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“A los 13, cuando me lo contaron lo viví como una gran injusticia”

Integra el colectivo de Historia Desobedientes, personas cuyos padres han sido acusados e incluso condenados por delitos contra los derechos humanos cometidos durante el último régimen de facto (1976-1983). 
Viernes, 24 de noviembre de 2017 00:00

Es hija del excomisario Enrique Morales (fallecido), denunciado por varios delitos de lesa humanidad en hechos ocurridos en Libertador General San Martín y San Pedro de Jujuy en 1976/77.

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Es hija del excomisario Enrique Morales (fallecido), denunciado por varios delitos de lesa humanidad en hechos ocurridos en Libertador General San Martín y San Pedro de Jujuy en 1976/77.

-¿Cómo se acercó o conectó con este colectivo?

-Sí, el grupo es nuevo, y se hace más público cuando salió el 2x1. Ellos ya venían trabajando. Tenemos la esperanza que otros parientes se sumen, que aporten y mantengan viva la memoria. Estoy en contacto con el hermano de un genocida que está en Alemania. Hay gente que murieron los padres, como el caso de Pablo Berna, cuyo padre era anestesista en los vuelos de la muerte. El presentó el proyecto en el Congreso para modificar el Código Procesal en caso de delitos de lesa humanidad y familiares puedan denunciar. También hay chicas del Dr K que tienen a los padres presos con pena y mandaron apoyo a este colectivo.

El 5° juicio por delitos de lesa humanidad investiga la detención de 5 personas en 3 operativos en San Pedro entre 1976 y 1977 .

 

-Ustedes tienen historias particulares. ¿Cómo fue en su caso?

- Sí, son diferentes y cada uno fue haciendo un proceso. Yo vivo hace 28 años en Alemania, cerca de Nuremberg, y doy clases de español y organizo eventos. Estudié en Buenos Aires y conocí a mi esposo y nos fuimos a vivir allí.

 

-En Jujuy se está desarrollando el quinto juicio de lesa humanidad que está en su etapa final, y hay un tío suyo imputado. Además su padre fue comisario en San Pedro.

-Mi padre murió hace diez años, era comisario principal, era jefe de la Policía de San Pedro de la N§ 9, en 1976 fue jefe de Gobierno en San Pedro. También fue jefe del Servicio de Inteligencia de Jujuy.

 

-En ese tiempo, ¿Usted cuántos años tenía y observaba algo diferente o anormal en su núcleo familiar?

-Yo tenía 13 años, mis padres se separaron cuando era muy chica y yo vivía en San Salvador. En las vacaciones iba a visitar a mi padre y me quedaba en la casa de los hermanos de él, porque mi padre tenía otra familia. Hoy cuando miro para atrás veo que había cosas irregulares; es lo que a mí me movilizó durante años. Me llevó a distanciamientos familiares. A los 13 años en una fiesta familiar, mi padre me presenta una novia joven de 18 años. En un momento de ese asado, esta persona que se llama Jenny (Aquin Exeni, víctima del quinto juicio que se desarrolla en la provincia) se acerca, le pregunto dónde conoció a mi padre. Y me cuenta que la habían detenido junto a otras personas, que las habían torturado y me mostró hematomas en los senos. Me dijo que la dejaron tan mal que fue a parar al hospital. Y que después ellos empezaron una relación. Eso fue en el 1976/77 en ese verano y meses más tarde vuelvo de nuevo a San Pedro. Me la encuentro a Jenny en la calle y me cuenta que estaba embarazada y por el cálculo el chico nacería entre octubre/noviembre de 1977, y perdí rastro, no volví a saber nada de ella. Después la familia de mi padre me dijo que ella había dado al chico en adopción y se había ido. Yo nunca les conté lo que ella me había contado. Eso fue un secreto y que no tenía que contárselo a nadie. Cuando tenía 19 años, yo volví a preguntarle a mi padre por ella, en una discusión donde yo había dicho algo a favor de las Madres de Plaza de Mayo, eran principios de la democracia, yo vivía en Buenos Aires y estudiaba Letras. En esa discusión, él me dijo que esas eran unas viejas locas, y que de todo lo que él había hecho estaba muy orgulloso y que no tenía dudas en volverlo a hacer. Entonces le pregunté por Jenny y no me dijo nada, y se burló. Esa discusión implicó que le grite ­asesino!, no había nada que hablar y estuvo prácticamente 12 años sin hablarme. Después yo lo vuelvo a contactar y no pregunté más. Mientras estaba en Buenos Aires, yo la busqué en listas a Jenny, pregunté a algunas personas, ella me había contado que tenía parientes en Salta; pero nadie me pudo responder. Durante ese tiempo hasta hace 10 años, pensé que Jenny estaba desaparecida, y que ese no era su nombre, más el silencio que nadie decía nada.

 

-Se volvió a comunicar con su padre?

-Muere mi padre, me entero por mi familia materna que se entera por los diarios. Llamé para saber, me pasaron el teléfono de un medio hermano mío, son varios, y me dio uno de un chico yo pregunté quién era, y me dijeron que era el hijo de Jenny. Eso fue una alegría. Fue en agosto y en febrero, pasaron como 30 años, me encuentro con Jenny y su hijo en San Salvador. Es decir estuvieron todo el tiempo ahí. Ella me vuelve a contar lo mismo que me contó cuando yo tenía 13 años. Le dije por qué no denunciaba lo que había pasado, me dijo que temía que no la tomen en serio por el hecho de haber tenido una relación con un represor. Entonces le dije que si era posible, yo iba a ser su testigo.

 

-Esto de denunciar contra su padre, ¿cómo procesó la decisión?

-Es toda una mezcla, si bien cuando era chica no tenía conciencia de lo político a los 13 años cuando Jenny me contó, yo lo viví como una gran injusticia.

 

-¿Su padre cómo era con ustedes?

-Era un tipo "normal", había ausencia de padre, no se ocupaba de buscarme. Me acuerdo que en una oportunidad de esos veranos entré a la Comisaría 9§, y ví en un galpón entre 8 o 12 personas paradas en fila. Estaba oscurecido el galpón y esas personas tenían las caras iluminadas y no podían ver al que estaban al frente. Le pregunté y me dijo que eran estudiantes. También me acuerdo que dormía la siesta con un revolver al lado, como si fuera un médico que en cualquier momento lo llamarían para algo.

 

-¿Tiene otro recuerdo como relevante sobre su padre?

-Recuerdo que me regaló una radio portátil turquesa fuerte, no era nueva, era usada. Me había dicho que era un objeto de un allanamiento. Cuando estuve en la exEsma estuve en una sala donde hablaron que se guardaban como botines de guerra estos objetos y me acordé de la radio. También recordé el maletín que lo saqué un par de veces y me retaron, allí habían aerosoles para cambiar el color de pelo, patillas, bigotes para cambiar la fisonomía, para camuflarse. A mi padre nunca lo vi de uniforme, siempre andaba de civil y nunca estaba solo.

 

-Desenredar esos recuerdos debe ser duro y difícil...

-Sí después te vas dando cuenta. Es muy valioso para mi haber leído los testimonios de la exhija de Etchecolatz, o las historias de la gente que está en el colectivo, eso te ayuda mucho a ver cosas que no eran normales. Me contacté con una bibliotecaria para que me seleccione libros sobre hijos de nazis. Para mi sorpresa hoy se escribe más, hubo años de silencio y hoy son los nietos los que están buscando las historias de sus abuelos. Eso es lo nuevo, inédito del colectivo de hijos de genocidas en Buenos Aires.

 

-Es un resurgimiento o un repensar, sin perder la memoria, hilar las historias y que a veces no llegan a la Justicia...

-Hay un hecho concreto porque el 7 de noviembre presentaron un proyecto para que se reforme el Código Procesal, para que en caso de lesa humanidad, los hijos puedan denunciar a los padres. En Alemania está penado negar el Holocausto.

 

-¿Hoy se encuentra en un espacio que necesitaba para reconstruirse, quizás?

-Sí para hacer un aporte, puedo hablar de un alivio y un deber. Tengo varios medios hermanos, mi padre tuvo varios hijos con varias mujeres, la postura de ellos frente a ésto se la respeto, porque cada uno tuvo una relación diferente con mi padre y con valores diferentes.

El alegato de la querella es el 4 de diciembre, seguirá la fiscalía y luego la defensa. La sentencia se conocerá en febrero.

 

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