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Ucrania y la guerra tecnológica

El retroceso de las fuerzas invasoras rusas y las muestras de agotamiento de recursos que transmite Putin es prueba del éxito de la contraofensiva informática, facilitada por el apoyo occidental a la defensa ucraniana.
Martes, 27 de septiembre de 2022 01:29

La guerra de Ucrania, cuyo impacto inicial provocado por la invasión rusa del pasado 24 de febrero parecía languidecer en la opinión pública internacional, volvió a colocarse en el centro de la atención tras el retroceso de las tropas rusas y la decisión de Vladimir Putin de promover cuatro referéndums en otros tantos territorios ocupados para legalizar su anexión a Rusia, una iniciativa que recreó la preocupación sobre el posible estallido de una escalada bélica de enormes dimensiones.

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La guerra de Ucrania, cuyo impacto inicial provocado por la invasión rusa del pasado 24 de febrero parecía languidecer en la opinión pública internacional, volvió a colocarse en el centro de la atención tras el retroceso de las tropas rusas y la decisión de Vladimir Putin de promover cuatro referéndums en otros tantos territorios ocupados para legalizar su anexión a Rusia, una iniciativa que recreó la preocupación sobre el posible estallido de una escalada bélica de enormes dimensiones.

El retroceso del Ejército ruso, que constituyó un punto de inflexión en el curso del conflicto, focalizó la atención de los analistas militares en la dimensión tecnológica del conflicto. La pródiga ayuda occidental en esa materia compensó la abrumadora superioridad numérica de las Fuerzas Armadas rusas y demostró también que la lamentada ausencia de tropas de la OTAN en el teatro de operaciones no implicó ni mucho menos neutralidad, sino un difícil ejercicio de equilibrio político entre la decisión de respaldar al país agredido y el temor desatar una conflagración nuclear. Un signo inequívoco de este impacto del factor tecnológico está evidenciado en que, a diferencia de lo que sucedía durante las primeras semanas del conflicto, la Fuerza Aérea rusa ha virtualmente desaparecido del escenario. La razón es sencilla: la artillería antiaérea ucraniana, reforzada por el arsenal de la OTAN, se mostró en condiciones de neutralizar la acción de los aviones enemigos. Una vez que las sirenas de alarma dejaron de perturbar la vida cotidiana en las ciudades ucranianas, la opinión pública local percibió un cambio favorable en la relación de fuerzas, cesó la oleada migratoria y mejoró sensiblemente el ánimo de combate de la población.

Hay múltiples ejemplos prácticos del inestimable aporte occidental a la defensa ucraniana. El más significativo son las imágenes satelitales, que permiten al alto mando ucraniano conocer en tiempo real la ubicación y los movimientos de las tropas rusas. Los lanzacohetes Himmers, con un alcance de 300 y hasta de 500 kilómetros, los obuses M777, con munición Excalibur y provistos con GPS para guiar su trayectoria hacia el blanco después de ser disparados, con un alcance de entre 20 y hasta 35 kilómetros, los 600 misiles tierra-aire Singers, las 4.200 armas ligeras antitanques de última generación (NCA W) provistas por el Reino Unido, los 110 cañones antidrones EDM4S provenientes de Lituania y los vehículos kamikazes cargados con bombas mostraron una notable eficacia en combate y ratificaron que el equipamiento de la OTAN es cualitativamente superior al ruso.

Las innovaciones tecnológicas incluyeron también la utilización masiva de técnicas de reconocimiento facial. La novedad arquetípica fue proporcionada por la compañía estadounidense Clearview AI, una empresa de inteligencia artificial que donó un "motor de búsqueda de rostros", alimentado por miles de millones de fotografías extraídas de las principales redes sociales (Facebook, YouTube, Google y Twitter, entre otras), que permitió al Ejército ucraniano la identificación de bajas propias y ajenas, de prisioneros de guerra y hasta de oficiales de alto rango del Ejército enemigo, que de ese modo podían ser abatidos por drones.

Pero la aplicación de las nuevas tecnologías en favor de Ucrania presentó numerosas aristas originales. Una fue precisamente la exitosa convocatoria del gobierno de Kiev a una donación masiva de drones para su Ejército, una solicitud que tuvo una respuesta muy positiva tanto en su propia población como de ciudadanos extranjeros solidarios con su causa. Otro recurso bastante empleado fue el uso de AIRBNB, la plataforma de Internet que facilita la contratación de habitaciones particulares para turistas, fingiendo viajes inexistentes, una forma encubierta de donar fondos desde el exterior para la población víctima de la guerra. En sus dos primeros días de funcionamiento, este sistema humanitario generó la contratación de 61.000 habitaciones por un valor de dos millones de euros.

Meses antes de la invasión Rusia lanzó sucesivos ciberataques contra Ucrania, pero apenas iniciada la guerra Moscú empezó a beber de su propia medicina desde que el viceprimer ministro, Mijail Fedorov, anunció la creación de un ejército informático que reclutó a más de 400.000 voluntarios en todo el mundo coordinados para realizar ataques contra blancos enemigos, en un experimento inédito que asemeja a una versión cibernética de las famosas "brigadas internacionales" que combatieron en el bando republicano en la guerra civil española.

A través de un canal en la aplicación en la mensajería Telegram, ese ejército empezó a ejecutar constantes ciberataques, con algunos éxitos parciales, como la caída temporaria de los sitios web de la Bolsa de Moscú, la Agencia Federal de Seguridad rusa y el Sberbank, el mayor banco del país. Investigadores de Flashpoint, un centro de inteligencia especializado en ciberamenazas, dicen haber rastreado cerca de cincuenta grupos de piratas informáticos que se han unido a esa cruzada en defensa de Ucrania.

El grupo Anonymous, una organización internacional clandestina de ciberpiratas, célebre desde hace más de quince años por la eficacia de sus ataques informáticos, brindó una activa colaboraciónen este frente de batalla. Anonymous se focaliza en atacar los vehículos de las campañas de desinformación del Kremlim, como las agencias de medios de comunicación, así como en piratear fondos de ciertas instituciones financieras rusas para donarlos en criptomonedas a los ucranianos. NB65, otro grupo de ciberpiratas, penetró en los archivos del Instituto de Seguridad Nuclear de Moscú y publicó documentos secretos. En la misma dirección trabajan Ghostec, un grupo de hackers más reciente que atacó servidores bancarios y canales de televisión rusos, y el grupo georgiano Black Hawk.

En un reportaje publicado por la revista especializada Wired, el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, reveló que, a pesar de que Moscú tenía una probada experiencia en la ciberguerra, sus sistemas de seguridad informáticos se mostraron frágiles ante los continuos asaltos de decenas de miles de "hacker-activistas" que, más allá de la acción de estos grupos de profesionales, en muchos casos carecían de experiencia en operaciones clandestinas, ya que son jóvenes veinteañeros y adolescentes que aprendieron por su cuenta el arte de la piratería informática con tutoriales de Internet.

Zelensky explicó que "en los primeros días de la guerra dedicamos mucho tiempo a la logística de una batalla en el ciberespacio. Creo que ése es el futuro y se convirtió en nuestro tercer ejército. Probablemente tenemos varios ejércitos: nuestro Ejército Popular, las Fuerzas Armadas de Ucrania y el Ejército de IT". Subrayó la importancia que esa acción tuvo en el campo de la información y la contra-información, dentro y fuera de Ucrania y particularmente en el interior de Rusia, para burlar la censura estatal.

Lo de Zelensky trasunta una lúcida apreciación de la situación: más que en el campo de batalla, el porvenir de la contienda se dirime en el movedizo terreno de la opinión pública, tanto en Occidente como en la propia Rusia. Ese juicio colectivo determinará la actitud de los gobiernos involucrados y definirá el resultado del conflicto.

* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico

 

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