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Milei, Zenón, un solo corazón

Jueves, 23 de febrero de 2023 02:25

Son conocidas las paradojas de Zenón de Elea que "demostraban" que el movimiento era imposible. La más famosa de ellas propone que, si se quiere cubrir un trayecto x, primero hay que recorrer la mitad del recorrido (x/2). Luego la mitad de lo que resta (x/4), luego la otra mitad (x/8) y así, ad-infinitum; de manera tal que nunca se podrá cubrir la totalidad del trayecto. En literatura, Franz Kafka usó este recurso hasta la genialidad.

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Son conocidas las paradojas de Zenón de Elea que "demostraban" que el movimiento era imposible. La más famosa de ellas propone que, si se quiere cubrir un trayecto x, primero hay que recorrer la mitad del recorrido (x/2). Luego la mitad de lo que resta (x/4), luego la otra mitad (x/8) y así, ad-infinitum; de manera tal que nunca se podrá cubrir la totalidad del trayecto. En literatura, Franz Kafka usó este recurso hasta la genialidad.

Para este Zenón -hubo otros- era imposible moverse. Zenón interpretaba la visión de su maestro Parménides quien desafiaba lo que parece evidente: decía que todo cambio es aparente y que el cambio en la naturaleza es sólo una ilusión, un engaño de nuestros sentidos.

En la Grecia presocrática, en el "paso del mito al logos", Parménides veía al ser inmóvil como "principio de todo" o "arjé", mientras que, para Heráclito, ese principio estaba en el movimiento, el cambio. "La guerra es el principio de todas las cosas", decía.

Lo notable de Zenón no es que estuviera equivocado -de seguro todos lo estamos y de varias maneras-, sino que no se molestara en explicar por qué, si él creía que el movimiento era imposible, aun así, las cosas se mueven. "Eppur si muove!" ("Y, sin embargo, se mueve") hubiera murmurado Galileo Galilei frente al inmovilismo. Seguro que, a Galileo, los planteos de Zenón le habrán resultado algo parecido a lo que John Maynard Keynes dijo sobre un libro de Friedrich Hayek: "es uno de los embrollos más espantosos que he leído".

Hayek fue un economista ultraliberal muy defendido en estas latitudes -como Zenón interpretando a Parménides- por Javier Milei; alguien que tampoco intenta explicar sus afirmaciones cada vez más enfáticas y que, en cambio, sólo eleva su voz, se ofusca y se desencaja, e insulta a todos y a todo cuando busca imponer su punto de vista sin oponer argumentos que prueben la validez de su razón. La razón de la fuerza en lugar de la fuerza de la razón.

Una de las mayores torpezas de Hayek la contó hace poco el economista Eduardo Antonelli en estas mismas páginas. En 1930, en una conferencia en Cambridge afirmó que el ahorro debía prevalecer por sobre el consumo. Otro economista le preguntó: "¿Dice usted que, si ahora me compro un abrigo, ampliando mi consumo a expensas de mi ahorro, el PBI caerá?". "En efecto -contestó con soberbia Hayek-, pero hace falta un extenso desarrollo matemático para demostrarlo". Su respuesta ofende por varias razones; por lo categórico de la afirmación sin ofrecer ningún argumento científico que la sostenga y respalde, más en un ámbito académico y debatiendo con otro economista; por la subestimación de su interlocutor, de la audiencia y de la ciencia en general; y por la pereza intelectual que demuestra en un simple arrebato de pretendida superioridad.

Platón, en su obra "Timeo", y unos cien años después que Parménides, propuso a los poliedros regulares como los elementos constitutivos de la materia y los vinculó con los "cinco elementos". Para Platón, el cubo era el elemento constitutivo de la tierra; el tetraedro (una pirámide con cuatro caras triangulares) del fuego; el octaedro el del aire; y el icosaedro (veinte caras iguales) el del agua. Existía un quinto "elemento platónico", el dodecaedro (doce caras iguales) que constituía el "espacio por encima de la luna" que representa al cosmos.

En el diálogo platónico, cuando un interlocutor le pregunta a Sócrates si podían existir más poliedros regulares dijo que no y agregó: "por qué esto es así, sería muy largo de demostrar, pero premiaría a quien lo hiciera". Hayek dio una respuesta similar. No sólo dijo algo sin sustentarlo ni preocuparse por demostrarlo, sino que, además, desafió al resto de sus colegas a probarlo equivocado. Invirtió el peso de la prueba. No importa si lo que digo es correcto o no; pruébeme usted que estoy equivocado.

Milei -fiel discípulo-, actúa de la misma manera. Grita que todo el mundo es casta, sin darse cuenta de que las revoluciones mueren en el mismo instante en el que triunfan. Cuando Milei asumió como diputado nacional comenzó a ser parte de esa misma clase política por la cual muestra tanto odio y tanto desprecio. Para él, todos están equivocados o son corruptos; sólo él tiene la verdad, es impoluto y está libre de toda corrupción. No le da la mano a un senador nacional "porque no se lo merece". ¿Quién es él, acaso, para decidir quién es merecedor o no de la más mínima muestra de respeto en una vida en comunidad? ¿No hay nociones indispensables de civilidad que no debiéramos perder? Milei es un embrollo mental ambulante y un peligro para la democracia. Me pregunto si el ultraliberalismo no exige del totalitarismo para imponerse y prosperar; si no es el huevo de la serpiente.

Tengamos cuidado con la magia que prometen los fascismos. Es hora de comprender que no puede ser motivo de orgullo hacer lo que hizo Robespierre quien, en nombre de la Revolución, salió a cortar cabezas. Milei podría ser -en el mejor de los casos- una solución temporaria a nuestros problemas, pero que sólo puede degenerar en una enfermedad peor. ¿Sabremos entender que eso que pretende mostrarse como una luz allá lejos y al final del túnel es, en realidad, un tren de carga viniendo de frente, repleto a tope, impulsado por dos locomotoras, sin maquinista, sin rieles y sin frenos?

Es un hecho que cuando el hombre quema libros acaba por quemar hombres. Milei busca quemar toda idea y toda institución que se le oponga. No veo otro final diferente a la quema de hombres cuando busque imponer su voluntad si llegara a hacerse del poder.

 

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