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Es Cristina, estúpido

Martes, 05 de julio de 2022 02:25

El consultor político James Carville, estratega de la campaña electoral de Bill Clinton, acuñó la frase poco antes de las elecciones de 1992: pegó carteles en las oficinas centrales de los cuarteles demócratas donde uno de los ítems fundamentales decía, "Es la economía, estúpido".

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El consultor político James Carville, estratega de la campaña electoral de Bill Clinton, acuñó la frase poco antes de las elecciones de 1992: pegó carteles en las oficinas centrales de los cuarteles demócratas donde uno de los ítems fundamentales decía, "Es la economía, estúpido".

Treinta años después, parafraseando a Carville, podemos asegurar: "Es Cristina, estúpido". Todo lo relevante en materia política y económica que sucedió en nuestro país desde mayo de 2019 tuvo a la actual vicepresidenta como protagonista y, por ende, como responsable de lo acontecido.

Su inesperada maniobra y muy eficaz en su momento de nominar a Alberto Fernández para la Presidencia, la derrota abultada de Mauricio Macri en las PASO, el achicamiento de la diferencia de votos a solo 8 puntos en las presidenciales, la destrucción de los puentes con la oposición que Alberto había construido y que le habían permitido alcanzar una imagen positiva del 80%, el endurecimiento del primer mandatario, o sea, su "desmoderación" con quita de puntos de coparticipación a la Ciudad de Buenos Aires, la prolongación nociva de la cuarentena, la decisión de comprarle vacunas a Vladimir Putin y no a Pfizer, la derrota electoral de medio tiempo, las cartas posteriores, las purgas en el Gabinete, el boicot al acuerdo con el FMI, el dejar que sea la oposición que avale y salve el acuerdo, las dilaciones para implementar la quita de subsidios, la colonización de ministerios y como diría Aníbal, "dos lapiceras más".

Todo lo enumerado no hace más que graficar la influencia de Cristina en el devenir de los acontecimientos que tornan imposible su intento de mostrarse opositora a un Gobierno que tiene su impronta por el que muy a su pesar la historia sabrá juzgarla.

Este fin de semana luego de humillar en Ensenada al Presidente y volver a criticar a Martín Guzmán, a quienes ya había maltratado e insultado en privado, volvió a ser la responsable de lo sucedido tanto por la renuncia del titular de Hacienda como en la designación de Silvina Batakis, luego de que cada economista nominado para el cargo se negara a aceptarlo.

Hoy la República Argentina tranquilamente podría llamarse la "República Cristina": su poder es absoluto a la hora de tomar decisiones arraigadas en su voluntad, lo que nos ha convertido en una "egocracia" basada en sus prejuicios, resentimientos y alocadas lecturas de la situación económica.

Cristina critica a todos, no hace autocrítica, salvo cuestionarse la designación de Alberto, que no constituye de por sí un genuino acto de contrición sino por el contrario, un endilgamiento de culpas a terceros.

Afortunadamente, aunque de modo precario, existe en Argentina cierta división de poderes y cierta libertad de expresión en las que la vicepresidenta no cree, pero con los que por ahora debe convivir, pese a que viva cuestionando los "ríos de tinta" y profundice su intento por destrozar la actual conformación de la Corte Suprema de Justicia.

Su obsesión por esmerilar la supuesta gestión de Alberto y, por ende, desligarse de su fracaso, su ingenua propuesta de aparecer como una comentarista y no como una protagonista están ingresando en un estrecho desfiladero con la designación de Batakis.

Da la sensación de que falta cada vez menos para que encuentre en el espejo a la culpable de lo que tanto cuestiona.

 

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