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Riesgos de vivir de expectativas

Sabado, 13 de agosto de 2022 02:16

El proceso político nacional hoy vive del pan de la expectativa. La demora de un cambio de gabinete parece cosa del pasado cuando el presente dicta que todo lo necesario para retomar victorias de gobierno recaen en un superhéroe. Quizás no se termina de entender lo diferente de la grave situación económica social de hace 60 días comparada al presente, pero claramente se palpa un aire de nuevo empezar. Empezar por la cuarta vez. Primero fue el pos-pandemia, después la pos-PASO, después el pos-renuncia del ministro Guzmán y hoy el pos-euforia de la asunción de Sergio Massa.

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El proceso político nacional hoy vive del pan de la expectativa. La demora de un cambio de gabinete parece cosa del pasado cuando el presente dicta que todo lo necesario para retomar victorias de gobierno recaen en un superhéroe. Quizás no se termina de entender lo diferente de la grave situación económica social de hace 60 días comparada al presente, pero claramente se palpa un aire de nuevo empezar. Empezar por la cuarta vez. Primero fue el pos-pandemia, después la pos-PASO, después el pos-renuncia del ministro Guzmán y hoy el pos-euforia de la asunción de Sergio Massa.

Los renaceres de cualquier gobierno dicen dos cosas: capacidad de reinventar una dinámica política, y una altísima erosión en los resortes del poder. No esta para nada mal cambiar cuando la realidad lo dicta. Lo interesante para no decir insano es la frecuencia. Al fin de cuentas, los procesos de cambio dentro de gobiernos que se organizan en tribus pertenecientes a patas de coalición siempre tienen una forma intensa de disputar poder y engendrar agendas propias. Normalmente, esos procesos están institucionalizados, corresponden a un análisis de cómo ganarle a la decadencia interna y tienen como mayor intérprete a alguna figura de autoridad dentro del mix de tribus. La unión de esas partes propias las comanda un líder que pueda lograr síntesis, proponer un plan de acción y dirimir en decisiones las etapas de renovación. Para poner un ejemplo, pensemos en el caso del Reino Unido que está a punto de consagrar al cuarto primer ministro conservador en un proceso que lleva 12 años de gobierno. Puesto de otra manera: las tribus internas, intensas, en cualquier coalición pueden ganar protagonismo desde un mecanismo organizado de elección de rumbo. Si el Frente de Todos pudiese haber evolucionado hacia la institucionalización de sus ideas, planes y autoridades, quizás lo que pasa hoy con Massa se vería como algo normal, esperable y deseable. Lo opuesto ocurre: el eterno volver a empezar.

La figura del Presidente de la Nación es la que más sufre en este contexto. Es clave, dentro del régimen democrático argentino, considerar que la tradición descuenta un híper - presidencialismo que logra hacer sentir su autoridad desde el poder de gestión, el poder simbólico de su investidura y la potestad de designar a su equipo. En los tres frentes, hoy se ve un cambio observable en la dinámica política. El presidente parece ser un líder "a la europea" más bien que "a la Argentina". Enarbola lo simbólico para ir a la toma de poder en el exterior en representación de la República, organiza el acto de Estado para poner en funciones a ministros, valida estrategias económicas exógenas y no acapara la agenda de gestión. Un presidente a la europea no es malo. Solo que no es parte de la tradición argentina. La tradición argentina tampoco es estándar de excelencia per se, pero sí marca una forma de entender los sistemas de toma de decisiones. La transición hacia el empoderamiento interno del gabinete sin depender de la autoridad máxima puede ser evolución, o una bomba de tiempo. Justamente, el tiempo lo dirá. Lo claro es que aún con un híper - presidencialismo en retirada y súper - ministros, la institucionalización de los experimentos políticos que hoy gobiernan al país deben prestar atención minuciosa a cómo sintetizar el todo dentro del mismo espacio. Si no, las coaliciones políticas pasan a ser un rejunte electoral que nunca logrará gobernar con la ambición de cambio social contenida en todas sus promesas de campaña.

El futuro dentro de esta nueva dinámica es el juego casi siempre virtuoso de mantener la expectativa. Dependiendo qué extremo de la biblioteca uno consulte, la teoría y la práctica de gobierno dicen que aquel gobierno que genere expectativa y la mantenga en lo simbólico y lo hecho, puede sostener en el tiempo decisiones poco felices. Volviendo al Reino Unido, pos-

Brexit, el enorme problema económico generado por el abandono de la Unión Europea solo se sostiene con la promesa de ser "amos de nuestro futuro", aún cuando el presente es de inflación alta, trabas comerciales, conflictos civiles en Irlanda del Norte y récord de saturación en el sistema de salud.

Mantener la expectativa de que todo lo malo es necesario para ese futuro próximo de prosperidad hace que los gobiernos puedan explicar las decisiones difíciles como puentes necesarios a algo mejor. La estrategia es altamente riesgosa, pero sostenida en una serie de acciones concretas, puede sacar de la inercia a cualquier proceso político. Hoy, el gobierno constituido en torno de Massa tiene ese desafío. Hasta hoy solo conocemos esos puentes dolorosos (casi de shock) que vendrán. Todavía no sabemos hacia dónde conducen.

Y aquí el pleito: si el camino hacia esos futuros posibles, mejores, los conduce Massa, ¿qué conducen las otras tribus de esta coalición de gobierno? ¿Y el presidente? ¿Es posible entender logros de gobierno con un presidente electo por la gente saliendo por la esquina de la foto?

No son preguntas que tratan de demostrar lo asimétrico de la realidad, sino más bien plantean que en caso de decidir seguir manteniendo la expectativa, no se puede, hoy, conseguir entender quién se beneficiaría sin inaugurar otra crisis política exacerbada en la dinámica electoral que se viene. En la victoria, todos quieren beneficiarse, pero en la derrota nadie quiere hacerse cargo de las consecuencias.

Por eso, entrelazando lo que decíamos al principio, sin institucionalización interna, sin autoridad presidencial, sin trazado grueso de planes de gobierno y sin principio de acuerdo sobre la distribución de responsabilidades y aciertos de gestión, hoy solo en expectativas el experimento puede abrir la puerta al derrumbe político justo antes de la conformación de frentes electorales. Dicho de otra manera: volatilidad, el peor enemigo de la generación y el mantenimiento de expectativas. Todo este análisis es perfectamente aplicable a la coalición opositora. Es más, debería funcionar como premonición para mejorar la dinámica interna hacia la posibilidad de ser gobierno en 2023. Como toda premonición, debería alertar a cambios de conductas, preparación de propuestas fieles para el plano electoral y la construcción institucional interna. Nada de esto se ve del lado opositor.

El eterno empezar es frustrante. El riesgo de tender puentes a la nada puede detonar esperas que la sociedad no toleraría más. Todo por hacerse, por enésima vez.

* Codirector Droit Consultores

 

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