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La crisis es terminal y exige ética republicana

Domingo, 10 de julio de 2022 02:19

La crisis política que comenzó apenas el actual gobierno dio sus primeros pasos detonó con virulencia arrasadora con la lucha interna desencadenada tras la derrota electoral de las PASO del año pasado y erosionó al extremo la autoridad presidencial. Desde entonces hasta ahora, la Nación se encuentra con una cúpula del poder fraccionada y enfrentada, sin que ninguna de las partes ofrezca una visión realista del deterioro estructural que viene sufriendo la Argentina y, mucho menos, permita vislumbrar una posibilidad de solución.

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La crisis política que comenzó apenas el actual gobierno dio sus primeros pasos detonó con virulencia arrasadora con la lucha interna desencadenada tras la derrota electoral de las PASO del año pasado y erosionó al extremo la autoridad presidencial. Desde entonces hasta ahora, la Nación se encuentra con una cúpula del poder fraccionada y enfrentada, sin que ninguna de las partes ofrezca una visión realista del deterioro estructural que viene sufriendo la Argentina y, mucho menos, permita vislumbrar una posibilidad de solución.

La renuncia del ex ministro Martín Guzmán de debió a la carencia total de respaldo para llevar adelante políticas racionales, que exigirán sacrificios. Probablemente, él vislumbró una debacle inminente y, como nunca diseñó un plan de gobierno, es muy difícil saber si es que tenía alguna idea clara de cómo evitarla.

La salida de Guzmán es el reflejo de la incapacidad del presidente Alberto Fernández para poner límites a los embates internos que recibe de su compañera de fórmula, Cristina Kirchner, y para tomar decisiones elementales. Ninguno de ellos tiene un plan económico. La designación de Silvina Batakis muestra un horizonte oscuro: una militante improvisada como ministra, cuya experiencia y la de todos sus colaboradores se limita a los manejos dentro de la burocracia del Estado con la mirada fija en el Conurbano. Se equivocarían los gobernadores si realmente esperaran de ella una perspectiva federal.

Batakis tardó una semana en armar su gabinete, lo cual es una señal que confirma el sombrío panorama que perciben todos los economistas. No anunció ningún plan, pero sus declaraciones públicas bastaron para dejar en claro un perfil netamente kirchnerista: estatismo a ultranza, basado en medidas con las que se pretende imponer las urgencias de la política a las leyes elementales de la economía. La funcionaria invocó como figura referencial a José Ber Gelbard, ministro de Economía entre mayo de 1973 y octubre de 1974, quien se empeñó en congelar precios, bajar las tasas de interés y emitir moneda sin límites. El crecimiento del sector público llevó sus gastos al 25% del PBI y el déficit fiscal, al 14,5% del PBI. Todo, hasta que la realidad se lo llevó por delante. Luego de una breve gestión de su reemplazante, Alfredo Gómez Morales, fue nombrado Celestino Rodríguez, quien produjo el "rodrigazo", la puesta en marcha de un proceso inflacionario imparable que está a punto de cumplir medio siglo en el país.

En junio de este año la emisión monetaria superó el billón de pesos, el gasto público supera el 40% del PBI y la proyección inflacionaria supera el 80%.

Las dificultades de este gobierno fracturado y desorientado para encontrar ministro también se explican por el crítico déficit energético. Este año el país deberá importar energía por US$ 12 mil millones, con un déficit comercial de US$ 5.000 millones. Es el resultado de dos décadas de pérdida de autonomía energética debido a políticas irresponsables que deprimieron la exploración de reservas de hidrocarburos, frenaron el desarrollo de los biocombustibles y optaron por importar gas licuado, gasoil y otros derivados. Para disimular el costo energético con precios artificiales, aplicaron un sistema de tarifas que aumenta, al mismo tiempo, el déficit comercial y el déficit fiscal. Los camporistas Darío Martínez y Federico Basualdo, a quienes Guzmán no pudo echar y que Batakis mantiene son los responsables de evitar se modifique esa ecuación quebrantosa, establecida por la vicepresidenta. Este es quizá el punto más vulnerable de la endeble gobernabilidad actual. El costo de un gobierno fracturado por ambiciones de poder y sin capacidad de gestión lo paga la ciudadanía y se mide en los indicadores de pobreza y desempleo.

Es imprescindible que los responsables de esta situación extrema, Alberto Fernández y Cristina Kirchner, lleguen a un acuerdo entre ellos y con los representantes de todo el arco político para garantizar la gobernabilidad, detener la crisis y asumir la responsabilidad histórica de transitar los 17 meses que faltan de la manera menos traumática para el país y para sus instituciones.

 

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