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La innovación tecnológica y un nuevo orden global

Domingo, 12 de marzo de 2023 03:04

Desde la invención de la rueda o de la agricultura, la innovación ha jugado un rol decisivo en el devenir histórico. La relación entre la innovación tecnológica y dominación data de siglos y se puede ver, de manera fácil y directa, en dos ejemplos conocidos. El primero, Francisco Pizarro derrotando al Imperio Inca con apenas un puñado de hombres munidos de mosquetes; el segundo, la flota de barcos de vapor al comando del comodoro Matthew Perry gracias a los cuales rompió el aislamiento de Japón y lo obligó a abrirse al comercio. Hoy se puede ver cómo la innovación y la tecnología juegan un papel decisivo -menos conocido- en la guerra entre Ucrania y Rusia.

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Desde la invención de la rueda o de la agricultura, la innovación ha jugado un rol decisivo en el devenir histórico. La relación entre la innovación tecnológica y dominación data de siglos y se puede ver, de manera fácil y directa, en dos ejemplos conocidos. El primero, Francisco Pizarro derrotando al Imperio Inca con apenas un puñado de hombres munidos de mosquetes; el segundo, la flota de barcos de vapor al comando del comodoro Matthew Perry gracias a los cuales rompió el aislamiento de Japón y lo obligó a abrirse al comercio. Hoy se puede ver cómo la innovación y la tecnología juegan un papel decisivo -menos conocido- en la guerra entre Ucrania y Rusia.

Al principio del conflicto pocos dudaban de la supremacía rusa y el consenso internacional era que Kiev caería en un plazo no mayor a semanas. Sin embargo, esto no sucedió. Un año después, Ucrania sigue resistiendo. Mucho tiene que ver la resiliencia, bravura y valentía del pueblo ucraniano. También es fácil observar ahora las debilidades de las fuerzas militares rusas que, a pesar de contar con un presupuesto militar diez veces mayor, o con más del doble de soldados y de pertrechos, sigue sin poder doblegarlos. Y si bien no se puede medir con certeza cuán efectivas resultan las sanciones económicas impuestas a Rusia -hoy el PBI ruso solo cayó el 2%-, si parece razonable asumir que la ayuda militar y económica de Occidente a Ucrania es un factor importante. Ayuda que hay que medirla en términos tecnológicos más que en términos militares o económicos.

Apenas sucedida la invasión, el Estado ucraniano movió toda su información a la nube; si Rusia arrasaba sus ministerios, el Estado podría seguir operando. El Ministerio de Transformación Digital, creado por el presidente Volodímir Zelensky dos años atrás había contemplado esta contingencia, y apenas declarado el conflicto rediseñó su aplicación ciudadana -equivalente a nuestra "Mi Argentina"-, para que fuera una plataforma de recolección de datos para la inteligencia militar permitiendo que todo ciudadano pueda subir fotos e información sobre las unidades militares enemigas a la plataforma. Algoritmos de inteligencia artificial analizan esta información junto con información satelital -provista por Occidente-, y se anticipa a los movimientos rusos a una velocidad nueva para las operaciones bélicas tradicionales.

Con su infraestructura de comunicaciones en riesgo, Ucrania la movió a estaciones en tierra y a satélites Starlink, todo propiedad de la compañía americana SpaceX. Cuando Rusia atacó con drones iraníes; Ucrania adquirió drones provistos de algoritmos de inteligencia artificial diseñados para repeler estos ataques; drones que las fuerzas militares ucranianas tuvieron que aprender a mantener y operar.

En el ancestral lenguaje de la guerra, Ucrania mostró ser más ágil y capaz de adaptarse a las ventajas que da la tecnología más rápido y con mayor efectividad que el ejército ruso. Ucrania, aún superado por el poderío militar nominal ruso, supo moverse a tiempo a un frente donde está resultando ser más poderoso que los rusos; el frente tecnológico.

Eric Smith, en un artículo reciente, define al «poder de la innovación" como "la capacidad de inventar, adoptar y adaptar nuevas tecnologías conforme a las circunstancias". Algo así como si el Imperio Inca hubiera sido capaz de dar con alguna tecnología de defensa que neutralizara los mosquetes españoles; o los japoneses hubieran podido desarrollar torpedos que hubieran hundido los barcos americanos apostados en la Bahía de Edo en 1853.

El poder de innovar

Este "poder de innovación" definirá la geopolítica global en las próximas décadas. En el fondo, nada ha cambiado y esto ha sido siempre así, como lo muestran los ejemplos de Pizarro y de Perry. Lo que quizás fallamos en dimensionar es la velocidad a la que se producen estos cambios.

Lo que está cambiando es la naturaleza misma por la cual suceden los avances científicos. El método científico tradicional -y "lento"-, va siendo reemplazado por un poder computacional masivo coordinado por múltiples capas de redes neuronales y algoritmos de inteligencia artificial nunca vistos. Así, ya hay inteligencias artificiales que desarrollan fármacos y medicinas nuevas a velocidades vertiginosas; otras que prueban métodos de plegado de proteínas que llevaría décadas hacer en laboratorios; u otras que obtienen nuevos materiales y compuestos sintéticos que, otra vez, hubiera llevado décadas desarrollar.

Es fácil predecir que la ciencia mostrará avances inevitables y vertiginosos en los próximos años; algunos incluso más allá de nuestras actuales posibilidades de imaginación. La habilidad para innovar más rápido y mejor -bases del poder militar, económico y cultural- determinarán la forma del nuevo mundo. El rediseño del mundo de la ciencia y de la tecnología, reformulará el mundo del siglo XXI en el proceso.

Ciencia y geopolítica

Mucho se habla de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, aunque poco se dice que la verdadera guerra entre ambos es tecnológica. Por ahora Estados Unidos mantiene la delantera, pero China la sigue de cerca en muchos campos y le lleva la delantera en muchos otros.

Para mostrar algunos ejemplos, solo en la última década China ha invertido más de 10.000 millones de dólares en computación cuántica; tanto sea buscando construir más y mejores equipos, como en desarrollar sistemas de comunicaciones basados en satélites cuánticos. Cuando la computación cuántica sea estándar, todas las comunicaciones generadas por métodos no cuánticos quedarán bajo riesgo de desencriptación. Quien domine primero esta tecnología tendrá una ventaja decisiva sobre el otro.

Otro campo en el que China está trabajando muy activamente por superar a los Estados Unidos es la biología sintética. Hace años que los niveles de inversión chinos en este campo sobrepasan por mucho a los niveles de inversión americanos, y hoy ya hay reportes y ensayos científicos que muestran avances disruptivos y sorprendentes.

En cuanto a la llamada "batalla por los semiconductores" -el cuello de botella de toda la industria mundial-, el gobierno chino ha establecido metas muy agresivas para convertir al país en el líder mundial en la provisión global de chips para el año 2030.

Pero en ningún campo es más clara esta carrera que en la tecnología fundacional del siglo XXI: la inteligencia artificial. En todos los estadios humanos anteriores, desde el vapor a la energía nuclear, la ciencia era disruptiva hasta cierto punto. Se alcanzaba un cierto nivel de ventaja y de superioridad al ser el primero, pero todos podían alcanzar el mismo estadio después. La carrera armamentística nuclear es una prueba de esto. Ahora ya no es así, más que nada por la característica intrínseca de la inteligencia artificial de ser autorrecursiva; autogenerativa. Una vez que se alcanza cierto punto, esto permite nuevos avances en campos científicos vinculados y, a su vez, estos nuevos avances aumentan la velocidad de entrega de la nueva generación de algoritmos inteligentes. Un avión más rápido no produce otro avión más rápido. Un sistema de inteligencia artificial combinado con computadoras más potentes y rápidas sí ayudará a crear sistemas de inteligencia artificial aún más rápidos y eficientes, y más poderosos. Un círculo virtuoso que podría tener como resultado una mejora de resultados permanentes a mayores velocidades.

La inteligencia artificial va a cambiar la naturaleza de la investigación científica y sus métodos. Quizás el propio método científico esté llegando a su fin y estemos en los albores del fin de la ciencia como la conocemos.

La explosión de inteligencia

A modo de comentario al margen. Un ensayo del filósofo sueco Nick Bostrom piensa este camino y se pregunta: "Una vez que las máquinas se equiparen con el ser humano en cuanto a su capacidad de razonamiento general, ¿cuánto tiempo pasará antes de que se alcance la "superinteligencia radical"?, ¿será esta una transición lenta, gradual y prolongada?, ¿o será repentina, explosiva?". La preocupación de fondo de Bostrom es, una vez que esta supremacía ocurra, en décadas tal vez, ¿seremos capaces de controlarla? Después de todo, no se puede soslayar el hecho de que la inteligencia que surja podría ser por completo diferente a la nuestra. Otras preguntas que deberían preocuparnos son: ¿habrá una única «explosión de inteligencia» o podría haber muchas distintas que evolucionen en distintas direcciones; incluso opuestas? ¿El avance será uniforme o podría haber algún proyecto tan adelantado al resto que sea este el que moldee el futuro de la geopolítica global?

No me parece que estemos en condiciones de dar respuesta a ninguna de todas estas preguntas todavía. Sí creo que podemos y que debemos plantearlas. Hoy. No cuando ocurra y podamos haber perdido el control de los sucesos.

Innova o muere

En esta lucha global, América Latina en general y Argentina en particular están fuera del mapa. Si el factor decisivo es el «poder de innovación», ser proveedores de materias primas y de recursos naturales nos pone en el fondo de la cadena nutritiva global. Somos el plancton de los grandes predadores que surcan el mar. Esta es una competencia global donde nosotros, por deficiencias estructurales e incapacidad para pensar en el largo plazo, no tenemos chance alguna de ganar. Menos de moldear el proceso. Tal vez, ni siquiera de participar.

Si la necesidad ha sido el motor de las invenciones, la guerra ha sido siempre el motor de la innovación. El mundo está en guerra; queramos verlo o no. No la guerra convencional sino otra de un estilo distinto. Una donde los avances tecnológicos de los próximos cinco, diez o veinte años definirán la geopolítica global y del mundo en general; tanto como el lugar de cada país en un nuevo orden global. El mantra de Silicon Valley, "innova o muere", no sólo es válido en la industria. Hoy, más que nunca, es válido para todo país.

 

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