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El riesgo de la ilusión mesiánica

Jueves, 23 de marzo de 2023 02:24

¿Dónde está la razón y el origen de gobiernos que han ido demoliendo una nación que se caracterizó por su amor a la patria y a sus orígenes, por el empeño en el progreso personal y colectivo? ¿De un argentino que procuraba trascender en la prosperidad de sus hijos y convivía con el vecino en la paz de un barrio y un pueblo de puertas abiertas, que desconocía las rejas? ¿De un país distante de las guerras, una especie de gran aldea en la que despuntaban ingenios, talentos de inteligencia superior, multitud de hombres y mujeres comunes que conformaban una clase media pacífica, laboriosa, amante de una vida sosegada, que hundía sus manos en la tierra y en el trabajo elemental de cada día, con la fe en su propia aptitud y la vocación por un crecimiento personal, que honraba el mérito y desechaba por indigna la dádiva de un estado tutor esclavizante? ¿De un país con una escuela pública de excelencia que educaba sin avasallar las mentes infantiles?

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¿Dónde está la razón y el origen de gobiernos que han ido demoliendo una nación que se caracterizó por su amor a la patria y a sus orígenes, por el empeño en el progreso personal y colectivo? ¿De un argentino que procuraba trascender en la prosperidad de sus hijos y convivía con el vecino en la paz de un barrio y un pueblo de puertas abiertas, que desconocía las rejas? ¿De un país distante de las guerras, una especie de gran aldea en la que despuntaban ingenios, talentos de inteligencia superior, multitud de hombres y mujeres comunes que conformaban una clase media pacífica, laboriosa, amante de una vida sosegada, que hundía sus manos en la tierra y en el trabajo elemental de cada día, con la fe en su propia aptitud y la vocación por un crecimiento personal, que honraba el mérito y desechaba por indigna la dádiva de un estado tutor esclavizante? ¿De un país con una escuela pública de excelencia que educaba sin avasallar las mentes infantiles?

Sí, claro que el origen de esos gobiernos, que arrasaron con los valores de una Argentina honorable y floreciente, no puede hallarse sino en la expectativa de un elector que, al poner su voto, sólo busca la figura de un "salvador" a quien no conoce salvo por la fantasía de un discurso que trafica el mesianismo.

Pero la caprichosa reincidencia, que linda con una torpeza inconcebible, alucinante, debe alentarlos hoy ante la posibilidad de un nuevo fracaso, que anunciaría la definitiva devastación de un país que parecía haber nacido para la grandiosidad y el esplendor. Porque no debe repetirse el último desatino que la ofuscación produjo, arrastrándonos al borde de un abismo, en el que podremos caer si reiteramos tamaña temeridad.

Porque después de tres gobiernos del régimen kirchnerista, que se vanaglorió de la ostentación de la mentira y el relato fantasioso, en el que Alemania nos supera en la pobreza y los países del mundo admiran nuestro desarrollo económico sólo aventajado por China; que retrasó el entendimiento y lastimó la mente de los niños y los jóvenes, en una especie de incultura programada; que cedió soberanía a un estado totalitario y se ufanó en ofrecer la puerta de entrada a Sudamérica a otro; que despreció con la arrogancia del déspota la sumisión a la Constitución y el respeto a la autoridad de los otros dos poderes, llegando a alzarse arrogante y descarado ante el único y auténtico intérprete de la ley, al extremo nunca visto ni imaginado de pretender apartar de su cargo a los máximos jueces de la Nación, sancionando la "arbitrariedad" de no haber decidido de conformidad con los intereses del gobierno y los aprietos procesales de algunos de sus miembros; que despreció las calamidades de la pobreza extrema y la indigencia, las que utilizó, junto a sustentar la ignorancia para afianzar su poder, mediante el oprobio del engaño para un servilismo solapado y ladino; que además castigó a la producción y a la clase media laboriosa con cargas tributarias exorbitantes; que se alineó con cuanto poder autoritario se emplaza en el mundo; que atribuyó cuanta calamidad resultó de su ineptitud, a sectores, poderes y agentes extraños, sin responder por sus desatinos, su insensatez y su temeridad.

Pero ¿cuál ha sido entonces, la razón que motivó una vez más y con la gravedad de una situación extrema jamás conocida, que luego de dos gobiernos kirchneristas, una mayoría de ciudadanos decidiera con su voto, alfombrar el camino a la Casa Rosada a quienes produjeron semejante calamidad? Advierto dos carriles por donde transitó tal desatino: por un lado, la explicable y hasta justificable decisión de ese sector doliente del sometimiento solapado que perturba el entendimiento hasta la irracionalidad del fanatismo. Por otro, la ansiedad de una clase media, motorizada por la irritación y el disgusto, nacidos de la carga de soportar sucesivos fracasos, que generó una intolerancia convertida en la tozudez del infante que le pega a la mesa con la que se golpeó. Alfredo Casero lo definió con agudeza en dos palabras, que simbolizaron el quiero lo mejor y ya: "quiero flan". Y entonces, al enfrentar la urna, quiso desquitarse mediante un voto castigo, sin pensar que abría la puerta, otra vez, al regreso de la corrupción, la ineptitud y la prepotencia.

Y ese sentimiento del enojo podría volver a tender nuevamente la alfombra hacia el fracaso, si ahora el disgusto, que ha llegado a la exasperación generalizada y el enfurecimiento de una juventud que no tolera la obstrucción al desarrollo de sus energías, sus talentos y sus sueños, cayera en el error de deslumbrarse con los cantos de sirena, de flamantes mesías que saben traficar con la cólera de una sociedad mortificada.

Esos intrigantes que tienen la habilidad de medrar en el infortunio general, creando la idea de un gran enemigo común al que se enfrenta calificándolo con algún epíteto insultante como "la casta", frente a la cual se ubica y se confronta como la excepción que denuncia y acusa, el canonizado y glorificado por el destino, consagrado para liderar la lucha contra la totalidad de un sistema desquiciado.

¿Que si tiene experiencia acreditada en la administración de los intereses públicos? Ni falta que hace, cuando quienes la poseían y pretendieron acabar con la ineptitud y el latrocinio, fracasaron por no dejar de cometer errores y, por ello mismo, son pasibles de ser incorporados a la categoría de "la casta".

Tampoco importa para el ávido de un mesías salvador, la astucia de crear un nuevo método de comprar votos, a través de la "generosa" donación de su dieta, aunque, eso sí, ofreciéndola en un sorteo nacional, que acompaña el atractivo de una gratificación en medio de la escasez generalizada.

La gravedad de esa posibilidad, consiste en que, a pesar de estar lejos de acceder al poder, el mesías habrá de restar votos a quienes suelen errar sin corromperse, generando la probabilidad de ser conquistado nuevamente por el absolutismo devastador. Quiera Dios que en el próximo comicio, no se repita el enojo del infante que castiga golpeando la mesa.

 

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