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Un diálogo necesario que parece una utopía

Miércoles, 21 de septiembre de 2022 02:14

La posibilidad de un diálogo entre Mauricio Macri y Cristina Kirchner sería un atisbo de normalidad republicana en un país donde esa idea parece una utopía.

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La posibilidad de un diálogo entre Mauricio Macri y Cristina Kirchner sería un atisbo de normalidad republicana en un país donde esa idea parece una utopía.

Las dificultades aparecen a la vista solo con recordar que la vicepresidenta no quiso participar de la transmisión de los atributos del mando en 2015, cuando Macri asumió la presidencia, un gesto de desdén que repitió cuatro años después, cuando lo saludó con visible descortesía al ponerse en marcha esta cuarta versión del kirchnerismo.

Pero no se trata de meros estados de ánimo, sino de una estudiada gestualidad destinada a mostrar su vocación por el poder absoluto y la certeza de que este se construye polarizando a la sociedad en polos enfrentados en una batalla mitológica. Para eso se construye un enemigo, que en este caso tiene a Macri como símbolo, pero que en realidad es un complejo conjunto de oponentes que se denominan las "elites", los grupos concentrados, el periodismo hegemónico, el partido judicial. No hace falta observar demasiado para comprender que en realidad se desarrolla una nueva "elite", una nueva

burguesía sostenida con fondos del Estado, los periodistas militantes y los jueces alineados con el líder. Esto no es un estilo exclusivo de Cristina Kirchner sino una fórmula de construcción de poder muy bien diseñada por pensadores del populismo contemporáneo y que fue aplicada por Hugo Chávez y su heredero, Néstor Kirchner y luego Cristina (Alberto Fernández lo intenta pero no le sale) y en forma muy particular el exrevolucionario convertido en déspota Daniel Ortega.

Los populismos de izquierda (si es que este formato le queda algún resquicio de socialismo) y de derecha aplican todos la misma fórmula. El populismo es un concepto que va mucho más allá de lo que se llama "demagogia", que consiste en seducir a los votantes con engaños y que en alguna medida aparece en todos los libretos.

Cristina Kirchner no es propensa a dialogar.

Mauricio Macri, por su parte, ajeno al modelo populista, tampoco se ha mostrado demasiado predispuesto al diálogo; las dificultades de su gobierno y de Juntos por el Cambio nacieron, justamente, de esa limitación política del expresidente quien, a sugerencia de Jaime Durán Barba, también creyó posible sacar ventaja de una polarización con Cristina.

De ese modo, en ambas trincheras hay más halcones que palomas. Tanto es así que, mientras en el Congreso se impulsa el encuentro entre ambos líderes, el oficialismo quiere, en el Senado, ampliar la Suprema Corte a 25 miembros, los gobernadores están entusiasmadísimos por poder nombrar un juez cada uno y semejante tema, a primera vista un disparate institucional inaplicable, se lograría con o sin debate, pero con un voto, si se consigue esa ventaja.

Por eso Macri condicionó al diálogo a hacerlo con la Constitución en la mano y con una agenda de cinco puntos. Es decir, asumir compromisos concretos.

La Constitución Nacional, justamente, está concebida para la que vida política se desenvuelva en el seno de una sociedad plural, cuyas diferencias se zanjen en el debate republicano. En el Congreso.

Aunque hoy parezca imposible una reunión fructífera entre Cristina y Macri, si ambos se lo propusieran, sería algo histórico. Y lo sería porque demostraría que ambos expresidentes dejan de escuchar a los halcones de sus respectivas parcialidades y prestan atención a la única mayoría real, que son el 80% de las personas que no saben ni les interesa saber cuántos ministros tiene el Gabinete ni lo que vayan a hacer los políticos, porque no les creen nada. Son personas que solo aspiran a que les brinden un sistema seguro, estable y previsible de convivencia, que terminen con la inflación y ofrezcan a los más jóvenes un país del que no quieran escaparse.

Tal es el dato de la realidad que arrojan todas las encuestas. Como explicó en Salta la politóloga Ana Iparraguirre durante la Semana de la industria: "Tenemos demasiado ruido de fondo y a mucha gente le molesta el ruido; ya no hay vuelta atrás: la gente busca algo nuevo, aunque no sepamos qué es".

 

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