¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

18°
18 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

La irrefrenable decadencia

Viernes, 19 de agosto de 2022 02:12

La imagen es elocuente. El tren se acerca, despacio, a un andén donde espera todo un pueblo. Banda municipal, banderas argentinas, gauchos y paisanas en ropas y danzas típicas; asado, pastelitos y mate; consignas políticas y una exaltada locutora oficial recitando consignas carentes de contenido. La épica argenta a pleno para celebrar la inauguración del tramo ferroviario que une Cañada de Gómez con Rosario.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

La imagen es elocuente. El tren se acerca, despacio, a un andén donde espera todo un pueblo. Banda municipal, banderas argentinas, gauchos y paisanas en ropas y danzas típicas; asado, pastelitos y mate; consignas políticas y una exaltada locutora oficial recitando consignas carentes de contenido. La épica argenta a pleno para celebrar la inauguración del tramo ferroviario que une Cañada de Gómez con Rosario.

Un tren que no puede superar los cuarenta kilómetros por hora que nos hace preguntarnos dónde quedó la promesa del "tren bala" que Néstor Kirchner hizo en los albores de su primera gestión; tren que uniría Buenos Aires con Rosario y Córdoba (710 kilómetros) en tres horas. Algo pasó; no fue. Como tantas otras obras prometidas y nunca ejecutadas. Cómo olvidarse, acaso, del cohete que Carlos Saúl Menem prometía instalar en Córdoba, que se remontaría a la estratósfera, "de tal forma que en una hora y media podremos estar en Japón, Corea o en cualquier parte del mundo y, por supuesto, más adelante en otro planeta si se detecta vida ".

Ya no hay cohete a la estratósfera ni tren bala; ahora festejamos la inauguración de un tren que no puede superar los cuarenta kilómetros por hora. Toda una metáfora de un país que avanza hacia atrás. ¿Cuál podría ser una eventual próxima inauguración? ¿Acaso una estación de carretas? ¿Un tramo de carruajes tirados a caballo que demore el quíntuple de tiempo que estos trenes? Nuestros bucles temporales hacia el pasado podrían permitirlo. Y nuestra sociedad a la que nada la sorprende ni moviliza, bien podría tolerarlo. No inauguramos trenes de levitación magnética, ni trenes autónomos, ni ninguna de las maravillas chinas, europeas o japonesas que nos deslumbran. No vamos hacia tecnologías que ya son comunes y corrientes en otras partes del mundo y que se despliegan en cantidades abrumadoras de trenes regionales de alta velocidad; o en trenes de dos pisos que unen distancias que no llegan ni a la mitad de la distancia acá inaugurada y que lo hacen al doble o al triple de su velocidad. Festejamos un tren chino con una tecnología y terminaciones que delatan una industria metalmecánica antigua reciclada para países atrasados. Un tren con una velocidad topeada por el estado de los rieles, durmientes y señalética, aun cuando la obra declara en forma explícita el haber mejorado todos esos elementos. Una estética propia de medio siglo atrás.

Unidos a paso de tortuga

"El tren nos conecta, nos une. Somos un país federal y tenemos que unirnos más que nunca", dijo Alberto Fernández. Un tren que nos conecta a una velocidad que hace que el viaje demore dos horas y diez minutos cuando, en auto, lleva bastante menos de la mitad de tiempo. Días atrás se había inaugurado otro tramo ferroviario, el que une la terminal de Retiro con Justo Daract, una pequeña ciudad de San Luis. Otro tren que corre vacío y que implica un viaje de quince horas para cubrir 670 kilómetros de recorrido; bastante más del doble de tiempo que lleva hacerlo en auto o en micro.

La obra costó más de 1.000 millones de pesos. Sin embargo, la empresa Trenes Argentinos registró pérdidas operativas por 300 millones de dólares entre enero y marzo de este año; 3,3 millones de dólares por día. Si estos trenes van vacíos y tampoco transportan carga; ¿qué sentido tienen? Argentina es el octavo país del mundo por superficie. Si tratamos de insertarnos en un mundo desarrollado, productivo, hiperconectado y veloz, hacerlo a través de ramales aislados y lentos carece de sentido económico y práctico.

Estos trenes que son viejos al momento de inaugurarlos, que cuestan una fortuna pero que van vacíos, a velocidades lentas hasta el colmo de lo ridículo, que cubren distancias parciales que no son indispensables desde lo social ni desde lo productivo, ofrecen una muestra contundente de nuestra irrefrenable decadencia. "Reconstrucción argentina". A paso de tortuga. Hacia atrás.

 

 

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD