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Monseñor Mario Cargnello: "Las heridas de nuestro Señor son las heridas de nuestra Patria"

Jueves, 15 de septiembre de 2022 18:33
Foto: Javier Corbalán 

Tras la lectura del evangelio, monseñor Mario Cargnello mandó un mensaje a los miles de salteños que llegaron para renovar el pacto de fidelidad con el Señor y la Virgen del Milagro. Pobreza, planes sociales, aborto y la grieta, fueron algunos de los puntos a los cuales apuntó.

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Tras la lectura del evangelio, monseñor Mario Cargnello mandó un mensaje a los miles de salteños que llegaron para renovar el pacto de fidelidad con el Señor y la Virgen del Milagro. Pobreza, planes sociales, aborto y la grieta, fueron algunos de los puntos a los cuales apuntó.

Luego de dos años de pandemia por el coronavirus, Cargnello primero agradeció por estar de forma presente con los miles de fieles, principalmente a los peregrinos que no pudieron llegar hasta la Catedral para acercar sus intenciones: “Cuánto nos reconforta poder reunirnos aquí, junto al monumento a la Batalla de Salta, para renovar nuestro pacto de fidelidad! Damos gracias a Dios porque nos parece que retomamos el ritmo de nuestra vida apoyándonos en el Dios fiel que vuelve a apostar por nosotros y nos dice: Vivan, recomiencen, háganlo como hermanos”. Y añadió: “Gracias, infinitas gracias, hermanos peregrinos! Gracias! Y gracias a todos los hermanos que los reciben, acompañan, sostienen a lo largo del camino convirtiendo a nuestra querida Salta en un anticipo del Cielo, la meta de nuestro camino.

FOTO: PABLO YAPURA

 Al hacer referencia a la pandemia y la guerra en Ucrania, monseñor señaló que “en nuestra querida Argentina se profundiza un enfrentamiento peligroso que, suavizado bajo la palabra ‘grieta’, sólo alimenta los odios y rivalidades mientras esconde una lucha despiadada por conservar o alcanzar el poder creyendo que una sola persona o grupo tendría una especie de misión mesiánica capaz de construir el bien común de los argentinos”.

A continuación algunos puntos principales del discurso de Cargnello: 

La esperanza engendra sobriedad, nos hace libres, porque nos hace pobres de espíritu; suscita en nosotros la oración porque nos llena de confianza en el Señor y nos abre al amor fraterno porque nos permite apostar por el hermano a pesar de las desilusiones y los conflictos. La esperanza nos permite comenzar de nuevo superando debilidades y caídas, nos hace capaces de transformar la historia aún cuando las negras nubes del error y del pecado nos desalienten.

Las heridas del Señor crucificado y resucitado son los pobres y los pecadores, los excluidos y los que no tienen esperanza, los enfermos y los abandonados, los pecadores y los maltratados. Las heridas de nuestro Señor son también las heridas de nuestra patria que no logra encontrar un camino de fraternidad y que hiere la confianza de nuestros jóvenes. Todas estas heridas reclaman nuestro testimonio del amor de Dios que se hace servicio, confianza, compromiso ciudadano.

La humanidad toda acusa el impacto de una pandemia que ha paralizado pueblos y naciones. Se cobró vidas, afectó economías, impactó en familias, hirió nuestras reservas psicológicas. Muchos creímos que la experiencia de nuestra fragilidad vulnerable y vulnerada nos ayudaría a madurar como familia humana. Los hechos nos dicen que no ocurrió lo que creímos. La guerra nacida de la invasión a Ucrania de parte de Rusia sumada a otros conflictos que llevan al Papa Francisco a afirmar que nos encontramos en una tercera guerra mundial pone en riesgo al mundo entero.

FOTO: JAVIER CORBALÁN

El Argentina se profundiza un enfrentamiento peligroso que, suavizado bajo la palabra “grieta”, sólo alimenta los odios y rivalidades mientras esconde una lucha despiadada por conservar o alcanzar el poder creyendo que una sola persona o grupo tendría una especie de misión mesiánica capaz de construir el bien común de los argentinos.

Es preferible que un poder esté equilibrado por otros poderes y otras esferas de competencia que lo mantengan en su justo límite. Es éste el principio del “Estado de derecho” en el cual es soberana la ley y no la voluntad arbitraria de los hombres”. La posibilidad de elegir y controlar a sus autoridades de parte de los ciudadanos y de sustituirlos de modo pacífico es lo que hace a la democracia apreciable a los ojos de la Iglesia. 

La política no puede ser la prolongación disimulada de un estado de guerra sino la superación de la misma en un clima de paz y de diálogo que se debe alimentar cada día sabiendo sacrificar egolatrías, mistificaciones, y soberbias absurdas.

Una democracia sin principios se convierte en un totalitarismo, visible o encubierto.  El hecho de que ciertas normas sean indispensables para la misma vida social es un indicio externo de que son algo bueno en sí mismo… Que todo ser humano posee una dignidad inalienable es una verdad que responde a la naturaleza humana más allá de cualquier cambio cultural.

Nuestra patria necesita que sus líderes le ayuden a descubrir y servir a la verdad. No se debe tener miedo a proclamarla. Los ciudadanos de a pie son, muchas veces, más veraces que sus líderes, sean sociales, políticos o religiosos. Con la mentira, los pobres y excluidos son los que, injustamente, más sacrificios aportan; con la verdad, todos estamos desafiados a aportar nuestra cuota de sacrificios, cuando somos guiados por líderes que se constituyen en ejemplo de una vida austera, honesta, generosa, con nuestros bienes, con nuestros talentos, con nuestro tiempo, con nuestra esperanza.

FOTO: JAVIER CORBALÁN

Corresponde al Estado garantizar la libertad individual y la propiedad, además de un sistema monetario estable y servicios públicos eficientes. Garantizar la seguridad jurídica es la primera incumbencia del Estado de manera que quien trabaja y produce pueda gozar de los frutos de su trabajo y pueda realizarlo con eficiencia y honestidad. Esto supone luchar contra la corrupción de los poderes públicos, contra el aumento de los negocios ilícitos, ilegales, puramente especulativos que destruyen la cultura del trabajo honesto. Por eso el Estado tiene derecho a intervenir cuando situaciones particulares frenen el desarrollo procurando que las situaciones de excepción sean limitadas temporalmente. Nuestra patria necesita recuperar el ánimo de todos los argentinos de buena voluntad que quieran dar lo mejor de sí para corresponder a tantos dones que el Señor Dios le ha dado hasta convertirla en la patria bendita del pan.

El Papa Francisco afirmó: “El gran tema es el trabajo. Lo verdaderamente popular…  es asegurar a todos la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto en cada uno, sus capacidades, su iniciativa, sus fuerzas… ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo… la política no puede renunciar al objetivo de lograr que la organización de una sociedad asegure a cada persona alguna manera de aportar sus capacidades y su esfuerzo. Porque no existe peor pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo”.

El enfrentamiento que fractura el tejido social de la Nación sólo puede ser vencido por un pacto de amistad y de fraternidad social.

 

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