El presbítero salteño Javier María Llorente explicó qué es un mártir: "La palabra mártir proviene del griego y significa testigo. El Catecismo de la Iglesia enseña que el deber de los cristianos de tomar parte en la vida de la Iglesia los impulsa a actuar como testigos del Evangelio y de las obligaciones que de él se derivan. Este testimonio es la transmisión de la fe en palabras y obras. El testimonio es un acto de justicia que establece o da a conocer la verdad (cfr. Mt 18, 16)".
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El presbítero salteño Javier María Llorente explicó qué es un mártir: "La palabra mártir proviene del griego y significa testigo. El Catecismo de la Iglesia enseña que el deber de los cristianos de tomar parte en la vida de la Iglesia los impulsa a actuar como testigos del Evangelio y de las obligaciones que de él se derivan. Este testimonio es la transmisión de la fe en palabras y obras. El testimonio es un acto de justicia que establece o da a conocer la verdad (cfr. Mt 18, 16)".
El martirio es el supremo testimonio de la verdad de la fe; designa un testimonio que llega hasta la muerte.
En esta época la Iglesia y el mundo necesitan muchos testigos que con su ejemplo y con sus palabras muestren a Jesucristo. La beatificación de los Mártires del Zenta nos recuerda que la necesidad del testimonio cristiano sigue siendo de enorme actualidad.
No debemos pensar que es mártir exclusivamente quien recibe la muerte por la fe, de mano de los enemigos de Dios, sino también el que sabe morir a sus pasiones y egoísmos sirviendo a la Iglesia y a las almas, y envejece sonriendo y pasa inadvertido. Nn martirio sin espectáculo que quizá es más heroico y es el que podemos y debemos vivir los cristianos cada día. (Cfr. San Josemaría).
Pero, ¿quiénes son los Mártires del Zenta? Fue un grupo de cristianos asesinados en su afán de acercar a la fe a los nativos del Valle del Zenta.
De estos solo se conocen los nombres del sacerdote jujeño Pedro Ortiz de Zárate y del jesuita de Cerdeña, Juan Antonio Solina. Del resto solo se sabe que había un cacique llamado Jacinto, 2 españoles, un negro, un mulato, una mujer indígena, 2 niñas y 16 indios.
La historia del martirio
Llorente destacó que "en su deseo de llevar el Evangelio a los nativos de los valles orientales, don Pedro y el padre Solinas solicitaron la colaboración de otro misionero jesuita y sin demora se dirigieron aquí.
En octubre de 1683, los dos sacerdotes y algunos acompañantes: dos españoles, un mulato, un negro, una mujer indígena, dos niñas y dieciséis indios, estaban en su capillita en medio de una pradera rodeada de bosques, en las cercanías del río Bermejo y del río Santa María, esperando una caravana que traía provisiones desde Salta. Entonces se presentaron 500 indios armados. Unos 150 eran tobas, el resto eran guerreros mocovíes con 5 caciques. No había entre ellos niños ni mujeres. Durante unos días les rodearon. La mañana del 27 de octubre de 1683 los sacerdotes oraron y celebraron misa. Por la tarde, los indios, al parecer azuzados por hechiceros, arremetieron con flechas, lanzas, garrotes y macanas contra misioneros y acompañantes. Los mataron, los desnudaron y les clavaron una flecha, ya muertos, y les cortaron la cabeza".
La obra de un oranense
El mural de los Mártires del Zenta ubicado sobre la pared del Obispado de Orán, fue pintado hace 18 años por el artista plástico Irineo Benítez, quien ahora encaró su restauración. Hace pocos días fue llamado por el obispo por lo que trabajó contrarreloj en la pintura que mostraba el inevitable paso del tiempo. “Al mural lo pinté hace 18 años y me inspiré en el relato del padre Juan José Manzano, que me asesoró en la parte histórica y en la visita realizada al lugar del martirio, en Pichanal”, comentó el artista. “Que me llamen de nuevo, para mí es un privilegio. Es una manera de rendir homenaje a quienes dieron la vida por la fe”, expresó sin darse cuenta que será, desde ahora, parte de la historia de Orán por ser autor de una imagen que recorrerá el mundo. Irineo es responsable, además, de la confección de un réplica del mural: “Estoy terminando 37 cuadros chicos, a modo de recuerdos, que son una reproducción en tamaño menor para entregar a las autoridades”, dijo. Irineo Benítez es un artista oranense, cuyas obras dan vuelta al mundo, trabaja como pintor y artesano de los corsos desde hace más de 30 treinta años.