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Sarmiento y Estrada, dos adversarios unidos por la educación

Sabado, 17 de septiembre de 2022 02:11

Setiembre conlleva la celebración de dos efemérides sensibles para una vasta parte de la población: el día 11, Día del Maestro, en el que se recuerda al gran sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento y el 17, Día del Profesor, en homenaje a José Manuel Estrada. Aunque de ideas antagónicas, Sarmiento y Estrada habitaron un tiempo en el que más allá de los posicionamientos ideológicos, el Estado y los particulares asumieron con responsabilidad el desafío de transformar la realidad argentina a partir de la educación.

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Setiembre conlleva la celebración de dos efemérides sensibles para una vasta parte de la población: el día 11, Día del Maestro, en el que se recuerda al gran sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento y el 17, Día del Profesor, en homenaje a José Manuel Estrada. Aunque de ideas antagónicas, Sarmiento y Estrada habitaron un tiempo en el que más allá de los posicionamientos ideológicos, el Estado y los particulares asumieron con responsabilidad el desafío de transformar la realidad argentina a partir de la educación.

Lograda la organización nacional, un brillante grupo de argentinos se incorporó al quehacer político y gubernativo con el propósito de modernizar el país e insertarlo más plenamente en los circuitos mundiales de producción y consumo.

El análisis del tema educativo generó aguda polémica entre una generación liberal y los sectores católicos. La Iglesia estuvo milenariamente vinculada con la transmisión del conocimiento; la controversia fue muy áspera: los católicos decían defender la libertad de conciencia contra los abusos del Estado y los liberales proclamaban la defensa de los derechos individuales contra las facultades del gobierno eclesiástico.

Sarmiento

No cabe duda que la presencia perdurable de Sarmiento en la memoria colectiva del país no se debe solo a su talento como escritor y a su obra como presidente (1868-1874), sino a su insistencia antes y después de esas fechas, en aspectos relativos a la educación y a la formación de una clase media rural y urbana que han sido fundamentales para la organización de la Argentina moderna.

Es notoria la predilección sarmientina por todos los problemas educativos. Él había padecido en carne propia, siendo niño, las angustias de esa deficiencia en el país, y maduró su pensamiento ante un escenario general de ignorancia y de inopia en nuestras campañas, interpretando que la segunda y otros males eran consecuencia de la primera. De esas vivencias personales emergió la clave del proyecto educativo más vasto de su tiempo: "Educar al Soberano". Sarmiento aspiraba a hacer la "verdadera democracia", para ello era necesario "hacer del pobre gaucho un hombre útil a la sociedad". En palabras de Sarmiento: "Para eso necesitamos hacer de toda la República una escuela".

Más tarde afirma: "Es la educación primaria la que civiliza y desenvuelve la moral de los pueblos; son las escuelas la base de la civilización". Esto no fue óbice para que cuando pensara la educación la entendiera en su alcance integral, o sea escolar, normal, universitaria, académica, cívica, institucional, ética, legal y militar. Es de destacar que otorgó un lugar de preponderancia a la mujer en la formación de los futuros ciudadanos. Su potente mirada abarcó a todo el espectro educacional. Buscó realizar todo eso desde la Presidencia, pero lo inició antes y lo continuó después. Ricardo Rojas expresó sobre él: "Es, en todos sus aspectos, el más esforzado educador del Mundo Nuevo y este es sin duda el perfil más importante de su figura intelectual".

Estrada

José Manuel Estrada, nacido el 13 de julio de 1842 en Buenos Aires, fue un sólido defensor del pensamiento católico. Fue profesor, político, intelectual y eminente orador. Escritor precoz: a los 16 años ganó un concurso literario con su trabajo "Al descubrimiento de América". Se inició en el periodismo en el semanario La Guirnalda y en La Religión, fundado por León Federico Aneiros. A los 17 años publicó Signum Foederis, efectos sociales y religiosos de la armonía, un texto por el que demandó al Estado de Buenos Aires a unirse a la Confederación Argentina para restablecer la armonía nacional.

En 1862, desde su opúsculo Cristianismo y Democracia rebatió la tesis de Francisco Bilbao, quien afirmaba que el cristianismo y la democracia eran incompatibles, y que el cristianismo era la causa de los males de América. Estrada expresó: "Somos republicanos y amamos la libertad porque somos cristianos y amamos la dignidad del hombre". Más tarde, en "El génesis de nuestra raza", obra polémica que aseveró que la raza humana es una sola.

En 1864, con tan solo 22 años, fundó junto a Lucio V. Mansilla el Círculo Literario, el que contó con la participación de Valentín Alsina, Dardo Rocha, Luis Sáenz Peña, Carlos Guido y Spano, Estanislao del Campo, Juan María Gutiérrez, Amadeo Jacques, Pastor Obligado y Carlos Burmeister, entre otros. El Círculo se concentró en el estudio de la Historia argentina, temática propuesta por el presidente de la Nación, Bartolomé Mitre. Estrada publicó "Ensayo histórico sobre la revolución de los comuneros del Paraguay en el siglo XVIII". Posteriormente fue convocado para dictar un curso de Historia argentina en la Escuela Normal de Profesores. Fueron 30 exposiciones que encendieron el interés del sector ilustrado en tiempos en que no era común el estudio de la Historia del país.

En 1869, el presidente Domingo Faustino Sarmiento fundó una cátedra de Instrucción Cívica en el Colegio Nacional de Buenos Aires y designó a Estrada profesor titular. Posteriormente, fue designado jefe del Departamento de Escuelas, y organizó un ciclo de conferencias y cursos para el desarrollo profesional. En 1871, Estrada fue elegido para integrar la convención constituyente de Buenos Aires que debía adecuar el texto de la Constitución Provincial al nuevo contexto de Nación.

Hizo un aporte en la regulación del derecho de enseñar, favoreciendo el funcionamiento de universidades con la facultad de otorgar grados académicos y administrar sus bienes. Propuso el sistema electivo proporcional e impulsó la idea del voto secreto, pero no logró su aprobación. En 1873 fue elegido diputado provincial y participó en la sanción de la ley de educación provincial y presentó proyecto de ley sobre escuelas. La publicación de sus clases de Instrucción Cívica serían la bibliografía que estudiarían varias generaciones de argentinos. La obra se intitulaba "La política liberal bajo la tiranía de Rosas" y a partir de la cual construyó una filosofía social y política más elaborada. En 1874 fue nombrado jefe de la Dirección General de Escuelas Normales y al año siguiente, a solicitud del presidente Nicolás Avellaneda, tomó la cátedra de Derecho Constitucional y Administrativo en la Universidad de Buenos Aires. En esta función escribió artículos sobre la materia ante el hecho que no había manuales y se usaban libros de derecho estadounidense. Sobresale en esta producción "Sufragio y representación de las minorías".

En 1876 fue designado rector del Colegio Nacional de Buenos Aires. Acometió su labor con pasión, reformando el currículo incorporando temas de Historia Argentina y de Educación Cívica para insuflar patriotismo y civismo en los educandos. Impulsó el aumento salarial para los profesores expresando: "La vocación del profesor no se confunde con la del mártir ni con la del penitente".

Hacia 1880 Estrada rechazó el relativismo moral y el laicismo que conllevaba el liberalismo, del que solo aceptó las ideas de libertad individual y la democracia. En el Congreso Pedagógico de 1882 sostuvo la postura de una escuela pública católica manteniendo agudos y encendidos debates.

La fundación del diario La Unión propició la oportunidad de divulgar ideas de tendencias católicas. En 1883 se fundó La Asociación Católica y un año más tarde se transformó en partido político: Unión Católica por el que fue electo diputado nacional.

Fue vehemente en la defensa de los profesores católicos que fueron dejados cesantes de sus cátedras. La expulsión del nuncio apostólico fue otro episodio que agitó la división en aquella sociedad enfrentada. Su encendida defensa a la educación católica le valió que fuera despojado de todos sus cargos públicos. Ante la represalia gubernamental, sus alumnos acudieron a su domicilio para desagraviarlo. Terminado su mandato, fue uno de los oradores en el Frontón Buenos Aires, donde se formó la Unión Cívica de la Juventud. Una postrera designación de Luis Sáenz Peña como ministro plenipotenciario lo condujo a Paraguay, lugar en que falleció en la tarde del 17 de septiembre de 1894. En su homenaje, el día 17 de setiembre se conmemora el Día del Profesor. Dos hombres, Sarmiento y Estrada, dos ideas en confrontación, testigos y protagonistas de un tiempo en el que la educación se convirtió en eje central en la política del Estado argentino y hombres que contribuyeron notablemente a la enseñanza y al crecimiento espiritual de la Nación.

Corolario de la sanción de la Ley 1420 fue que la Iglesia organizó un Congreso Católico que permitió una renovación de la propia Iglesia, la que prefirió especializarse en la educación y formar lentamente a sectores cada vez más vastos de jóvenes según las enseñanzas de Cristo.

A pesar de la polémica y aquietados los espíritus, la enseñanza religiosa católica continuó en la Argentina, pero con carácter privado y no fue prohibida como se proyectó en su momento.

En 1889 arribaron los hermanos Jumaélien y Calimer, fundadores del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, más conocidos como Hermanos de La Salle, quienes establecieron colegios en Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe. En 1903 llegaron los Hermanos Maristas.

Las congregaciones femeninas estuvieron representadas por las Hermanas del Sagrado Corazón, Hermanas Misioneras Terciarias Franciscanas, Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor y de la Santa Unión. Párrafo aparte merece la llegada de la Congregación Salesiana a la Argentina, destinada a evangelizar la Patagonia y a la creación de ambientes para el cuidado y la educación de la juventud pobre y abandonada. Para entonces las controversias de los años ochenta habían quedado muy atrás y sus hondas cicatrices estaban totalmente cerradas. Hacia fines del siglo XIX la religión se despolitizó y se orientó hacia la acción parroquial y educativa. En las postrimerías del siglo XIX se pergeñó el futuro de la Nación basado en la educación, una idea que en el presente se debe retomar para superar la más grande crisis de la Historia Argentina que padece la ciudadanía y que cercena su dignidad.

 

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