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Jugando a las escondidas con Dios

Domingo, 19 de febrero de 2023 02:09

Miro las imágenes que llegan del nuevo Telescopio Espacial James Webb y lo primero que siento es asombro. Estamos adentrándonos en las entrañas más recónditas del universo. Las fotos quitan el aliento. Se ven nuevas galaxias; trillones y trillones de estrellas; nubes de gas estelar que prometen la formación de millones de nuevas estrellas; agujeros negros; púlsares y cuásares y toda una parafernalia cósmica difícil de asimilar. Sorprende la nitidez y el nivel de detalle de las imágenes de los "Pilares de la Creación", por ejemplo. Se nos revelan una infinidad de objetos que existían al momento de emitir ese haz de luz que hoy nos alcanza y que, con toda seguridad, hoy no existen más. Tal es el alcance de esta nueva joya tecnológica que nos permite ver lo que sucedió hace 13.500 millones de años atrás. Algo que revolucionará nuestro entendimiento del universo.

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Miro las imágenes que llegan del nuevo Telescopio Espacial James Webb y lo primero que siento es asombro. Estamos adentrándonos en las entrañas más recónditas del universo. Las fotos quitan el aliento. Se ven nuevas galaxias; trillones y trillones de estrellas; nubes de gas estelar que prometen la formación de millones de nuevas estrellas; agujeros negros; púlsares y cuásares y toda una parafernalia cósmica difícil de asimilar. Sorprende la nitidez y el nivel de detalle de las imágenes de los "Pilares de la Creación", por ejemplo. Se nos revelan una infinidad de objetos que existían al momento de emitir ese haz de luz que hoy nos alcanza y que, con toda seguridad, hoy no existen más. Tal es el alcance de esta nueva joya tecnológica que nos permite ver lo que sucedió hace 13.500 millones de años atrás. Algo que revolucionará nuestro entendimiento del universo.

Nuestros predecesores medievales construían catedrales que desafiaban toda proporción humana buscando acercarse a Dios; hoy nosotros hacemos los mismo en la construcción de estos telescopios gigantes y precisos, sabiendo que existe una limitación insalvable al conocimiento: la "barrera de Planck". Es imposible saber qué sucedió en los primeros tres minutos de la creación del universo; instantes en los que se mezclan la física, la metafísica y la religión. Minutos durante los que la temperatura superó los 100 millones de millones de millones de millones de millones de grados (1032 K) -algo inimaginable para un ser humano y para las leyes actuales de comprensión del universo- y la energía pura se convirtió en materia. Quizás hoy nos topemos con un fotón liberado en ese momento; no podríamos saberlo jamás. Lo que si sabemos es que esa radiación de energía masiva y descomunal creó los componentes primigenios de la vida. Los que se fueron recombinando de una y otra forma creando átomos más pesados, complejos y estables que derivaron, miles de millones de años después, en moléculas, proteínas y cada parte que hoy nos compone y nos da vida. El Telescopio Espacial Webb se acerca a ese momento de la creación.

Imposible no sentir una pequeñez rayana en la nimiedad al mirar sus imágenes. Imposible no rendirse ante la magnificencia casi sobrenatural del universo. "El hombre mira al cosmos, pero este lo ignora. Paradoja de la existencia humana" dijo con poesía el doctor Ricardo Alonso en estas páginas. Sin consciencia de sí mismo, es natural que el universo parezca ignorarnos. Nosotros no podemos hacer lo mismo. Explicar al cosmos es una forma de explicarnos a nosotros. Steven Weinberg, físico renombrado y premio Nobel, escribió: "El esfuerzo por comprender el universo es una de las pocas cosas que eleva la vida humana por sobre el nivel de la farsa y le imprime algo de la elevación de la tragedia". Como nuestros ancestros de las cavernas, nosotros también levantamos nuestra mirada al cielo buscando por una explicación.

Una maravilla tecnológica

El telescopio fue lanzado en diciembre de 2021, después de casi tres décadas de trabajo conjunto entre Estados Unidos, Europa y Canadá. Se trata, hoy, del mayor telescopio lanzado al espacio, y tiene una resolución y potencia casi cien veces mayor que el de su predecesor; el Telescopio Espacial Hubble. Sólo en la primer foto que nos hizo llegar, se pueden ver más de 10.000 galaxias en una porción ínfima del universo que antes pertenecía al espacio ultra profundo e indistinguible del Telescopio Hubble; prueba evidente de su potencia colosal.

Entre estos primeros descubrimientos vemos una galaxia remota que tiene una antigüedad de 13.500 millones de años; apenas 300 millones de años después del Big Bang. El objeto más antiguo de todos los alguna vez observados. Esto podría sugerir que las galaxias se formaron bastante antes de lo que las actuales teorías cosmológicas prevén. También se encontró un exoplaneta con claras trazas de dióxido de carbono en su atmósfera; la huella de la vida. El exoplaneta está ubicado demasiado cerca de una estrella como para que sea habitable - según nuestros parámetros -, pero el dióxido de carbono es indisimulable. Aún a través de tanta distancia y tiempo, la vida revela su existencia. Apenas unos días de imágenes y ya tenemos elementos para sospechar una revolución de la astronomía, la cosmología y todo nuestro entendimiento del universo. Y, por qué no, otros campos científicos también.

El telescopio envía cerca de 50 gigabytes de información por día; cantidad masiva de información comparada con los dos gigabytes que enviaba el Hubble. El 20% de esta información es de acceso inmediato al público general; público atento y pendiente que procesa esta entrada masiva de datos con sistemas informáticos de código abierto desarrollados y puestos a punto desde hace décadas; desde que el proyecto comenzó a tomar cuerpo y forma. El 80% de los datos restantes tiene una ventana de propiedad de un año; tiempo indispensable para poder chequear como corresponde - diez o cien veces si fuera necesario - cualquier descubrimiento de importancia antes de su publicación. Pero ese 20% es más que suficiente para anticipar la publicación de ensayos científicos en años y no en décadas como solía suceder. Otra muestra de la aceleración vertiginosa de la ciencia. No sería nada raro que comenzaran a aparecer -más pronto que tarde-, inteligencias artificiales de código abierto que comiencen a elaborar modelos cosmogónicos que apoyen o refuten las teorías vigentes. O que den respuesta al dilema de si el universo está en constante expansión o si, por el contrario, en algún momento dejará de expandirse y comenzará a contraerse hasta el "Big Crunch". O si no hay origen alguno y sólo hay una oscilación entre un Big Bang y un Big Crunch.

Según el modelo teórico vigente, esto depende de la cantidad de materia existente en el universo; y si esta supera o no la llamada «densidad crítica». A pesar de la aparente profusión de materia que vemos en infinidad de galaxias, cúmulos y nebulosas; el universo es, en realidad, un lugar frío y vacío. Tan vacío es que, en promedio, no habría más que el equivalente a un poco menos que tres átomos de hidrógeno por cada volumen de 1.000 litros. Nada. Si la densidad cósmica fuese mayor a este valor crítico -ínfimo-, la gravedad haría que el universo frene su expansión y se contraiga. Si fuese menor, nada evitaría su expansión infinita. Pero no se conoce -aún- el valor de la densidad cósmica. Quizás este nuevo telescopio ayude a obtener nuevas mediciones. O permita encontrar rastros de "materia oscura", lo que aumentaría la densidad cósmica. Según algunos astrónomos, esta da cuenta de los 4/5 de la materia total del universo, aunque todavía no se encuentren pruebas de ello.

QUBIC

En sintonía con esta búsqueda, en la puna salteña fue emplazado un telescopio con especificaciones únicas en el mundo. Quince años de trabajo de cientos de científicos internacionales y locales colaborando para concretar este proyecto. Este telescopio -QUBIC- fue construido por partes en laboratorios de Francia, Italia, Irlanda, Inglaterra y Argentina; se ensambló en Francia, y se despachó por barco hasta Buenos Aires. De allí viajó en camión hasta Altos Chorrillos. El telescopio está emplazado en el cerro Vecar, a casi 4.900 metros de altura sobre el nivel del mar y a 22 kilómetros de San Antonio de los Cobres. Este telescopio de microondas busca encontrar rastros de las ondas gravitacionales primordiales que ocurrieron en esos primeros instantes del universo hace 13.800 millones de años; una radiación remanente del universo temprano con características específicas inequívocas. Como las de la vida.

Cada nuevo descubrimiento trae aparejadas nuevas preguntas y muchos otros nuevos interrogantes. La maravilla del saber. Quizás nuestro saber sea como el universo; vacío. Y con una barrera impenetrable más allá de la cual jamás podamos avanzar. Solo aventurar hipótesis y conjeturas. Y no mucho más. Quizás esa explicación que tanto ansiamos juegue a las escondidas y nos eluda. Quizás eludirnos sea la forma de Dios de ocupar su tiempo. ¿Se divertirá?

Nada detiene a la ciencia

La ciencia avanza. Quince años llevó construir el telescopio QUBIC. A pesar de cambios de gobiernos, crisis, pandemia o guerra. El telescopio espacial llevó casi treinta años en su construcción y mucho más de diez mil millones de dólares. A pesar de cambios de gobiernos, la caída del Muro de Berlín y los enormes cambios geopolíticos que le sucedieron, la ciencia avanza. Como avanzaba la construcción de esas enormes catedrales góticas medievales que lo hacían a pesar de las guerras; las invasiones; las epidemias; o los cambios o muerte de los abades de las órdenes religiosas que las impulsaran. A pesar de todo. Incluso a pesar de que la construcción pudiera llevar tres o cinco o siete generaciones de hombres. Lo mismo sucede con la ciencia y con los avances científicos. Avanzan. Indetenibles.

José Ortega y Gasset elucubraba en su "Meditación de la técnica" sobre "la enorme improbabilidad de que se constituyera una «tecnocracia». Por definición, el técnico no puede mandar, dirigir en última instancia. Su papel es magnífico, venerable, pero irremediablemente de segundo plano". ¿Será cierto? ¿Y si no tiene razón? ¿Y si comenzamos a pensar que las nuevas sociedades quizás sí vayan a ser altamente tecnológicas, pero dirigidas por una tecnocracia elitista e irremplazable que avanza a pesar de todos y de todo; mientras la ignorancia -y la dependencia a la tecnología- de todo el mundo aumenta -inexorable- sin cesar?

Quizás debamos repensar algunas certezas tan arraigadas y prepararnos para cambios de paradigmas que podrían ser arrasadores. Un nuevo modelo tecnológico, social y político -y teológico- que avanza, aunque no nos demos cuenta, en el que los propios tecnócratas jueguen a las escondidas de nosotros como lo hace Dios. Por diversión; por ambición o por inevitabilidad.

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