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Güemes: Falleció Ambrosio “El Turu” Ortiz, un lustrabotas con alma de poeta

Ajedrecista, escritor callejero, ciudadano ilustre de la ciudad de Güemes, desde ahora será un personaje inolvidable de la historia cotidiana de esta comunidad que lo extrañará. 
Sabado, 18 de junio de 2022 01:47

Ambrosio “El Turu” Ortiz dejó libre una lapicera que aferraba entre sus dedos teñidos con tinta de zapatos, para perderse en el infinito convertido en la poesía de su propia vida. 
El pasado miércoles, con sus 74 años recién cumplidos y tras una larga lucha contra la diabetes, en silencio, en una cama del hospital Joaquín Castellanos, dejó inconcluso su último verso, para descargar todas sus dolencias en las manos de Dios. 
Por décadas su figura delgada con un cajoncito bajo del brazo fue parte del paisaje de la ciudad de General Güemes, se lo podía ver caminando por las calles céntricas buscando sus clientes, sentado en el banco de la plaza escribiendo alguna rima o en una confitería jugando al ajedrez. 
De familia ferroviaria, fue el tercero de cinco hermanos, su carrera como estudiante fue muy corta, solo hizo hasta el segundo grado: “Repetí varias veces el segundo y al tercero no lo pude terminar, pero con eso bastó para aprender a leer y escribir”, recordaba durante un acto en el año 2018 en el cual fue declarado Ciudadano Ilustre de General Güemes. 
Desde que agarró por primera vez un cajón de manzana con precarias herramientas para lustrar zapatos, supo que nunca dejaría esa profesión, actividad que le permitía ganar algunos centavos y disfrutar de la calle, allí aprendió todo lo necesario para desenvolverse en la vida, escuchó las distintas historias de la gente, conoció cada rincón de la ciudad que después describiría en sus cuartetas. 
Comenzó a escribir porque le gustaba recordar en detalle todo lo bueno que vivía, para después compartirlo con sus amigos, muchos de ellos lo ayudaron con la escritura, corrigiendo sus errores y ampliando su vocabulario.
En su cajoncito de lustra, además de tintura, pomadas y cepillos, siempre guardaba un cuaderno y una lapicera: “Nunca sé cuándo me vendrá alguna cosa linda para escribir, por eso siempre estoy preparado, soy muy observador, cuando tengo un descanso disfruto de lo que me rodea”, decía.

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Ambrosio “El Turu” Ortiz dejó libre una lapicera que aferraba entre sus dedos teñidos con tinta de zapatos, para perderse en el infinito convertido en la poesía de su propia vida. 
El pasado miércoles, con sus 74 años recién cumplidos y tras una larga lucha contra la diabetes, en silencio, en una cama del hospital Joaquín Castellanos, dejó inconcluso su último verso, para descargar todas sus dolencias en las manos de Dios. 
Por décadas su figura delgada con un cajoncito bajo del brazo fue parte del paisaje de la ciudad de General Güemes, se lo podía ver caminando por las calles céntricas buscando sus clientes, sentado en el banco de la plaza escribiendo alguna rima o en una confitería jugando al ajedrez. 
De familia ferroviaria, fue el tercero de cinco hermanos, su carrera como estudiante fue muy corta, solo hizo hasta el segundo grado: “Repetí varias veces el segundo y al tercero no lo pude terminar, pero con eso bastó para aprender a leer y escribir”, recordaba durante un acto en el año 2018 en el cual fue declarado Ciudadano Ilustre de General Güemes. 
Desde que agarró por primera vez un cajón de manzana con precarias herramientas para lustrar zapatos, supo que nunca dejaría esa profesión, actividad que le permitía ganar algunos centavos y disfrutar de la calle, allí aprendió todo lo necesario para desenvolverse en la vida, escuchó las distintas historias de la gente, conoció cada rincón de la ciudad que después describiría en sus cuartetas. 
Comenzó a escribir porque le gustaba recordar en detalle todo lo bueno que vivía, para después compartirlo con sus amigos, muchos de ellos lo ayudaron con la escritura, corrigiendo sus errores y ampliando su vocabulario.
En su cajoncito de lustra, además de tintura, pomadas y cepillos, siempre guardaba un cuaderno y una lapicera: “Nunca sé cuándo me vendrá alguna cosa linda para escribir, por eso siempre estoy preparado, soy muy observador, cuando tengo un descanso disfruto de lo que me rodea”, decía.


Con esas palabras describía su pasión por las letras. 
Con cientos de poemas escritos, con una escritura sencilla que se adapta a los recitados y a los acordes de alguna zamba, participó de cuanto evento cultural se llevara adelante. 
En una oportunidad en la que el Chaqueño Palavecino se encontraba participando del programa Show Match, el artista le envió un saludo al “Turu”, algo que lo llenó de orgullo y de una gran emoción. 
Además de lustrar zapatos y de escribir poemas, tuvo una tercera pasión y fue el juego de ajedrez, en horas de la noche se lo podía ver enredado en alguna partida con los más importantes trebejistas locales.
Lamentablemente, el avance de su diabetes lo alejó de las calles, en reiteradas oportunidades tuvo que ser internado de urgencia, permaneciendo por meses en el hospital Castellanos, del cual hizo su segundo hogar y donde contó con el amor y el cuidado de médicos y enfermeros. 
Su caminar y su visión, esas dos herramientas que lo ayudaron a transitar por la vida, se vieron muy afectadas por la diabetes. 
Ambrosio no tuvo hijos pero pudo cosechar muchos amigos, sin embargo la muerte lo sorprendió solo, en compañía de un solo familiar. 
Pero la noticia de su partida, sin dudas, conmovió a toda la comunidad güemense, que seguramente lo va a recordar siempre en alguna fecha por alguna pasada del “Turu” por sus vidas. Con mucho pesar y con sorpresa, más allá de que es sabido por todos que la muerte es parte de la vida, le decimos adiós “Turu” y gracias por tu sencillo pero profundo aporte a la cultura de la ciudad que te tuvo por hijo. 
 

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