en sus declaraciones, pero en las segundas y terceras líneas del poder la disputa por los espacios se distingue por su dureza.

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La disputa política alrededor del poder está instalada en el interior del peronismo. Algunos lo presentan como debate, otros como guerra. Seguramente no es una guerra, pero está muy lejos de ser un amable debate. Por lo pronto, lo que se observa en la superficie son las imágenes más complacientes del conflicto. Los líderes en estas circunstancias suelen ser diplomáticos en sus declaraciones, pero en las segundas y terceras líneas del poder la disputa por los espacios se distingue por su dureza.

La pregunta de fondo es si la "nave" del gobierno llegará al puerto de 2023 con más o menos descalabros en su estructura o, si por el contrario, naufragará como consecuencia de los reiterados motines a bordo.

Lo he escrito en otras ocasiones y lo reitero: el problema de la Argentina consiste en hacer funcionar el capitalismo en las condiciones actuales, y en este caso en particular, en una sociedad cuyas demandas sociales son altas, muy superiores a los que el sistema puede conceder. En una nación que merezca ese nombre, esta consigna, "un capitalismo que funcione en una sociedad de bienestar", incluye políticas económicas claras, pero también la presencia de un estado fuerte.

Mercado y estado. Y no mercado o estado.

En ese matiz reside la cuestión. Algunos privilegian el rol del mercado, otros el del estado. La experiencia histórica de las naciones enseña que la sabiduría política consiste en decidir históricamente las proporciones de esa relación, proporciones que se deciden en el territorio de la interacción social, del conflicto social y de las propias relaciones de poder.

Cuánto estado y cuánto mercado es necesario. He aquí el dilema.

En la actualidad todo está mal. Disponemos de un estado fofo, corrupto e ineficiente y de un mercado bloqueado por impuestos, retenciones y un empresariado prebendario.

De la ecuación estado - mercado, nos las hemos ingeniado en ejercer sus peores variables: empresarios que no compiten y practican con singular entusiasmo el capitalismo de amigos; y un estado prebendario, clientelístico, con sus principales agencias funcionando a media máquina (y a veces, a mucho menos) y con un poder político que lo concibe como un botín.

Como consecuencia de ello, disponemos de un país que no crece, no reproduce de manera efectiva sus condiciones materiales de vida, se endeuda, gasta mucho más de lo que produce y desaprovecha sus ventajas naturales y comparativas.

Colocado en esta emergencia, para el populismo la salida pasa por ampliar el rol del estado, sancionar o expropiar a los grupos privilegiados del poder económico y distribuir en nombre de la justicia social y la ampliación del mercado interno. Para el neoliberalismo, es decir, para lo que el kirchnerismo califica como "neoliberalismo", el crecimiento económico es la condición necesaria para una posible distribución justa de la riqueza. No hay crecimiento, estiman, sin reformas impositivas, previsionales y laborales, es decir, sin un ajuste, palabra que a los populistas los espanta como a Drácula el crucifijo.

Ajuste y neoliberalismo para el populismo son casi sinónimos.

Y neoliberalismo para los K es algo más que una teoría económica o un modelo político; es, lisa y llanamente, el mal. Lo sorprendente es que ni populistas ni neoliberales se han puesto de acuerdo acerca del contenido de esa palabra maldita. Conozco la bibliografía liberal y salvo una o dos excepciones, ningún político o economista liberal incluye la partícula "neo" a sus posiciones.

¿Y entonces? Sencillo: se trata de consignas destinadas a demonizar, más emocionales que racionales. Puede que "neoliberalismo" sea algo parecido a lo que Benedetto Croce calificó en su momento como "liberismo", es decir, una versión del liberalismo que privilegia exclusivamente las relaciones del mercado, postergando a un segundo o tercer plano las otras condiciones del liberalismo como hijo de la ilustración y la modernidad: el Estado de derecho, las libertades políticas y culturales y la república democrática.

Discusiones para más adelante. Vayamos a los hechos inmisericordiosos e impiadosos de la realidad. Les guste o no a los kirchneristas de paladar negro, Martín Guzmán no es un neoliberal, pero debe hacerse cargo de los rigores de la vida real, que es algo así como admitir que la ley de la gravedad existe o que uno más uno es dos, por más vueltas que queramos darle. Veremos de aquí en más las consecuencias de ese encuentro con lo real por parte de las actuales autoridades económicas que no creen en lo que están haciendo (acuerdo con el FMI, por ejemplo) pero a los que no les queda otra alternativa que intentar hacerlo.

Para concluir, observación de comedido con la inevitable cuota de paradoja: cuanto más se posterguen las decisiones que se deben tomar para salir del actual estancamiento económico, más imperiosas serán en el futuro inmediato o mediato las soluciones "neoliberales".

Al respecto, el dilema será de hierro: o el ajuste lo hace el mercado o al ajuste lo hace el estado. En todas las circunstancias el ajuste es un trámite insalvable. Si simpatizamos con los valores de la justicia, la compasión o la equidad tratemos que sea el estado, porque el ajuste del mercado será mucho más impiadoso.

* Fragmento de un texto publicado en el Club Político Argentino

 

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