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La pobreza, la gran deuda en estos 40 años de democracia

Domingo, 01 de octubre de 2023 02:35

El drama de la pobreza se profundiza. La sociedad está anestesiada mientras la inflación voraz le restringe cada vez más el acceso a bienes y servicios básicos. A cuatro de cada diez argentinos no les alcanza el dinero para vivir dignamente. Muchas de esas personas cumplieron con el proceso que décadas atrás garantizaba ingresar o permanecer en la clase media. Estudiaron, cursaron una carrera de grado y tienen un trabajo. No obstante, su economía es muy frágil y padecen el pago del alquiler o las compras en el supermercado.

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El drama de la pobreza se profundiza. La sociedad está anestesiada mientras la inflación voraz le restringe cada vez más el acceso a bienes y servicios básicos. A cuatro de cada diez argentinos no les alcanza el dinero para vivir dignamente. Muchas de esas personas cumplieron con el proceso que décadas atrás garantizaba ingresar o permanecer en la clase media. Estudiaron, cursaron una carrera de grado y tienen un trabajo. No obstante, su economía es muy frágil y padecen el pago del alquiler o las compras en el supermercado.

Para gran parte de la población, el sueño de la casa propia ya no es posible, y solo les queda esperar por la adjudicación de una vivienda social.

El letargo en resolver la pobreza tiene un impacto en estas y futuras generaciones. Si se pone el foco en la infancia, la falta de recursos afecta a seis de cada diez niños menores de 14 años. Para ellos hay menores oportunidades para el desarrollo personal y profesional. El Gobierno, no obstante, sigue con un agenda política superficial. Se debate la coyuntura y no el núcleo ni la matriz del país que queremos. Argentina hace más de doce años que no crece. Y las autoridades solo tienen la mirada en el cortoplacismo y en discusiones estériles.

Mientras no se fomente un crecimiento económico sostenido del sector privado, el Gobierno se dedicará a engrosar los listados de planes sociales, sacará más bonos para los trabajadores y jubilados y créditos a larguísimo plazo para comprar bienes que antes se podían adquirir con financiamiento en menos de un año sin que eso implicara un fuerte recorte en el presupuesto familiar.

La gran deuda de la política en estos cuarenta años de democracia es claramente la pobreza. Ningún gobierno pudo poner en marcha un programa serio para reducirla en forma sostenida. Algunos, incluso, la ocultaron, como en los primeros años kirchernistas, con números ficticios del Indec de aquel entonces y otros, como el macrismo, la minimizaron diciendo que se resolvería en pocos meses. Los presidentes anteriores tampoco dieron en la tecla. El elevado nivel de pobreza tiene que interpelar a todos aquellos que tienen responsabilidad política, económica y social. Argentina debe torcer el rumbo. Por eso necesita modernizarse.

Desde hace años impera un cambio de regulación laboral. Pero los legisladores miran para otro lado. No hay que ir muy lejos para ver que países como Brasil entendieron que no puede haber un freno en medio de una sociedad totalmente dinámica, con otras lógicas laborales y contractuales. Los empresarios argentinos hicieron notar que Argentina requiere ir por ese camino.

La necedad de los sindicalistas contribuye a que los trabajadores se sigan empobreciendo o que solo tengan oportunidades en el mercado informal. De nada sirven viejos discursos cuando el sistema productivo se hace más eficiente con la tecnología.

En la agenda contra la pobreza, la educación debe ser central. Mientras permanezcan las marcadas diferencias entre escuelas con más recursos y más días de clases con otras llenas de carencias y días perdidos por los paros, no habrá una transformación ni mucho menos la anhelada igualdad de oportunidades. Ni hablar de los contenidos ni de la forma en que se enseña. En la era de la inteligencia artificial y la economía del conocimiento, muchos chicos aún aprenden mirando el pizarrón. Eso también es un signo de una pobreza desde una óptica más amplia.

El despegue productivo es otro camino a seguir. Para ello debe existir un consenso firme, un Congreso que salga de las banalidades electorales y acompañe con un plexo normativo que garantice seguridad jurídica para los inversores.

En diciembre asumirá un nuevo Gobierno. Más allá de atender la maraña macroeconómica y fiscal, debe instrumentar un programa multidimensional para evitar que más argentinos queden condenados a vivir solo el día a día y cada vez más en peores condiciones.

El contraste es escandaloso. En un país donde abundan los recursos naturales, las oportunidades están diezmadas; familias sin posibilidades de progresar y hacer crecer el país. Los ciudadanos debemos exigir que nos expliquen que harán para bajar la pobreza.

La sociedad no tiene margen para otra decepción.

 

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