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Los narcos no han ganado

Jueves, 09 de marzo de 2023 02:50

El ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, dijo sobre Rosario -con esa total carencia de empatía y de sensibilidad que lo hace tan único-: "Los narcos han ganado. Hace 20 años que estamos en esta situación". Rosario, una ciudad que comienza a ser un espejo de Medellín; el comienzo de la violencia narco en Colombia en la década de los ochenta.

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El ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, dijo sobre Rosario -con esa total carencia de empatía y de sensibilidad que lo hace tan único-: "Los narcos han ganado. Hace 20 años que estamos en esta situación". Rosario, una ciudad que comienza a ser un espejo de Medellín; el comienzo de la violencia narco en Colombia en la década de los ochenta.

Este funcionario había dicho el 13 de octubre de 2015, como jefe de Gabinete de otro gobierno kirchnerista, y minimizando el problema: "Argentina 'es país de tránsito' de la droga". Alguien que estuvo en los más altos cargos nacionales con responsabilidad en el tema por más de doce años de los veinte que menciona.

El tema necesita de miradas lúcidas y abarcativas, no de banalizaciones inconducentes.

La droga es una calamidad sin igual y presenta una complejidad enorme. En la base de la pirámide de sus estructuras, la consigna "plata o plomo" que mueve a sus soldados erosiona todo. Destruye el tejido social, institucional, laboral, educativo y sanitario; siendo transversal a todas estas dimensiones. Somete a la sociedad a una violencia y a un miedo paralizante y, cuando no se enfrenta, nos deja como rehenes de una situación cuyo único derrotero es la espiralización y una mayor violencia.

Una banda comienza con armas blancas; otra gana el territorio con armas de fuego. Unos adquieren armas semiautomáticas; los otros automáticas. Unos se cubren con chalecos antibalas; los otros adquieren balas perforantes. Los balazos que se hicieron a cara descubierta y ante la indolente mirada de las cámaras de vigilancia perforaron puertas blindadas. Ante esto, el ciudadano de a pie no puede hacer nada. Cuando las empresas honestas y los negocios vencidos se alejan ante la presencia de sicarios y de bandas paramilitares cada vez más sofisticadas que se mueven con desparpajo e impunidad y cobran "peajes"; los chicos quedan presos en una situación donde la única "salida laboral" es comenzando como soldados para esas mismas bandas. Sin herramientas educativas, se cierran casi todos los otros caminos posibles y la base de la pirámide se extiende.

En las partes medias y altas de esta pirámide social, el dinero de la droga pudre todo lo que toca. Penetra y corrompe los estamentos políticos, judiciales, empresarios y sociales; comprando la impunidad que necesita para el despliegue de la violencia y para la legitimización del dinero sangriento.

En el final del proceso la droga se apodera de la política y de las instituciones democráticas y estatales. Sin control, sin freno y sin límite; se extienden como un cáncer hasta dominarlo todo. En el extremo, el Estado puede devenir en un narcoestado. En Latinoamérica hay cinco casos que permiten ver estas situaciones: Panamá, Colombia, México, Cuba y Venezuela. En los años sesenta, Fidel Castro declaró que "las drogas serían un arma decisiva en la lucha contra las democracias de Occidente". Todos conocemos el horror que vivió Colombia y el que sufre México. En Panamá, Noriega ha sido el único expresidente latinoamericano acusado, de manera directa y formal, por sus nexos con el narcotráfico. Y, en los últimos años, el término se usa con frecuencia para referirse a Venezuela, sobre todo después de la detención de los sobrinos de Nicolás Maduro, hoy condenados a 18 años de prisión.

El tema es grave y complejo. No se resuelve en quince días como aseguró con cinismo Sergio Berni. Tampoco apelando a los individuos a "ayudar al desarme", como propuso la anterior ministro de Seguridad, la antropóloga Sabina Frederic. Esto es algo tan irracional como erróneo. La seguridad es una tarea indelegable del Estado, no de los individuos. No podemos permitir que se sigan banalizando el tema, los argumentos y las discusiones. Las opiniones mediáticas vacías de todo contenido y realidad no sirven ni ayudan a resolver nada.

En lo personal, no creo que los narcos hayan ganado. ¿O acaso estamos legitimando su victoria -de hecho- dándonos por vencidos sin combatirlos?

Sun Tzu enseña, en "El arte de la guerra": "Ganar cien victorias en cien batallas no es la suma de las habilidades. Ganarle al enemigo sin luchar es la suma de las habilidades". En otro párrafo agrega: "Tu fin es tomar todo -bajo el cielo- intactamente. Así tus tropas no se desgastan y tus ganancias serán completas. Este es el arte de la estrategia ofensiva". Aníbal Fernández, con su frase, lo entrega todo sin pelear. "Los narcos han ganado". Casi sin pelear lo obtienen todo. Todo -bajo el cielo- intacto; entregado sin resistencia y con una total sumisión. No podemos convalidar una frase que esconde un enanismo moral tan avasallante como colosal. Menos aceptar su perversión.

"Algo habrá que hacer", dice el presidente de la Nación, perdido y superado por los acontecimientos; como es habitual en él. En su total desconcierto agrega, "hay que hacer algo más, porque los rosarinos son también argentinos". Singular descubrimiento. "Debemos hacer algo más", digo yo, porque todos los argentinos somos argentinos y todos los argentinos nos merecemos un país y un destino mejor. Que no es este ni tampoco es el lugar al que nos dirigimos, ciegos y cegados. El mal ocurre cuando los hombres buenos no hacen nada por evitarlo. Los narcos no han ganado. Aún queda mucho -mucho- por hacer. Hagámoslo.

 

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