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La universidad y la libertad

Miércoles, 08 de mayo de 2024 02:06

La movilización masiva en defensa de la universidad pública fue la eclosión colectiva de un sentimiento profundo, arraigado en la cultura argentina.

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La movilización masiva en defensa de la universidad pública fue la eclosión colectiva de un sentimiento profundo, arraigado en la cultura argentina.

La historia política nos enseña que cuando la ideología se transforma en dogmatismo, el diálogo en vanidad de los intelectuales y la polarización en el arte de gobernar emerge la memoria plural de los pueblos.

Como "la brasa bajo la ceniza", al soplo de la sociedad la memoria surge a la luz pública, reclamando libertad y democracia.

La razón de ser de la universidad – la brasa encendida – es la pluralidad de ideas, la libertad de cátedra, el cogobierno de docentes, estudiantes, egresados y no docentes, la autonomía de la universidad para pensar en libertad, y la autarquía para administrar su presupuesto.

La universidad debe cultivar el pensamiento libre, porque sólo así puede crecer una sociedad en libertad.

La afirmación sobre "el adoctrinamiento" en la universidad es arbitraria, contradictoria con la pluralidad de las ideas. Es ingenuo pensar que en la universidad argentina los alumnos son tan fácilmente maleables. Pero, sobre todo, se trata de una denuncia falsa, porque la autonomía no implica promover ideas independientes del proyecto de país, ni funcionar al margen de las autoridades instituidas democráticamente, ni vedar la discusión pública para discutir sobre su misión y sus objetivos en el Siglo XXl. Esta aseveración enrarece el clima de la convivencia política en la universidad reformista y cuestiona la libertad de cátedra, la autonomía y la extensión universitaria, que constituyen su esencia.

La educación, un bien público

La convocatoria que el 23 de abril reunió a cientos de miles de personas en defensa de la universidad pública combina valores y principios que catalizan la memoria colectiva: la educación como un bien público no debe ser inmolada en el altar de ninguna ideología. Su historia y legitimidad social así lo manifiestan.

Decimos historia, porque hablamos de la universidad que se prohijó en los principios de la Reforma Universitaria de 1918, la de Deodoro Roca, Alejandro Korn, Ismael Bordabehere, Enrique Barros, entre otros. Decimos legitimidad social, porque es la universidad de los estudiantes del Cordobazo, la universidad que sufrió la desaparición y muerte de estudiantes y profesores en el golpe cívico militar del ´76, y la que retorno a la democracia universitaria en ´83.

En su devenir histórico, la comunidad universitaria debió sortear el intento de suspender el cogobierno, en la década del ´40, con los gobiernos peronistas que la intervinieron; reivindicada en la década del ´60 con rectores de la talla de Risieri Frondizi y Fernández Long; nuevamente es cooptada y atropellada por la dictadura de Onganía en el ´66 y por el peronismo de Oscar Ivanisevich, en la década del '70. A pesar de estos avances y retrocesos hace cuarenta años que la universidad laica, libre, igualitaria y gratuita tiene consenso social, legitimidad y vigencia en la Argentina.

La autonomía universitaria

Ahora bien, cuando este apoyo social donde estudiantes, docentes, familias con sus hijos, personas ajenas a la universidad, estudiantes secundarios, dirigentes políticos y sociales, se movilizan transversalmente al margen de sus ideas partidarias, todos convocados por el convencimiento que la educación pública es un bien por defender y preservar; ¿cuál es la reacción del gobierno?: sostener que es una causa noble, con motivos oscuros, como si la comunidad universitaria y la solidaridad social fueran manipuladas por sombríos Intereses ocultos.

Esa mirada conspirativa no es más que un pretexto ideológico.

En este sentido, es alarmante que nuestros gobernantes cuestionen y nieguen la autonomía universitaria como valor fundante de la sociedad democrática en Argentina,

Esta negación viene acompañada con sospechas sobre el uso del presupuesto universitario, dando a entender que hay irregularidades y falta de control, pero sin una constatación efectiva y transparente por parte de los organismos de control estatales, ni denuncias por delitos o penalizaciones por malversar fondos. Es decir, una manipulación retórica.

Enrostrar genéricamente y sin pruebas a la comunidad universitaria hipotéticas irregularidades administrativas protegidas por oscuros intereses, es suponer que la sociedad cándidamente desconoce lo que pasa en los claustros universitarios. Es conjeturar que los docentes, investigadores y estudiantes convalidan irregularidades.

La fraternidad y la libertad

Ahora bien, nos preguntamos ¿las gestiones de las universidades son impolutas? No. Tan es así, que se conocen críticas – entre otras – por el uso discrecional del presupuesto universitario, la transparencia de los concursos docentes y el uso partidario de la universidad. Pero solo una mentalidad autoritaria y temerosa del pensamiento libre puede agitar la idea como pretexto para intervenir solapadamente la Universidad desfinanciándola, con la excusa de falta de control.

Entonces, reivindicar la misión de la universidad es promover la excelencia académica, la participación democrática y el bienestar social.

En ella, los estudiantes, se forman en una profesión y comparten ideas sobre el mundo porvenir, que no sólo tienen que ver con la adquisición de conocimientos técnicos, sino también el respeto a la dignidad de las personas, la igualdad de derechos de todos y la solidaridad en el seno de la sociedad.

En una palabra: la fraternidad, que es hermana de la libertad.

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