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El desarrollo requiere algo más que materia prima

Viernes, 17 de marzo de 2023 02:39

El país atraviesa una crisis macroeconómica que se traduce en inflación, pobreza y estancamiento, en un mundo que evoluciona en un ritmo cada vez más acelerado.

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El país atraviesa una crisis macroeconómica que se traduce en inflación, pobreza y estancamiento, en un mundo que evoluciona en un ritmo cada vez más acelerado.

Lo hace de la mano de la industria tecnológica, la investigación científica y el equilibrio en los términos de intercambio.

Una excelente disertación del ingeniero José Luis Sureda sobre la transición hacia un nuevo orden energético me sugirió algunas consideraciones teniendo en cuenta este contexto histórico y económico en el que nos encontramos.

La exposición se prodigó en datos sobre los grandes negocios hidrocarburíferos del mundo, las tendencias y la disrupción que en todos los ámbitos ha significado la invasión rusa contra Ucrania.

En una segunda parte se refirió al mercado argentino actual, al rol del yacimiento hidrocarburífero de Vaca Muerta y a la importancia de la habilitación del gasoducto Néstor Kirchner. Y, también, al beneficio económico financiero que va a representar para Argentina el autoabastecimiento y la exportación de gas al mundo. Se agregaron además observaciones sobre la producción minera de litio y su significado en divisas.

Simplificando, la luz que los economistas ven en el horizonte se sustenta en petróleo y litio. Una "gallina de los huevos de oro" que puede aliviar, transitoriamente, la falta de divisas. Y es aquí donde deseo detenerme, ya que estamos apostando exclusivamente, una vez más, a la extracción de materias primas de nuestro suelo para construir o "reconstruir" nuestra deteriorada economía, que hoy nos ubica en el grupo de países subdesarrollados con un 40% de pobreza.

En el siglo pasado competimos con Canadá y Australia en la producción agropecuaria, los tres países fueron exitosos. Sin embargo, Canadá y Australia, en base a esa riqueza, consolidaron su institucionalización, aplicaron políticas inteligentes para incorporar valor agregado, sostuvieron la educación pública hasta el presente y hoy son países que no pierden el tren de la historia, en tanto nosotros seguimos transitando el péndulo de la emergencia.

Revisamos el pasado y nos desgastamos en victorias pírricas y en una maraña de ideologías en lugar de unirnos con el bien común como meta. Así nos fue, ocupamos posiciones vergonzosas en los rankings de todo tipo.

Esta amarga descripción sirva para comprender que no basta con divisas abundantes de la minería para poder desarrollar nuestro país en plenitud. Los recursos naturales y las ventajas comparativas deben ser aprovechados con inteligencia para sostener un aparato productivo que evolucione de acuerdo con las exigencias de los tiempos.

Las grandes empresas manejan enormes inversiones y esperan réditos que las justifiquen. Pero si los gobiernos nacional y provinciales no se esmeran en garantizar seguridad jurídica y ofrecer un horizonte atractivo, esos recursos no serán volcados al desarrollo del país.

En consecuencia, seguirán dejando fuera a sectores de menores ingresos, ya excluidos de la sociedad. Lejos de consolidarse el federalismo y la justicia social, seguirá aumentando la pobreza de la mano del clientelismo y la demagogia.

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