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Otro golpe a una sociedad fracturada 

Viernes, 02 de septiembre de 2022 02:07

La imagen de la pistola a centímetros del rostro de Cristina Kirchner hiela la sangre. El arma es de alto calibre y un solo disparo hubiera tenido consecuencias fatales. Afortunadamente, la bala no salió.

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La imagen de la pistola a centímetros del rostro de Cristina Kirchner hiela la sangre. El arma es de alto calibre y un solo disparo hubiera tenido consecuencias fatales. Afortunadamente, la bala no salió.

La vida humana es sagrada, aunque muchas veces la política lo olvide, lo ignore o lo frivolice. Las invocaciones a la muerte y las amenazas antidemocráticas ocuparon demasiado espacio en los discursos políticos de las últimas semanas. Un clima propicio para incentivar acciones criminales, ya sea que las intente o las perpetre un demente, un simulador o un sicario.

Lo cierto es que el agresor no debió llegar a colocar el arma a centímetros de la vicepresidenta. La custodia y la Policía Federal debieron impedirlo. La misma aglomeración de personas en vigilia permanente debilita la seguridad de una figura relevante como Cristina.

Muchas veces los dirigentes no tienen en cuenta en qué medida la violencia verbal puede derivar en enfrentamientos sin control en el seno de una sociedad como la nuestra, fracturada en varias partes. 

Por caso, la reacción del presidente Alberto Fernández ante un hecho tan grave volvió a mostrar el origen de la virulencia que se expande hoy por la vida política de la sociedad. Es la política entendida como lucha permanente entre contrarios, sin capacidad para acordar y gobernar en democracia.

Convocar a un feriado nacional es una decisión de fuerte tono partidario, del mismo modo que el direccionamiento implícito de las acusaciones hacia la oposición, la Justicia y los medios de comunicación. Fernández informó que había hablado con la jueza para “que investigue todo” y garantice la seguridad del detenido. El no debió darle instrucción alguna a la jueza, pero, además, parece ignorar que la seguridad del agresor es responsabilidad de las fuerzas de seguridad, es decir del Ejecutivo. Debió reparar que quien anunció que “quieren ver a un peronista muerto” fue el presidente del PJ bonaerense, Máximo Kirchner, al unísono con el sindicalista Sergio Palazzo, que ayer, antes de enterarse del feriado hablaba de “violencia política” y llamaba a un paro general con movilización.

Todo sigue igual, al parecer. El “vamos por todo” es más fuerte que la conmoción social que causa el intento de magnicidio. El oficialismo, responsable de la seguridad de toda la sociedad, no contribuyó a la conciliación. No tendió un puente de acuerdos frente al repudio expresado solidariamente por la oposición. El feriado se parece mucho a una declaración encubierta del Estado de sitio. 

El agresor, ayer, demostró que la vicepresidenta es vulnerable. De acuerdo a las primeras reacciones, el atentado frustrado parece derivar en un espiralización de la violencia verbal, en una sociedad castigada por una economía destartalada y que requiere dirigentes que sean capaces de llegar a un acuerdo. A estas horas, todo esto parece cada vez más una utopía.
 

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