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En La Silleta necesitan ayuda para pasar el invierno

Son al menos 25 núcleos familiares a los que le falta abrigo, calzado, frazadas y colchones. Están a 15 kilómetros de Salta pero muchos quedaron afuera del censo 2022. 
Domingo, 29 de mayo de 2022 12:27
Clara Copa con los niños de su familia. Fotografías: Federico Medaa.

El relato de Clara Copa es similar a muchos que se repiten al oeste del Valle de Lerma, sobre la ruta nacional 51, cerca de la localidad de La Silleta. Ella tiene 23 años y quedó a cargo de un núcleo familiar grande y muy pobre. Su mamá se tuvo que ir a trabajar en la agricultura en la zona de Colonia Santa Rosa y ahora Clara, desde hace más de un mes, cuida a siete de sus hermanos, a sus hijos y hasta a una sobrina. A unos 15 kilómetros de la ciudad de Salta, quedaron entre los salteños a los que no llegaron a censar el 18 de mayo.
En la casa donde viven todos, Clara dividió la única habitación que hay en tres espacios. Hay muchos niños en una sola cama y muchas veces duermen vestidos porque no tienen suficientes frazadas. Además necesitan camas y colchones.
Es una familia numerosa que depende de los planes asistenciales que llegan desde la Nación. El esposo de Clara realiza trabajos temporarios de albañilería, limpieza y jardinería.
“Nosotros necesitamos de todo: desde alimentos hasta ropa de abrigo”, dijo Clara. Las edades de los niños van desde los dos hasta los 13 años. Todos están escolarizados pero necesitan ropa para ir a clases, conjuntos deportivos para educación física, guardapolvos y útiles escolares.
También les faltan calzados. Hay muchas fotografías crudas en las que se los ve descalzos en la casa porque guardan las zapatillas para ir a la escuela.
La familia de Clara es una más entre tantas. Como en una metáfora de la vida, son salteños que ni siquiera fueron censados en el último operativo.

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El relato de Clara Copa es similar a muchos que se repiten al oeste del Valle de Lerma, sobre la ruta nacional 51, cerca de la localidad de La Silleta. Ella tiene 23 años y quedó a cargo de un núcleo familiar grande y muy pobre. Su mamá se tuvo que ir a trabajar en la agricultura en la zona de Colonia Santa Rosa y ahora Clara, desde hace más de un mes, cuida a siete de sus hermanos, a sus hijos y hasta a una sobrina. A unos 15 kilómetros de la ciudad de Salta, quedaron entre los salteños a los que no llegaron a censar el 18 de mayo.
En la casa donde viven todos, Clara dividió la única habitación que hay en tres espacios. Hay muchos niños en una sola cama y muchas veces duermen vestidos porque no tienen suficientes frazadas. Además necesitan camas y colchones.
Es una familia numerosa que depende de los planes asistenciales que llegan desde la Nación. El esposo de Clara realiza trabajos temporarios de albañilería, limpieza y jardinería.
“Nosotros necesitamos de todo: desde alimentos hasta ropa de abrigo”, dijo Clara. Las edades de los niños van desde los dos hasta los 13 años. Todos están escolarizados pero necesitan ropa para ir a clases, conjuntos deportivos para educación física, guardapolvos y útiles escolares.
También les faltan calzados. Hay muchas fotografías crudas en las que se los ve descalzos en la casa porque guardan las zapatillas para ir a la escuela.
La familia de Clara es una más entre tantas. Como en una metáfora de la vida, son salteños que ni siquiera fueron censados en el último operativo.

 

Clara Copa

Para encontrar algún registro sobre la realidad de la zona se puede ir al comedor “Pan de Vida” de La Silleta, a donde todos los domingos van las familias campesinas a recibir un plato de comida, algo de vestimenta y algo de espiritualidad, lo que se convierte para ellos en mimos en el alma.
“Tenemos a 25 familias en las mismas condiciones que la de Clara. Con extrema vulnerabilidad, con trabajos rurales temporarios, sin vivienda propia, con mucha cantidad de niños y con todas las necesidades”, dijo Jimena Calafiore, quien está al mando del comedor que funciona en la calle Leopoldo Romer.
“De las 25, hay cuatro que están en una situación angustiante porque duermen varios niños en una misma cama, que no tiene colchones. Conseguimos algunas colchas y nos agradecieron de una manera increíble porque nunca experimentaron tener un abrigo nuevo. Son niños sin ropa de abrigo ni calzados, que se enferman a cada rato, porque además no comen bien. Es toda una realidad muy triste a muy pocos kilómetros de la Capital”, explicó Calafiore.
Las familias están en distintos campos, en casas que no son propias. Algunas viviendas están cubiertas con nailon para aislar el frío y tienen aberturas precarias, con un piso que ya no se sabe si es de cemento o tierra y baños con pozo ciegos en el exterior.
La gran mayoría de los que integran estas familias solo tienen completa la escolaridad primaria y no cuentan con ingresos por salarios. Muchos contaron que no fueron censados, por lo que no tuvieron oportunidad de refjejar esta situación que viven.

 

 

Los interesados en colaborar pueden comunicarse con Jimena Calafiore al 0387 5 825661. También se puede llamar a César Aguierre al 0387 5 492011. En la cuenta de Facebook de “Jimena Calafiore” hay videos y fotos de las acciones que realizan.

 

El el comedor “Pan de Vida” funciona desde 10 años como una organización comunitaria en donde colaboran amigos, la familia completa de Jimena Calafiore, los músicos de la Orquesta Sinfónica de Salta y los hermanos solidarios franciscanos del “Tomma 23”, entre otros donantes anónimos de Salta. Ellos son el nexo fundamental para llegar a las familias que necesitan de las manos solidarias de los salteños.

 

Jimena Calafiore


“Nosotros ya llevamos 10 años trabajando con las familias de La Silleta. Pasamos de todo: crisis y pandemias. Pero ya me da mucha vergüenza seguir pidiendo a los amigos que siguen colaborando como sea para que cada domingo les hagamos un mimo a las familias. Lo que sucede es que a veces ya no podemos hacer nada más. Ya nos pasó en estos dos últimos fines de semana que la comida no nos alcanzó para todos”, dice Jimena y se ahoga el relato en su llanto silencioso.
“Es muy difícil saber lo que se siente cuando hay criaturas de dos años que piden comida y no se tiene nada más para darles”, señaló. No pudo hablar más.
Lo que intenta decir es que ya no les puede pedir más al entorno solidario que domingo a domingo apoya al comedor y que este pedido, por esas 25 familias, es algo extraordinario y fundamental para afrontar el crudo invierno que se viene en pocos días.

 

 

 

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