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“Me sorprende después de treinta años que mi obra haya influido en la vida de alguien”

En una extensa charla el director, escritor y actor Pepe Cibrián Campoy recorre tres décadas con su más reconocido musical.   
Sabado, 07 de mayo de 2022 22:01

El lunes 9 de mayo, a las 21.30, (Zuviría 70) subirá a escena en el Teatro Provincial “Drácula, el musical. La despedida”. Escrito y dirigido por Pepe Cibrián con la composición y música de Ángel Mahler, y producido por Tito Lectoure, se estrenó en 1991 en el estadio Luna Park y realizó cinco temporadas allí (1991, 1992, 1994, 1997, 2000), dos en el Teatro Ópera de Buenos Aires (2003 y 2007) y dos en el Teatro Astral (2011, 2016). Del 1 al 10 de abril pasados volvió para la celebración de sus treinta años a la casa que lo vio nacer. Y a partir del 14 de abril está de gira nacional por Mar del Plata, Bahía Blanca, Córdoba, Rosario, Santa Fe, Mendoza, San Juan, Tucumán y Salta, entre otras ciudades.

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El lunes 9 de mayo, a las 21.30, (Zuviría 70) subirá a escena en el Teatro Provincial “Drácula, el musical. La despedida”. Escrito y dirigido por Pepe Cibrián con la composición y música de Ángel Mahler, y producido por Tito Lectoure, se estrenó en 1991 en el estadio Luna Park y realizó cinco temporadas allí (1991, 1992, 1994, 1997, 2000), dos en el Teatro Ópera de Buenos Aires (2003 y 2007) y dos en el Teatro Astral (2011, 2016). Del 1 al 10 de abril pasados volvió para la celebración de sus treinta años a la casa que lo vio nacer. Y a partir del 14 de abril está de gira nacional por Mar del Plata, Bahía Blanca, Córdoba, Rosario, Santa Fe, Mendoza, San Juan, Tucumán y Salta, entre otras ciudades.

En esta versión gran parte del elenco original encarnará los roles principales como Juan Rodó (Drácula), Cecilia Milone (Mina), Laura Silva (Nani), Pehuen Naranjo (Van Helsing) y Karina Levine (Condesa Dolingen de Gratz).

Más de tres millones y medio de personas han visto el musical, no solo en Argentina, sino también en Brasil (2000), Chile (1992 y 2008) y España (1994).

A Salta desembarcó en 1998 en el Teatro de la Ciudad y en 2011 y 2016 en el Teatro del Huerto. Anticipando esta oportunidad única de ser parte de la celebración Pepe Cibrián Campoy dialogó con El Tribuno a través de Zoom.

Los treinta años de Drácula también son especiales para mí, que después del saludo le cuento atropelladamente a Pepe algo que he esperado 25 años para narrarle y con lo que parecía una mala idea iniciar una entrevista. Pero le cuento que en 1996 mis padres debieron sacarme de un colegio privado confesional y que cuando entré en un colegio público sufrí bullying. El desprecio hacia mí de parte de varios estudiantes asumía formas que no llegaban a la violencia física, pero sí a un ostracismo al que estaba desacostumbrada y eso me sumió en la tristeza. Sin embargo, cuando me inscribí en el grupo de teatro del colegio que comandaban los profesores Clara Latnik y Guillermo Escalante, conocí “Drácula. El musical”.

Haciendo fonomímica desmigajé cada palabra, cada tono de aquella música magnífica, de la tragedia arrolladora y el funcionamiento aceitado del mecanismo diseminativo recolectivo propuesto en la trama. Los colores volvieron a mi vida como si “Drácula” fuese la luz solar que por refracción provoca un arcoíris en el agua pulverizada.

El modesto elenco del colegio público ganó el escenario del extinto Teatro de la Ciudad y visitó un par de establecimientos más con su puesta. “Drácula” nos proporcionó entonces la ilusión de la vida artística.

En 1998 fui a ver la obra original al Teatro de la Ciudad y en 2011 estuve entre el público en el Teatro del Huerto. Pero “Drácula” iba a salvarme dos veces, porque la primera nota que escribiría para este medio, una crítica tras haberla presenciado y que se publicó el 28 de agosto de 2011, bastaría para agitarme la vocación periodística trunca en el pecho.

Diciendo que les deseo a todos los que se desempeñan en “el oficio más lindo del mundo” que la oportunidad de charlar con su estimado genio les salga al paso y que si esto ocurre se reserven unos minutos para revelarle a ese genio que su obra hace años se les transformó en un lar, los dejo con el gran Pepe Cibrián Campoy.

¿Cómo surgió en su cabeza la idea de hacer “Drácula”?

Surgió por una necesidad, no de un planteo intelectual. Estaba en una situación económica muy mala, porque estábamos haciendo una obra musical (“Las dulces niñas”) con mi madre (Ana María Campoy), a la que no iba nadie. Estaba en una situación muy difícil, como también lo estuve ahora, por la pandemia y los costos que cubrir, porque yo tengo una casa muy grande y mucha gente a mi cargo, en fin...

En aquel momento se me ocurrió llamar a Tito Lectoure, al cual no conocía, pero solo lo llamé porque era alguien que me podía producir en teatro, que de los otros productores no me iba a producir nadie. Y mis padres no estaban en condiciones de ayudarme ni yo de poder hacerlo, porque lo que tenía ya lo había perdido en aquella obra. Entonces se me ocurrió llamar a Lectoure, con el que solo nos conocíamos de nombre o nos debíamos de haber cruzado un par de veces y había sido un “Hola, qué tal”. Él pensó que era papá y enseguida se dio cuenta de que no era papá. Me dio una entrevista para el día siguiente, porque yo le había dicho que tenía una propuesta para hacerle. Yo colgué y me dije: “¿Y ahora qué le llevo?” Porque no tenía idea. Ante mi necesidad, soy una persona que hago y después pienso. Soy impulsivo, ansioso y me lanzo, y entonces empecé a asociar y no sé por qué me surgió Drácula, porque ni había leído la novela de Bram Stoker ni soy un admirador de Drácula, ni veo películas sobre Drácula. No sé por qué se me ocurrió... Tal vez el destino, la vida, los ángeles protectores, vaya a saber cuántas energías se habrán puesto en funcionamiento. Fui al día siguiente sin nada escrito, más que la palabra Drácula y el saber que el personaje chupaba sangre. Le comenté que en Argentina había que producir argentinos y bla, bla bla, con mi pasión y mi convicción ideológica de que es cierto de que acá había gente y hay gente -ahora todavía más- preparada para el arte.

Y me dijo: “Bueno, y cuál es tu idea?” Y le dije: “Drácula”. “¿Drácula? ¿Con esta malaria que hay?”, dijo él. “No, pero es romántico” se me ocurrió decirle y entonces me pidió siete días de espera. Luego le pregunté por qué me había pedido siete días y me los había pedido, porque necesitaba hablar con tres amigos: uno era Napoléon Cabrera, un gran crítico de música, otro Bernardo Neustadt y el último Cacho Fontana. A los tres les preguntó si yo era honesto, talentoso y trabajador y parece que le dijeron que sí, y por eso aceptó hacer “Drácula”.

Lectoure se arriesgó a llevar algo nuevo a su reducto boxístico, el Luna Park...

Él había dejado el boxeo hace muchos años, porque consideró que estaba sucio, y él estaba muy triste porque estaba acostumbrado a hacer campeones, había hecho doce campeones mundiales argentinos. Yo sé, porque además luego lo hemos hablado, que le inspiré nuevamente el desafío de hacer campeones y él me hizo campeón.

El más importante representante del teatro musical argentino, que a su vez ha influido en tantas vocaciones actorales y vidas anónimas...

E inesperado es esto que me contás vos. Cómo hubiese creído yo que mi obra iba a influir afortunadamente en tu vida, a resolver un problema, e incluso hay tanta gente que me ha dicho: “Usted me salvó la vida”. Y al decir usted incluía por supuesto a Ángel Malher con su música. No es solamente Pepe, aunque a Pepe se le ocurrió dar el puntapié inicial. Malher puso su talento mágico en esa música y todos los que se fueron sumando. Me sorprende después de treinta años que mi obra haya influido en la vida de alguien. Ese es el mejor premio que me pudo haber dado el arte. Que haya influido de buen manera en vocaciones, para resolver conflictos, es mágico.

¿Cómo fue el proceso de adaptación? Porque había que hallar a Drácula y su tragedia en una novela epistolar, casi soporífera y en la cual el personaje no solo era un mero monstruo, sino que además no tenía voz...

Como no tenía experiencia en adaptar novelas, porque siempre habían sido personajes históricos, o historias mías, mejores o peores porque había hecho ya 20 musicales antes de Drácula, y voy por 56, yo tenía mucho respeto e incluso iba siguiendo la línea de los capítulos, incluso tuve que resumir siete capítulos en una escena.

Esas pequeñas escenas que operan como nudos narrativos que le otorgan claridad al relato...

Por eso hay escenas con errores dramatúrgicos garrafales, que a la gente no le importan; pero a mí sí y me doy cuenta con el paso del tiempo. Pero qué barbaridad, cómo dije esto, pero cómo puse esto que no lo entiendo y a los dos segundos sí lo entiendo, tonterías, pero fue tal el vértigo con el que lo tuve que hacer... y lo iba siguiendo hasta la condesa Dolingen de Gratz. Ahí se me dio por empezar a ver las películas. Entonces me di cuenta de que cada director desde Polansky en adelante había hecho lo que les daba la gana. Entonces tiré la novela y empecé a hacer eso que vos decís, me lo imaginé a mi manera. La novela no era romántica, Drácula no es un personaje atractivo, no existe esa relación amorosa y es curioso, porque cuatro años después habían venido de Estados Unidos a hablar sobre la posibilidad de hacerlo y no llegué a ningún arreglo en cuanto a lo literario, ni a la puesta porque los norteamericanos hacen todo a su manera y por eso les dije que por qué no hacían el suyo, para qué querían usar el mío si lo iban a cambiar todo. Y dio la casualidad de que cuando lo hizo (Francis Ford) Cóppola la historia era igual a la mía. No está en el libro esa historia y él la usó, lo cual -si es así- me parece bárbaro; pero si no es así hubieran dicho en la Argentina “Cibrián se copió de Cóppola” y no que a lo mejor “Cóppola se copió de Cibrián”. Ahí empezó a tomar un vuelo el adaptar y adaptar. En una canción de Jonathan resumí como cinco o seis capítulos y en la escena de la catedral otros tantos y son escenas que no son de acción, sino narrativas, cuentan. Y eso no es bueno: no es importante el contar y, sin embargo, tenía que contar, porque si no cómo llegaba a hacer una obra que es larga, pero en un tiempo humano, porque si no hubiera durado -como la novela- 28 horas. Tuve que ir adaptando a mi manera -bien o mal- todo ese farragoso libro. Todo pasa en Whitby, no lo llevo más a Transilvania, ni aparece Londres, una cantidad de cosas en la novela. Y yo dije que todo iba a pasar en Whitby porque era más barato hacer una sola escenografía.

Hay una genealogía de locura que sacude a Lucy, la madre con desórdenes mentales, y una madre del corazón, Nanny, que son primordiales. ¿Por qué aparecieron?

El personaje de Nanny no existe en la novela original. Yo siempre en mis obras curiosamente diría yo -o no- introduje a esa madre sustituta porque me encanta que haya madres. ¿Será por qué la mía era muy importante para mí? En realidad yo me imaginé que la que trae a Drácula es Lucy, porque Drácula es la madre. Me imaginé una madre paradójica, que la acariciaba y la acariciaba a su hija. Una madre con piel transparente, bellísima y tirada en un chaise longue en una habitación de 800 metros y que una gobernanta la trae a Lucy y que ella empieza a acariciarla, pero luego también a pegarle. Entonces Lucy creció en esa bipolaridad y por eso ella, Lucy, asocia el amor con el dolor, o sea, para amar hay que sufrir. De alguna manera la que convoca este amor y dolor es ella, Drácula es la madre. Por eso ella en la canción dice: “Si existe alguien así, por Dios que venga a mí”. A todos estos análisis los hice después de haberla escrito, no es que los hice en el momento de haberla escrito, y luego con psicoanalistas amigos hemos tratado de darle sentido a cosas y hemos llegado a conclusiones que me sirven.

Además hoy veríamos el amor romántico de Drácula por Mina desde otra perspectiva...

Los tiempos nos van modificando. La obra sigue estando igual desde el objetivo. No cambié textos, no cambié puesta ni luces, lo cual sinceramente a mí me cuesta mucho, porque pienso que la gente me la pide así, porque la gente es fanática, se la sabe de memoria, la canta desde la platea y cambiarles eso es como cambiarles la partitura de una ópera. No escribiría este Drácula hoy, pero en ese momento es lo que hice y podríamos entrar en análisis de muchísimas cosas que la hacen más enriquecedora y carnosa. Pero no tuve tiempo de pensar. A mí me contestaron el 23 de febrero y había que tomar la sala el 29 de agosto. El primer día Lectoure me ofreció 40 funciones en el Luna Park y yo le pregunté cuántas personas cabían y me dijo que 5000 y eso no se lo había ofrecido a nadie, salvo al Holiday on Ice; pero soy muy osado y no me preocupó. Pero gracias al delirio mío y de todos surgió algo mágico que trasciende el tiempo.

Usted ha calificado su obra de “delirio suyo”, ahora qué diría que es...

En treinta años se convirtió en una obra a la que no le pasa el tiempo y se está convirtiendo en un clásico, porque va gente de todas las edades, y gente de todas las edades se sigue emocionando y donde vamos se están llenando todas las funciones. Creo que es la gira más fuerte después de 1992 y de hecho vamos a tener que volver en octubre, luego de dos semanas en el Luna Park, al Movistar Arena, que tiene capacidad para 11 mil personas y le dije a Ángel “¿Estás loco?”. Y me dijo: “No, Pepe, se van a llenar”. Es muy conmovedor, más allá de lo económico porque uno vive de esto y es muy grato y está bien -porque creo que nos lo merecemos-; pero lo conmovedor es la gente, verla, verla, verla, verla prender los celulares cuando empieza la orquesta el preludio al segundo acto. Todo el teatro lleno de celulares prendidos como en un recital de rock... es una cosa muy fuerte para quien lo ha hecho. Para mí, como padre primero de la criatura, es muy conmovedor. Nunca lo soñé, ni lo tuyo, ni lo de hoy. No lo soñé, tanto no.

Yo sueño con ver “Drácula. El musical” llevada al cine. Como lo que hizo en 2004 el director Joel Schumacher con la obra de Andrew Lloyd Webber...

Justamente. ¡Menos mal que me lo decís! Justamente ahora nos han ofrecido hacer la película. Ahora lo tengo que volver a leer las condiciones, pero la condición única es que no pueden tocar la letra ni la música. Vaya a saber cómo serán sus fantasías de cómo se haría, yo sé como yo la haría, pero por eso quiero ver. Es muy difícil llevar al cine una obra de teatro. En general todos los musicales -mismo El Fantasma de la Ópera- fueron un fracaso, porque no pueden superar al teatro, que es algo muy mágico.

A mí ya todo me da igual desde un lugar, y nada me da igual. Tendré 74 años dentro de un mes, el 13 de mayo, y la vida me ha dado mucho más de lo esperado desde todo punto de vista, como artista, como ciudadano, como todo y me siento un tanto que estoy más de vuelta de muchas cosas. Me dicen y por qué no van a Broadway, que usted es de Broadway, y yo soy de mi país. A mí no me divierte ir a Boradway, no me interesa, me interesan Salta, Neuquén, mi país, donde tenemos una piel y un aroma iguales, donde conocemos los conflictos, sabemos las internas, las externas que estamos pasando.

“Drácula” se hizo en el exterior...

Se hizo en España, en Brasil, en Chile, en Uruguay. A España fui porque me interesaba dirigir a españoles, que no lo había hecho nunca, y por eso me fui a Barcelona donde se estrenó. Y Drácula es nuestro. Por ejemplo, en Madrid nunca se hizo y yo me preguntó por qué, porque los argentinos somos tan cursis como los españoles, como en México. El público argentino es especial, muy sabio y sensible. Y hay mucho talento en nuestro país. Lamentablemente, los empresarios no apuestan tanto a los escritores argentinos, no solo en musicales. ¡Hay tanto talento en las provincias! Tampoco apuestan a eso. Lo que pasa en las provincias no existe y eso me parece una cosa horrorosa. Es más, quiero hacer un proyecto con el Gobierno de Córdoba para hacer un musical con cordobeses y dirigido por mí y estrenarlo en Córdoba y llevarlo de gira por todo el país.

Lo que pasa es que el problema también está en ustedes como sociedad, porque la palabra interior a mí no me gusta, porque me parece peyorativa, cuando somos provincias unidas del sur, no somos interior desunido del sur. Ustedes también aceptan la palabra interior como algo lógico, no se rebelan contra eso y aceptan el Martín Fierro del interior, como si fuese un Martín Fierro de segunda, y lo pasan en el canal 549 a las 6 de la mañana y yo se los tiraría, les diría: “Métanselo en el c… a este Martín Fierro, qué me estás jodiendo”. Es mejor que haya el premio Salta, el premio Tucumán, el premio Mendoza para ustedes, porque tampoco sabe Salta lo que pasa en Mendoza, no tenemos una cultura de identidad. El Norte la tiene mucho más, su música, su comida, su vestuario, sus pueblos, es la única región que tiene una identidad. El resto del país no lo tenemos y por eso es muy conmovedor ir a Salta y encontrarse con esos mundos mágicas, que tampoco se le da la importancia a nivel nacional que debiera tener eso cuando de todo el mundo llegan y se quedan azorados, no solo con Salta, sino con Jujuy, Tucumán y las bellezas que tenemos.

Cuánto que no estamos mirando entonces, cuánta deuda con nuestra identidad...

Quisiera ver qué pasa si viene de las provincias, si en Buenos Aires vamos a ser tan generosos y no es así, no le damos el valor de hacer festivales de teatro nacional, inportantes, que trasciendan, no. Y eso me duele mucho como argentino. Tenemos una cultura y un talento inconmensurables y somos unos cursis que miramos siempre a Nueva York, a Londres, y Londres y mira a Londres no a Júpiter y están muy seguros de hacerlo, podrán admirar de un país una que otra cosa. En Estados Unidos ningún musical extranjero ha funcionado solamente Los Miserables, que venía de Londres aunque originalmente era francés. En cambio acá en Buenos Aires -no sé en Salta- en las vidrieras “coming soon”, “coming, my dear friend”. Me acuerdo de cuando vino “Mamma Mia!” en las 18 puertas del Ópera ponían “coming soon”, y acá no decimos “coming soon” decimos pronto, ahora llega. Porque la señora no sabe qué coño es “coming soon”, si es el título de la obra o qué. En España estaba viendo una serie en la que decían coach artístico.

Los anglosajones tienen un poder económico y cultural donde William Shakespeare es importante y lo es, pero los maestros de teatro aquí no empiezan enseñando Enrique Santos Discépolo, Osvaldo Dragún, Ricardo Güiraldes ni Carlos Gorostiza, sino Antón Chéjov, Enrik Ibsen, traducidos por supuesto, y son geniales; pero hay tanto que podemos hacer nuestro. Será que soy muy nacionalista en la maravilla que tenemos nosotros, que no necesitamos de afuera. Aunque no sea argentino, están Lope de Vega, Calderón de la Barca, Federico García Lorca. Después hace Shakespeare, pero de entrada hay tanto para hacer. 

Es una tarea docente y una postura docente tomada...

Trato con mis estudiantes y mis actores de hacer docencia. En “Drácula, 20 años” me pasó que los actores cantaban en la obertura: “¿No es el más allá una utopía?/ ¿Y un milagro es una certeza?/ ¿Qué es la reencarnación?/ ¡Una entelequia!/ ¿Y la transmutación?/ ¡Una quimera!”. Les pregunté qué era esto y no lo sabían. Me acuerdo de haberles preguntado por qué no habían entrado en un diccionario a buscarlo si no lo sabían, porque no tenés por qué saberlo. No tienen inquietudes y a mí eso me rebela. Trato de explicarles eso, porque no saben quién es Niní Marshall, María Rosa Gallo, Alfredo Alcón y eso tiene que ver con los maestros y medios de cultura del país.

 

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