Argentina atraviesa uno de sus momentos económicos más críticos en décadas. El proceso inflacionario no tiene techo y las proyecciones son más que alarmantes para lo que queda del año. El factor político cae con peso y genera mucho más incertidumbre. El país tiene elecciones generales el 22 de octubre de este año y el 10 de diciembre empieza una nueva etapa. Y, sea quien sea, el cambio debe ser contundente.
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Argentina atraviesa uno de sus momentos económicos más críticos en décadas. El proceso inflacionario no tiene techo y las proyecciones son más que alarmantes para lo que queda del año. El factor político cae con peso y genera mucho más incertidumbre. El país tiene elecciones generales el 22 de octubre de este año y el 10 de diciembre empieza una nueva etapa. Y, sea quien sea, el cambio debe ser contundente.
Hoy son tres los candidatos que tienen algunas posibilidades tras el resultado de las PASO del 13 de agosto, uno más que otro. No se descarta que haya segunda vuelta, pero una lectura más profunda establece que la naciente configuración tendrá no solo nuevos liderazgos, sino también otro tablero de coaliciones, con tres sectores bien diferenciados.
Argentina no solo tiene una convulsión doméstica con una fuerte caída del poder adquisitivo de la población en general, que incluye a trabajadores, jubilados, empresarios y beneficiarios de planes sociales; sino también graves pasivos y compromisos externos. Más allá de que el kirchnerismo reniegue en lo discursivo del Fondo Monetario Internacional (FMI), nadie en su sano niega que el vínculo debe perdurar.
En este contexto, con varios tipos de cambio, con un Banco Central con flojas reservas, una inflación que podría llegar 180 por ciento este año, con pesos que no valen nada y con un Estado que sigue gastando más de lo que recauda, hay personas que siguen apostando al país.
Por eso, El Tribuno, en el marco del ciclo Hablemos de lo que viene: Semana de la Industria, convocó a los referentes del sector, empresarios de otros rubros, funcionarios, académicos y dirigentes de instituciones para analizar al acuciante coyuntura y los desafíos que tendrán los próximos meses con un cambio de gobierno.
El jueves en el Centro de Convenciones de Limache se escucharon tres exposiciones. La moderación estuvo a cargo del economista Lucas Dapena. Carlos Pérez, también economista, puso en agenda una vez más el término "pesada herencia". Sin dar vueltas, sostuvo que la situación está tan deteriorada que "ya no se trata de llegar sino de no explotar". Todo esto en una Argentina en estanflación.
La politóloga Florencia Filadoro explicó los resultados de las PASO, las perspectivas para el peronismo y para Juntos por el Cambio ante el lugar que logró La Libertad Avanza, que impulsa la candidatura de Javier Milei.
Martín Rappallini, presidente de la Unión Industrial de la Provincia de Buenos Aires, dijo que el país tiene que encarar un nuevo modelo productivo y de desarrollo. Instó a no mirar a países lejanos, sino a Brasil que encaró profundas reformas que hoy le abren un abanico de oportunidades. Destacó todos los recursos y el capital humano que tiene Argentina para poder crecer.
Justamente, la industria, uno de los principales motores del desarrollo y crecimiento de un Estado, padece con crudeza los desbarajustes macroeconómicos, las arcaicas leyes laborales y un sinfín de políticas antiproductivas y antiexportadoras. Ni hablar de los problemas de logística que afectan a los proyectos agrícolas o manufactureros del interior.
La minería y las energías renovables aparecen como una especia de "salvavidas", pero una provincia como Salta, con tanto potencial y recursos, no puede solo enfocarse en eso. Más allá de la cuestión económica y política, el sector industrial requiere un plan a largo plazo, que permita de una vez por todas el anhelado despegue.