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Nuevas paternidades: de la figura de proveedor autoritario a ser proveedor de confianza y emociones

Lograron conectarse con sus hijos, aprendieron a ser confidentes, compañeros y guías. Una forma de ser distinta a la tradicional figura donde poder era igual a un padre distante. 
Sabado, 18 de junio de 2022 16:44

Saben elegir pañales, conocen cuáles son las marcas que usan sus hijos, son capaces de hacer una mamadera a las 2 de la mañana y no solo eso, sino que también saben cómo hacer que sus hijos las tomen. Les cocinan, los llevan al colegio y asisten a las reuniones de padres de la escuela, acompañan a sus hijas adolescentes a comprar ropa y las esperan -sin dudar- a la salida de alguna fiesta. Ellos están. Puede que el verbo sea muy sencillo, pero cuánto describe si se habla de un padre. Más aún de un padre de esta generación, donde los roles han cambiando, donde las exigencias laborales están en ambos géneros, donde el deseo del éxito en la vida profesional ya no es un sueño privativo de los hombres, y donde la responsabilidad de tener un hijo, es compartida. 
Estas nuevas paternidades, no tienen un camino de rosas. Como todo cambio, el presentarse en esta nueva figura paterna, genera situaciones de crítica, de rispidez social, tanto en las propias familias como en la sociedad en la que se mueven estos padres. 
El papá del siglo XXI tendrá las críticas de la familia en la que fue concebido. Aquella en la que el padre era el proveedor y la única autoridad del grupo familiar. Ni decir de las bromas pesadas que puede recibir en el trabajo porque espera a la madre de sus hijos con la comida lista y el lavarropas andando, cuando ella vuelve del trabajo. O el cuestionamiento que puede recibir de sus jefes si pide llegar media hora más tarde porque hay una reunión de padres en la escuela o tiene que llevar a sus hijos al médico. 
Aunque genere molestia, esa es la realidad que afrontan muchos nuevos papás, y que pese a todo, no claudican. 

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Saben elegir pañales, conocen cuáles son las marcas que usan sus hijos, son capaces de hacer una mamadera a las 2 de la mañana y no solo eso, sino que también saben cómo hacer que sus hijos las tomen. Les cocinan, los llevan al colegio y asisten a las reuniones de padres de la escuela, acompañan a sus hijas adolescentes a comprar ropa y las esperan -sin dudar- a la salida de alguna fiesta. Ellos están. Puede que el verbo sea muy sencillo, pero cuánto describe si se habla de un padre. Más aún de un padre de esta generación, donde los roles han cambiando, donde las exigencias laborales están en ambos géneros, donde el deseo del éxito en la vida profesional ya no es un sueño privativo de los hombres, y donde la responsabilidad de tener un hijo, es compartida. 
Estas nuevas paternidades, no tienen un camino de rosas. Como todo cambio, el presentarse en esta nueva figura paterna, genera situaciones de crítica, de rispidez social, tanto en las propias familias como en la sociedad en la que se mueven estos padres. 
El papá del siglo XXI tendrá las críticas de la familia en la que fue concebido. Aquella en la que el padre era el proveedor y la única autoridad del grupo familiar. Ni decir de las bromas pesadas que puede recibir en el trabajo porque espera a la madre de sus hijos con la comida lista y el lavarropas andando, cuando ella vuelve del trabajo. O el cuestionamiento que puede recibir de sus jefes si pide llegar media hora más tarde porque hay una reunión de padres en la escuela o tiene que llevar a sus hijos al médico. 
Aunque genere molestia, esa es la realidad que afrontan muchos nuevos papás, y que pese a todo, no claudican. 

Buscando analizar estos nuevos roles, y lo ocurrido con los anteriores, Carina Salas, licenciada en Psicología, explica que la paternidad y la maternidad está directamente relacionado con la figura de constructores sociales. “Son aquello que la sociedad espera tanto del hombre como de la mujeres y con qué representaciones sociales todo esto está asociados. Durante muchos años, y además por una cuestión histórica, el rol de la paternidad se identificada con la puesta de límites, y sobre todo a la figura del hombre proveedor. No al hombre que tenía un acercamiento afectivo”, detalló la profesional. 

En esta descripción de roles, Salas explica que la maternidad estaba asociada a los cuidados afectivos, a la conexión, a la sintonía emocional y al orden del cuidado emocional de los niños. “Durante muchos años hemos tenido estos aprendizajes, donde la figura del padre estaba asociada a la autoridad, y no al cuidado, al vínculo, como se tiende actualmente a asociarla”, agregó Salas.

Y sabe Dios de cuánto se han perdido estos padres de la vieja era. Confesiones, intercambio de ideas, charlas abiertas, diálogos cargados de risas. Porque en algunas familias reírse con los hijos era sinónimo de no ser respetado. 

 Pareja y nuevas paternidades, de la mano

Carina Salas (MP 331) analizó para El Tribuno, que estos nuevos roles de la paternidad, tienen que ver con la nueva concepción de pareja, esa que ya se plantea actualmente y que los parejas jóvenes lo saben sin tener que aclararlo incluso: los compromisos de pareja van a ser compartidos. No son exclusividad de un género. 

“Un tema muy importantes es que las nuevas paternidades, tiene que ver con la transformación de los estereotipos vinculados al género y actualmente se tiende a sumir que los compromisos de pareja van a ser compartidos y no a estereotipos de roles basados en el género. Se promueve una mayor proximidad basada en el afecto, comenzamos a hablar de una paternidad cuidada, igualitaria y participativa. 
Esta nueva paternidad va a estar alejada de los modelos de padres distantes y autoritarios”, explica Salas.

Este nuevo rol de los varones en las crianza de los hijos, tiene que ver con involucrarse en los procesos y sobre todo en la construcción de vínculos. “Entonces, los hijos empiezan a ocupar espacios en las mentes de los padres, y estos tienden a tener una actitud más empática y a estar más disponibles emocionalmente para la construcción de vínculos basados en el respeto mutuo, en la disponibilidad afectiva, en la aceptación. En modelos basados en una educación respetuosa y en modelos compartidos”, analizó la licenciada en Psicología, que advierte de este concepto clave para la crianza de los hijos. Los hijos tienen un espacio en la mente de los padres, ya no son figuras ausentes de la vida y las responsabilidades diarias. 

Las piedras en el camino

“Todas estas grandes transformaciones, afortunadamente, para nuestra sociedad, implican afrontar algunos obstáculos y resistencias. En particular, en los modelos que promueven la división sexual del trabajo. Estos modelos que promueven la división sexual del trabajo tiende a sostener estereotipos basados en el género”, analizó Salas.

En este análisis, Carina Salas advierte que esta promoción de que la figura del hombre siga siendo la del proveedor y las tareas de la crianza en el rol femenino, son los obstáculos que se presentan, pero que como sociedad “nos vamos modificando y vamos permitiendo a los varones una participación más activa en los sistemas de crianza, de coparticipación, de corresponsabilidad y el hombre dejó de “colaborar” con las actividades de la crianza de los hijos para poder tener una participación activa y corresponsabilidad en ello”. 

Otro obstáculo que está asociado a la construcción de esta nueva paternidad, tiene que ver con lo ocurre en los espacios laborales, con estos nuevos padres. 
“En nuestra sociedad no hay una flexibilidad para que los hombres puedan tener actividades compatibles desde lo laboral y lo familiar. Las mujeres hemos crecido aprendiendo a compatibilizar con grandes dificultades lo laboral y lo familiar”, analizó esta profesional, que remarcó el camino que le queda todavía por recorrer a las nuevas paternidades, que para algunos puede ser impensable pero para otros, tan importante como el día en que supieron que traían una nueva vida a este mundo, con todo lo que ello implica. 

Historias de padres del siglo XXI

“Ellas me tuvieron mucha paciencia y yo tuve que ver las formas de adoptar lo bueno de la paternidad de mi viejo y lo que nuevo”

Martín Broglio, padre de dos hijas adolescentes, viudo. 

 

“Es un desafío todos los días. Ellas perdieron a su mamá cuando eran muy chicas. En cierta medida, ellas fueron las que se fueron acomodando de una mejor forma, porque al ocurrirles esto siendo tan chicas, lo pudieron resolver sin ninguna experiencia previa. El tema fui yo. Porque de afrontar algunas situaciones de la familia. de vez en cuando, pasó a ser de todos los días. Tenía dos trabajos, dos hijas, que por más que la crías igual son dos personas diferentes, con gustos diferentes. Fue todo un desafío desde el colegio, la niñez, la adolescencia. Recuerdo la primera vez que tuve que comprar las toallitas femeninas. Esas eran cosas que yo no había vivido. Me costó mucho. Sigo aprendiendo. Yo tenía el modelo de mi viejo, somos todos varones, solo había una mujer: mi vieja. Además mis padres eran muy mayores. Tuve el apoyo de la familia de la mamá, pero el afrontar el día a día era muy difícil. Pero acá estamos, tratando de hablar de todo para que no me oculten nada. Tengo dos hijas hermosas y tuvimos que ir aprendiendo los tres. Ellas me tuvieron mucha paciencia, y yo tuve que ver las formas de marcas los límites, sin perder su confianza. Las responsabilidades de la casa hoy están repartidas y eso también hace que nos organicemos. Los días de descanso busco resolver lo que queda pendiente en la casa y dedicar un día para compartir con ellas, hablar, tener juntos aunque sea una merienda que no pasa cuando estamos con la escuela o trabajando. Hay momentos que son complicados y otros más tranquilos. Hoy, podemos hablar y compartir. La paternidad de mi viejo era muy diferente. Era mucho esa idea de poner límites y no había mucho diálogo. No se hablaba de sexo. Con mis hijas es algo que podemos hablar y trato de aconsejarlas lo mejor posible. Traté de adoptar lo bueno de mis viejos, y creo que hay muchas cosas de esa vieja paternidad que pueden servir en la crianza de nuestros hijos, como el no dejarlos ver de todo en internet. Sigo creyendo que el diálogo es lo mejor que podemos tener con los hijos”.

 

“Se trata de darles tiempo a los hijos, y más que cantidad, calidad de tiempo. Ayudarlos a hacer la tarea, cocinarles, crearles hábitos de buen ciudadano, son cosas que a ellos los hace sentir bien”. 

Nelson Colque, padre de dos niños de 9 y 6, en pareja. 


“El despertador suena a las 4 de la mañana. Esa alarma avisa que hay que levantarse a hacer una mamadera para el pequeño que duerme en su cuna. Es la primera de las dos alarmas que sonarán en la madrugada, la segunda será a las 6.10, esa avisa que hay que levantarse para ir a trabajar, en una jornada doble que se extiende hasta la noche. Yo era el encargado de las mamaderas de la noche. Y eso tenía un sacrificio doble. Muchas veces me terminaba durmiendo a los pies de la cama. Uno piensa en nuestros padres y ve que los hombres de generaciones pasadas tuvieron muy poco contacto con sus hijos. El macho proveedor siempre se escudó en su trabajo para no tener tiempo con sus hijos. En la actualidad, los nuevos padres, también tenemos jornadas largas de trabajo, pero, en mi caso, se trata de darle tiempo a los hijos. Más que cantidad, se busca calidad en ese tiempo. Hacerlos jugar, ayudarlos con la tarea, cocinarles y crearles hábitos de buen ciudadano, son cosas que a ellos los hace sentir bien y que le van a servir con el tiempo. Levantarse todos los días a las 6.15, prepararlos y llevarlos a la escuela es otro de los contactos importantes que uno trata de sostener con el paso del tiempo”.

 

“Para mi es muy importante estar con mi familia, divertirme con ellos y no solo. A veces, los amigos me los cuestionan, pero prefiero estar el mayor tiempo que puedo”. 

Pablo Yapura, padre de tres niños de 12, 6 y 3 años, en pareja


“A la mañana me despierto a las 7, tomamos el desayuno con mi hijo más grande y recién despierto al segundo. Revisamos las mochilas y le decimos chau a la mamá, antes de ir a la escuela. Es fundamental despedirme de la mamá, sin decir chau no salimos. Cuando vuelvo, a las 8,30, despierto a la más chica, que se levanta de buen humor conmigo -no con su mamá- le llevo la mamadera y la toma en la cama, conmigo. La cambio para el jardín, sufro en el peinado porque tiene rulos. Le hago siempre media chula y al jardincito. Mientras mi esposa estudia, yo me encargo de la comida del mediodía y las compras para el resto del día que tienen que ver con la comida, y la escuela también. Soy el encargado de retirar a los dos más chicos de la escuela. El más grande tiene jornada extendida, así espero que vuelva y recién me voy al trabajo. Lo más difícil hasta ahora es lo económico pero trato de llenarlo con el tiempo que paso con ellos, compartir cuando se levantan o se van a dormir. No todo es color de rosas, más con el mayor que está entrando a esa época de no querer estar tanto con la familia sino con los amigos. Es muy diferente a como era mi viejo. El era más duro, de otra época, no hablaba con nosotros y era muy exigente. La relación era más con mi vieja, los mates, la charla, todo era más con ella. Por supuesto que me critican, sobretodo por que acompaño mucho a mis hijos. Porque los llevo y los traigo, estoy presente el mayor tiempo que puedo. Hay muchos padres que prefieren darle más tiempo a su diversión que a sus hijos. Yo creo que tengo que puedo divertirme con mis hijos y mi familia”.
 

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