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Secuestro de niños, rasgo de las dictaduras

Lunes, 20 de marzo de 2023 02:23

La deportación de miles de niños ucranianos a por lo menos 43 centros de alojamiento en Rusia es un crimen de guerra según el Tribunal Penal Internacional creado por el Tratado de Roma. Este tribunal emitió una orden de detención contra Valdimir Putín y la comisionada de Putin para los Derechos de los Niños, Maria Alekseyevna Lvova-Belova, por su responsabilidad en la deportación forzosa de menores ucranios desde los territorios ocupados a Rusia. Según algunas fuentes occidentales están comprobadas seis mil deportaciones. El gobierno ucraniano identifica a 16.221 menores secuestrados y trasladados para "lavarles en cerebro y convertirlos en ciudadanos rusos".  

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La deportación de miles de niños ucranianos a por lo menos 43 centros de alojamiento en Rusia es un crimen de guerra según el Tribunal Penal Internacional creado por el Tratado de Roma. Este tribunal emitió una orden de detención contra Valdimir Putín y la comisionada de Putin para los Derechos de los Niños, Maria Alekseyevna Lvova-Belova, por su responsabilidad en la deportación forzosa de menores ucranios desde los territorios ocupados a Rusia. Según algunas fuentes occidentales están comprobadas seis mil deportaciones. El gobierno ucraniano identifica a 16.221 menores secuestrados y trasladados para "lavarles en cerebro y convertirlos en ciudadanos rusos".  

Putin ya había retirado en 2020 su reconocimiento del Tratado de Roma, al que por otra parte Rusia nunca había ratificado. La detención de ambos imputados, por ahora, parece remota, porque la única posibilidad de que esto ocurra se daría si visitaran algún país que adhiere al Tratado. Esa visita no va a ocurrir. 

Rusia desconoce al Tribunal pero no niega los traslados forzosos. Lvova -Belova los reconoció y justificó, a su manera, apelando a una ironía: "Es muy bueno que la comunidad internacional haya valorado el trabajo para ayudar a los niños de 'nuestro país' (Moscú ya anexionó cuatro regiones ucranias ocupadas de forma ilegal), que no los dejemos en las zonas de guerra, que los saquemos, que les generemos buenas condiciones, que los rodeemos de amor, gente afectuosa". 

Maria Alekseyevna Lvova - Belova es una fundamentalista ortodoxa, fiel a los lineamientos de la Iglesia rusa que dirige el influyente patriarca Kirill, uno de los ideólogos del antieuropeísmo y el expansionismo de Putin. Con su esposo, sacerdote ortodoxo, tienen varios hijos de sangre, adoptados o menores en tránsito. Ella misma reveló que adoptaron a un adolescente ucraniano originario de Mariúpol.

Nada es improvisado. Los menores ucranianos desplazados por la guerra son alrededor de 300.000. Según EEUU, se estima que hay 43 centros de reeducación en el Mar Negro, Crimea, Moscú, incluso en Siberia y en la costa del océano Pacífico. 

En septiembre Putin aceleró por decreto el proceso para otorgar la ciudadanía rusa a estos niños y para que sean entregados cuanto antes a familias que los "rusifiquen". En sus discursos, el presidente virtualmente vitalicio y formado en los servicios de inteligencia soviéticos exalta los esfuerzos sistemáticos de reeducación de los niños ucranianos.

No lo ocultan de ningún modo: la misma comisionada por los derechos de los niños se muestra sonriente ante la prensa oficialista, rodeada de los menores secuestrados en Ucrania. Para ellos es una política de Estado legitimada por la versión oficial de la historia. 

El 20 de febrero, el encargado de Negocios de Ucrania en Buenos Aires, Sergiy Nebrat, lo explicó con nitidez. "Putin es el Hitler del siglo XXI. Quiere recrear la Unión Soviética 2.0. El quería tomar rápidamente Ucrania para luego avanzar sobre Moldavia, Georgia, los Países Bálticos y Polonia", dijo el diplomático a la agencia Telam.

Los hechos históricos tienen similitudes, pero nunca son iguales. Una línea de continuidad parece recorrer el autoritarismo de los zares y la experiencia soviética; de esa historia extrae Putín los fundamentos para su objetivo de una Rusia imperial. Como Nicolás II, el último zar de Rusia, tuvo al monje esotérico Grigori Yefimovich, Rasputín, como una suerte de apoyo espiritual, Putin cuenta con el apoyo del patriarca Kirill,el jefe de la iglesia nacional, que no es un cortesano intrigante sino un líder político visceralmente antieuropeo. Un apóstol del mesianismo rusificador influyente (al menos en Moscú).

El presidente ruso sabe que las comparaciones son odiosas, pero sobre todo que lo dejan muy mal parado. Por eso prohibió que se compare al soviético Iosip Stalin con el alemán Adolph Hitler. Los campos de concentración y los centros de exterminio fueron métodos de ambos, cuando eran socios en la invasión a Polonia y los países bálticos y luego cuando fueron enemigos en los últimos cuatro años de la segunda guerra mundial. Hitler tiene muy mala prensa y Putin sabe que el suyo es el perfil de un Stalin ploteado y sostenido por una elite mafiosa.

El historiador polaco Krzysztof Ruchniewicz, consultado por la agencia alemana DW, señaló que "la Alemania de Hitler y la URSS de Stalin eran estados totalitarios. Aunque sus ideologías difirieran. En ambas dictaduras, personas o grupos identificados como hostiles o indeseables eran exterminados". Y sobre la "cancelación" de la historia que impone Putin, agregó: "Como en Rusia se sigue prestando mucha atención a la llamada 'Gran Guerra Patria', Putin hace pasar deliberadamente a un segundo plano los hechos incómodos".

El secuestro de niños es característico de las dictaduras revisionistas, como la Rusia de Putín, racistas, como el Tercer Reich, o con pretensiones restauradoras de un orden pretérito e imaginario, como la que encabezó Jorge Rafael Videla en 1976. Por eso, este -también en nombre de los valores cristianos- privó de identidad a centenares de niños nacidos en campos de exterminio.

En todos los casos se trata de crímenes de guerra, tal como lo califico el Tribunal Penal Internacional. Es lógico que Putin desconozca su autoridad. También Hitler hubiera desconocido al Tribunal de Nüremberg. Los nazis, como ahora Maria Alekseyevna Lvova - Belova , siempre reivindicaron el despotismo como una obra patriótica.

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