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Los vívidos recuerdos de Olga, una aguarayense por adopción

Está radicada hace 62 años en el norte provincial y su vida está llena de imágenes felices, de militancia y de ayuda a su comunidad.
Domingo, 08 de enero de 2023 01:12

"Me llamo Olga Evelia Galli, nací en la ciudad de Salta. Hace 62 años que vivo en Aguaray y llegué a este pueblo porque mi esposo, Luis María Giménez, se había quedado sin trabajo y le ofrecieron en esos años comprar una confitería que estaba cerca de las vías del ferrocarril, porque ahí era prácticamente todo el movimiento comercial", dice esta salteña de pura cepa, aguarayense por adopción, que a sus 95 años hace gala de una memoria envidiable.

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"Me llamo Olga Evelia Galli, nací en la ciudad de Salta. Hace 62 años que vivo en Aguaray y llegué a este pueblo porque mi esposo, Luis María Giménez, se había quedado sin trabajo y le ofrecieron en esos años comprar una confitería que estaba cerca de las vías del ferrocarril, porque ahí era prácticamente todo el movimiento comercial", dice esta salteña de pura cepa, aguarayense por adopción, que a sus 95 años hace gala de una memoria envidiable.

"En la ciudad de Salta yo trabajaba en la Subsecretaría de la Cárcel Modelo. Además, era maestra en Río Piedras, pero no estaba afiliada al Partido Peronista por lo que me dejaron cesante. Eran tiempos en que las mujeres no hablábamos de política, eso era solo cosa de hombres. Y menos en la casa o en el almuerzo; diferente es ahora que hablamos, opinamos, discutimos y nos peleamos", dice entre risas, esta mujer militante desde su juventud en la Unión Cívica Radical, afecto que nunca cambió.

A Olga se la ve y se la escucha como a una persona distinguida, con modales delicados y refinados. Su manera relajada y tranquila de expresarse habla de una mujer con una vasta experiencia de vida; con alegrías y tristezas, como todos en este mundo, pero con muchos logros y algunas pérdidas. Hoy, en esa síntesis que hace de su vida sin arrepentimientos, se muestra orgullosa y digna de que lo que fue, lo que sembró y lo que cosechó.

Cuando relata algunas de sus vivencias lo hace con una sonrisa que dibuja en su rostro redondeado; con una memoria admirable y con cariño a ese pasado que lo tocó vivir, a sus 95 años recuerda con ternura a quienes ya no están a su lado y que en su familia -hijos, nietos- se hacen presente cada vez que Olga vuelve en sus recuerdos a la Salta de antaño, donde vivió sus primeros años; también están presentes cuando recuerda el pueblo de Aguaray, al que llegó siendo una muchacha con todas las ganas de trabajar, de construir una gran familia y de contribuir al bien común porque ese sentir siempre estuvo en ella.

Olga recuerda aquellos años en que vivía en Salta y por las cuestiones de la política se quedó sin trabajo: "Fuimos 180 personas que quedamos cesantes por no estar afiliadas al peronismo; fue en la década del 50 y yo me tenía que casar en dos semanas", recuerda Olga, que ni entonces ni ahora tuvo tiempo para lamentarse porque esa impronta de mujer trabajadora y aguerrida la tuvo desde siempre.

"Yo cosía, hacía tortas y como se dice vulgarmente me las rebuscaba en mi casa. Pero seguía trabajando en la cárcel y cuando nos teníamos que venir a Aguaray le dije a mi jefe, don Pablo Medoz, que iba a renunciar. Pero como la persona que estaba en el Registro Civil en Aguaray cerró la oficina, abandonó el servicio y se fue a Formosa, me designaron a mí al frente de esta oficina, claro que con un sueldo que era menos de la tercera parte del que yo cobraba en ese momento. Pero era mi trabajo y tenía que hacerlo sin reparar en cuánto ganaba", recuerda.

Otorgaba documentos para que todos puedan estudiar 

Como Olga estaba al frente del Registro Civil, la gente de la época la llamaba "la jueza". Ella dice: "Yo sabía todo lo que pasaba en Aguaray y muchas veces, venían los matrimonios que tenían problemas de convivencia para que los aconseje. Yo primero hablaba con uno o más bien lo escuchaba; y después escuchaba al otro. Después los juntaba a ambos y mediaba en el matrimonio y gracias a Dios, la mayoría de los que alguna vez vinieron a verme se fueron de la oficina juntos y siguieron juntos".

Y es que Olga creía fervientemente en la familia como base fundamental de la sociedad como sostén económico pero sobre todo emocional de los hijos y eso les transmitía a las parejas jóvenes. "Me daba cuenta de que necesitaban contar sus problemas y que alguien los escuche", afirma con sabiduría.

Muchos niños y jóvenes de Aguaray, en especial originarios, cuando Olga comenzó a ocupar el cargo "no tenían documentos ni libreta de enrolamiento, que se usaba entonces. Yo me preocupaba para hacerles los trámites porque pensaba que indocumentados no iban a poder concurrir a la escuela y la educación primaria era fundamental para conseguir un trabajo o para seguir estudiando".

Por supuesto, con el correr de los años terminó siendo fundamental el título secundario. Pero eran otros tiempos. "Con los años muchos chicos que se hicieron personas adultas me veían en la calle y me saludaban con tanto cariño, y yo muchas veces ni los reconocía porque fueron muchos", recuerda con la ternura dibujada en sus ojos.

Eran tiempos en que la ruta 34 no existía en el tramo norte "y la mercadería llegaba desde Embarcación hasta Aguaray en carro; acá al lado (señala con el brazo en alto) había una casa que tenía un aljibe y fue la primera casa de material que se hizo en Aguaray. "Sobre lo que fue la calle antigua, actualmente calle Alberdi. Tampoco venía el ómnibus porque solo llegaba hasta Tartagal y desde ahí teníamos que esperar para venir en tren".

Entre risas, Olga recuerda su juventud en la ciudad de Salta, su noviazgo "de cuatro años bien largos, con quien fue mi esposo, Luis María Giménez. Él, sentado en una cabecera y yo en la otra de la mesa, con toda la familia al medio, porque así era en esos tiempos. Ir al baile era otro trámite y mi esposo se apuraba a sacarme a bailar primero, apenas comenzaba a tocar la orquesta, antes de que ningún otro muchacho se le anticipe. Eran esos bailes de recepción donde las chicas íbamos con nuestros padres. Cuando les cuento esas anécdotas a mis nietos se ríen y me dicen: ´abuela contanos cómo eran los bailes en tu juventud´".

Una vida de trabajo fecundo y de servicio

Olga, cuando habla de trabajo se refiere al que realizó por tantos años en el Registro Civil, pero también a su labor como integrante de las cooperadoras de la escuela María Agapita Toro de Lahud, y del hospital Güemes de Aguaray. Destinaba muchas horas de su vida a trabajar integrando la Cooperadora de la Escuela donde concurría su pequeña hijita en tiempos en que la directora era la siempre recordada docente aguarayense Salma Lahud, hija de María Agapito, la primera maestra que llegó al pueblo de Aguaray. "Hicimos infinidad de cosas con Salma y con Blanca Tapia Gómez que era vicedirectora y logramos muchas cosas. Para recaudar fondos hacíamos empanadas y los ingredientes los poníamos nosotras. Así hicimos el monumento a la madre, el tinglado y otras cosas para la escuela", rememora.

Después integró la comisión de ayuda al hospital. "Yo no tenía problemas de viajar a Salta y pedirle a las autoridades que mandaran lo necesario. Me presentaba como la presidenta de la comisión del hospital y recuerdo que el exgobernador don Roberto Romero me recibía y me daba respuestas. Una vez me vine con 5 rollos de tela para sábanas, fundas y camisones y yo cortaba y las cosía con otras chicas; una de las señoras que más me acompañaban era Ema de Wilkens a quien recuerdo con cariño", dice.

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