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Cerca de 400 imágenes de Urkupiña fueron bendecidas en la parroquia San José

El templo estuvo colmado de devotos de la Virgen, quienes le expresaron un profundo respeto y veneración.
Miércoles, 17 de agosto de 2022 09:38

El lunes en la tarde noche, durante la celebración de la misa central de la parroquia San José, de Cerrillos, fueron bendecidas cerca de 400 imágenes de la Virgen de Urkupiña
Fue una celebración especial, en la que los devotos de la advocación originaria de Cochabamba, Bolivia, le expresaron un profundo respeto.

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El lunes en la tarde noche, durante la celebración de la misa central de la parroquia San José, de Cerrillos, fueron bendecidas cerca de 400 imágenes de la Virgen de Urkupiña
Fue una celebración especial, en la que los devotos de la advocación originaria de Cochabamba, Bolivia, le expresaron un profundo respeto.

La gente llegó desde distintos puntos de la localidad con sus representaciones de la Virgen, desde las más diminutas hasta esculturas de gran tamaño, cercanas a 1,60 m, que portaban vestimentas coloridas, algunas con sombreros otras sin él, pero todas cuidadosamente ornamentadas para la ocasión.

 


El oficio religioso estuvo a cargo del padre Pablo Romero, quien puso el acento en atender el interior, el corazón y los sentimientos de las personas, del mismo modo con el que se pone especial atención a las formas.

 

Ese mismo día, 15 de agosto, se celebró la "Solemnidad de la Santísima Virgen María"

 

Las influencias

La cultura andina deja entrever cada año con más fuerza su influencia en el norte argentino. Esto se vislumbra en la expresión de rituales paganos, como las honras a la Pachamama, y religiosos, como la veneración a la Virgen de Urkupiña. Esta última es una festividad originaria de Bolivia que se celebra del 14 al 16 de agosto en Quillacollo, Cochabamba, donde según la tradición la Virgen se le apareció a una pastorcita.

Salta, por su ubicación fronteriza, recibió en las últimas décadas fuertes oleadas de inmigrantes bolivianos que influyeron decididamente en el comercio, la gastronomía, la música, el lenguaje y también en lo religioso. Este último caso es, quizás, el más visible y se ve reflejado en la enorme masa de católicos que se sumaron a la devoción a la Virgen de Urkupiña. Hasta no hace mucho tiempo esta veneración estaba acotada a los residentes originarios del país vecino. Hoy sus devotos pueden contarse por decenas de miles.

 

Si bien la fiesta central tiene lugar a mediados de agosto, la celebración se extiende a lo largo de todo el mes y hasta entrado octubre debido a los cientos de fraternidades que, una tras otra, organizan festejos y desfiles en todas las localidades del interior y de la capital.

 

Las peregrinaciones con la sagrada imagen son acompañadas, en muchos casos, por la danza de caporales, tobas, waca waca, pujllay, suri sicuri, morenadas, diabladas, tinkus, kallahudas e inti huayras, que ensayan durante todo el año para ofrecer lo mejor de su arte a la venerada Virgen.
Los desfiles rebasan de colorido con sus trajes exóticos y los altares son rodeados de botellas de agua e imágenes de la Virgen que ‘van a oír misa‘ y recibir la bendición de los sacerdotes, que los devotos acogen como símbolo de protección y unión. 

 

Durante esos días no hay cambas ni collas, salteños ni jujeños, ricos ni pobres. Es un momento y un espacio de permanente encuentro y confraternidad entre seguidores de la Virgen de Urkupiña.

 

La primera aparición

Según la tradición, en época de la colonia, en el paraje de Quillacollo, departamento de Cochabamba, a una niña pastora un día se le apareció una hermosa señora que cargaba en sus brazos a un pequeño, la que se convirtió con el correr de los días en su amiga.

Para la pastorcita, conversar con la señora, quien hablaba en quechua, y jugar con el niño se convirtió en cotidiano. Un día les contó a sus padres de esa señora con la que se encontraba.

Extrañados, ellos comentaron la situación con el cura local y con algunos vecinos, quienes decidieron cerciorarse de la veracidad del relato.

Un 15 de agosto aparecieron los padres y algunos vecinos donde la niña pastoreaba sus ovejas. Grande fue la sorpresa cuando la vieron acompañada de la señora y su hijo. El asombro se apoderó de la gente, cuando vieron que lentamente la señora y el niño empezaron a subir al cielo.

 

La gente preguntaba en voz alta: ¿Dónde está la señora?, a lo que la pastorcita muy feliz respondía señalando hacia el cielo: “Ork hopiña, ork hopiña”,  que en quechua significa “ya está en el cerro”. En el lugar encontraron la bella imagen de una mujer con su hijo, a la que denominaron Virgen María de Urkupiña, nombre castellanizado por el que actualmente se la conoce. Allí se construyó un templo, que desde entonces es venerada por el pueblo boliviano. Actualmente se trasladó la imagen a Quillacollo, donde llegan miles de peregrinos para venerar a la patrona de la integración nacional boliviana.
 

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