Los argentinos nos hemos convertido, una gran parte, en gente indiferente e irresponsable, sin escrúpulos ni vergenza. Ni hablar de la ética y el nepotismo, palabras caídas en desuso hace varias décadas.
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Los argentinos nos hemos convertido, una gran parte, en gente indiferente e irresponsable, sin escrúpulos ni vergenza. Ni hablar de la ética y el nepotismo, palabras caídas en desuso hace varias décadas.
Los escándalos se suceden con tal vértigo, que nos superan.
Nos hemos olvidado de la impúdica dieta aumentada en un 100% de los legisladores... y de tantas cosas...
Los acontecimientos nos “atropellan”, las muertes absurdas por la violencia, las drogas, la desidia de toda la escala de hombres que trabajan en trenes, micros, colectivos y camiones han llegado a alturas impensables.
Los menores que conducen alcoholizados, los “negociados” en lo más alto de la esfera política nacional y popular, sin que ello parezca empañar su idoneidad y ante la mirada impertérrita de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
Los programas interminables y decadentes en medios de comunicación que nos muestran cosas que solo deberían hacerse entre cuatro paredes y no a la vista de niños y toda clase de público idiotizado y anestesiado con el fútbol para todos, subsidios, y demás dádivas para estupidizar a la gente. Y que así no pueda pensar en que alguna vez estuvimos entre los primeros países del mundo y éramos un referente en educación para toda América Latina.
“Hay, patria mía!”, dijo y mantendría el Gral. Belgrano, para los que creen que desmilitarizando a los próceres cambiarán la historia argentina.
Mercedes Campos
Buenos Aires